“Dejemos de hablar de los refugiados para hablar con los refugiados”
La confundadora de la escuela digital ReDit promueve la integración de los refugiados en la sociedad alemana a través de cursos y seminarios
Berlín
Anne Riecher, dando una charla TED en Berlín
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Fue unos días antes del fin de Ramadán, el pasado año, cuando Anne Kjaer conoció a Mohammed en un campo de refugiados al norte de Berlín. Comenzaron a charlar. “Mohammed me contó que era programador y había estudiado informática durante tres años en Bagdad. Hablaba perfecto inglés y estaba aprendiendo alemán a gran velocidad”. Pero Mohammed tenía un problema: dejó su ordenador en tierra antes de empezar la travesía para llegar a Europa. Por eso acudía cada tarde a la biblioteca local, para seguir instruyéndose de forma autodidacta. “Esta conversación me abrió los ojos”, señala esta joven emprendedora danesa, afincada en Berlín desde 2012. “En Alemania hay 43.000 vacantes para el sector de la informática y este profesional es exactamente lo que el país necesita”.
Anne puso entonces en marcha a sus conocidos, para que entre todos repartieran ordenadores que tuvieran en casa. “Pronto nos dimos cuenta que este acto por sí mismo no serviría para nada”. Así nació primeroRefugees on Rails, una escuela específica de programación y después la ONGReDi-School for Digital Integration, una academia de integración digital que organiza cursos y seminarios. Ambas siguen en marcha, la primera, “se mueve rapidísimo” y la segunda, “con una visión más a largo plazo”, cuenta ya con seis empleados y 43 voluntarios. También ha conseguido incluir entre sus socios a grandes compañías como la automovilística Daimler. El interés por la escuela no deja de crecer, e incluso ha llamado la atención del creador de Facebook, Mark Zuckerberg, quien tras su visita el pasado febrero, afirmó en su cuenta personal en la red social, estar “impresionado por el coraje y determinación de los estudiantes sirios”.
Innovación y tecnología pueden tener un impacto inmenso en la crisis de los refugiados
“La idea no es sólo enseñarles programación, sino impulsarlos a desarrollar una mentalidad de resolución de problemas y facilitarles la creación de su propia red de contactos”. Por un lado, en sus seminarios enseñan sistemas como el Ruby on Rails, Css o HTML, por el otro “emprendimiento o inteligencia empresarial,” comenta Anne.
La CEO y cofundadora recuerda su primera clase como si fuera ayer. “Eran 42 estudiantes. Se crearon diferentes categorías, con el objetivo de abordar los numerosos retos a los que los refugiados se enfrentan una vez llegan a Alemania”, cuenta. “Sin duda, el que más se repetía era el de la burocracia”. Cuatro meses después ellos mismos crearían la aplicación Bureucrazy con el objetivo de guiar a otros refugiados en este proceso. Esta app proporciona traducciones en árabe y en inglés, así como un mapa con las ubicaciones clave de Berlín y una larga lista de respuestas a las dudas que surgen entre montañas y montañas de papeleo.
“La mayoría de los alumnos proceden de Siria, tienen veintipocos años y cuentan con dos o tres años de estudios universitarios”. Pero también se crean aplicaciones y startups para personas de otras generaciones y con necesidades distintas. Jasmin es el ejemplo. Se le iluminan los ojos al hablar de ello. “Es un servicio de catering de cocina casera siria para servicios corporativos, cumpleaños y fiestas” relata. “Este proyecto no sólo ayuda a las mujeres mayores, que tienen más dificultad para aprender alemán, a ser independientes económicamente. Es también una forma de intercambio cultural”. Para Anne “el simple hecho de hacerse compañía frente a la mesa, puede crear una gran diferencia” y hace un pequeño inciso “la gastronomía siria es deliciosa ¡tienes que probarla!”.
Anne lleva años dedicada a combinar tres variantes: tecnología, innovación e impacto social. “Innovación y tecnología tienen un impacto social inmenso. La tecnología nos ayuda a que los cambios sean más rápidos, más efectivos. Incluso nos ayuda a crear soluciones creativas. Es muy prometedor todo lo que se puede conseguir en el aspecto social y abre muchísimas puertas a nuestros estudiantes”.
Comenzó estudiando Innovación Social en Dinamarca, para después completar un máster en Estudios de Paz y trasladarse a la capital alemana para implantar elBerlin Peace Innovation Lab, que actualmente también coordina, en colaboración con la Universidad de Stanford. A pesar de su juventud, a lo largo de su carrera ya ha pisado dos centros neurálgicos del high-tech por excelencia como Silicon Valley (vivió una temporada en Palo Alto) o Tokio (donde realizó su MA comoRotary Peace Fellow). Tampoco se le escapa el sector privado; ha asesorado a compañías como Samsung o Coca Cola, en el área de innovación y responsabilidad corporativa.
Insiste en que todavía se necesita más tecnología social y más emprendimiento “Me gustaría que fuéramos conscientes de que hay vida más allá de los selfies o los emoticonos de unicornios y comprendieramos el enorme impacto que las ideas innovadoras pueden tener en la crisis de los refugiados y en otros muchos retos globales, como el cambio climático o la reducción de la pobreza”.
Eso sí, su definición de integración no incluye pantallas de ordenador y no requiere de ningún tipo de programa informático. Es bastante más simple. Sólo precisa de empatía. “Todo empieza con dos personas frente a frente preguntándose ¿cuáles son tus aspiraciones, cuáles son tus sueños, que es lo que quieres aportar a la comunidad?” El problema, para ella, es que los encuentros se producen con cuentagotas. “Todo el mundo en Alemania está al corriente de la crisis de los refugiados y les gustaría ayudar, pero la mayoría no han conocido a ninguno y su único referente es la imagen distorsionada que ofrecen los medios, por eso tienen miedo”. Para superar estos miedos, añade “debemos dejar de hablar de refugiados y empezar a hablar con los refugiados”. Algo que también explica en esta charla TED.
¿Cuáles serán las historias que mis alumnos refugiados contarán a sus nietos sobre lo que hicimos en Europa por ayudarles?”
Las circunstancias no parecen ayudar. De media, el tiempo de espera de los solicitantes de asilo hasta que consiguen regular su situación va de 12 a 16 meses. En este periodo, tal como Ana recalca “no tienen apenas interacciones con la sociedad alemana y no pueden optar a trabajo o estudios, más allá de sus clases de alemán obligatorias”, dice. “Imaginate el coste humano de este proceso, puede llegar a ser desesperante”.
Por todas las dificultades que atraviesan, Anne respeta profundamente a sus alumnos. “Lo que más admiro de ellos es su fuerza; hay que tener una gran entereza, tanto física como mental, para dejar tu país y empezar de nuevo”. Algo que desde pequeña ha admirado de su propio tatarabuelo. “Mis familiares vivieron 15 años como inmigrantes ilegales en Dinamarca huyendo del régimen nazi”. Al haber crecido con esa historia, asegura, ha aprendido a valorar su situación privilegiada. “Cuando 1,1 millones de refugiados llegaron a Alemania sentí que tenía una responsabilidad personal y no dejaba de preguntarme: ¿Cuáles serán las historias que mis alumnos contarán a sus nietos sobre lo que hicimos en Europa por ayudarles?”
Reconoce ser impaciente.“Quiero ver cambios inmediatos”. Pero sabe que cada gesto cuenta. “Me gusta mucho esa metáfora de lanzar gotas al océano que pueden ir inspirando a otras personas, y ver cómo al final se crea algo mucho más grande que incluso se escapa de mi control, por eso soy emprendedora”. Y lo es a jornada completa. Desde 2006 lidera también la ONG Kids Have a Dream,que surgió cuando estudiaba en Sudáfrica, y a día de hoy ha llegado a 33 países, con el beneplácito de Naciones Unidas y Amnistía Internacional. El concepto es sencillo, se trata de organizar talleres para que los niños en sus colegios dibujen sus sueños. Luego, esos dibujos se intercambian con los de niños de otros países. Una vez más, se trata de conversaciones. De empatía.
¿De dónde saca el tiempo? “No existe el límite entre lo personal y laboral; siempre estoy trabajando, o nunca estoy trabajando, según como lo quieras ver, porque mi trabajo es mi vida”, sentencia. “Adoro lo que hago, pero a veces me tengo que decir a mi misma que el día sólo tiene 24 horas y necesito siete para dormir”. Sonríe. Puede que esté agotada, pero el entusiasmo con el que se expresa transmite de todo menos cansancio. Debe ser ese algo innato de aquellos que están decididos a cambiar el mundo. ”La necesidad de crear cambios es algo que me quema por dentro”.
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