domingo, 30 de noviembre de 2014

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LOS NECIOS, LOS IDIOTAS, LOS CORRUPTOS, LOS PERVERSOS, CREEN QUE LA NATURALEZA SE ARREGLA CON DINERO ▼ El oscuro cheque verde | Ciencia | EL PAÍS

El oscuro cheque verde | Ciencia | EL PAÍS



El oscuro cheque verde

Las naciones ricas desvían al Fondo Verde para el Clima dinero ya comprometido al 0,7%

España ha prometido 120 millones de euros, muy poco comparado con su peso económico





Protesta en Sudáfrica por la falta de fondos contra el cambio climático, en 2011 / WWF
Hace cinco años, en la histórica cumbre del clima de Copenhague, los 130 países más pobres del planeta estuvieron a punto de dar una patada en la mesa de negociación. Tras constatar que los países ricos no llegarían al prometido acuerdo vinculante de reducción de emisiones de CO2, las naciones en desarrollo exigieron por lo menos dinero sobre la mesa para adaptarse a los peores efectos del cambio climático. Así nació el Fondo Verde para el Clima, un cheque de los ricos a los pobres que deberá ir engordando hasta llegar a los 100.000 millones de dólares (80.000 millones de euros) cada año a partir de 2020.

En la cumbre de Copenhague de 2009 —a la que por última vez acudieron todos los grandes líderes mundiales, como el estadounidense Barack Obama y el chino Wen Jiabao—, una de las grandes batallas de los países más pobres fue intentar dejar claro que ese dinero debía ser nuevo. Si no quedaba cristalino que los fondos eran adicionales, clamaban, el cheque climático se extraería del 0,7% del PIB ya comprometido para la ayuda al desarrollo. Los países con menos recursos tendrían que elegir entre construir hospitales o barreras contra las inundaciones.
Cinco años después, la hucha del Fondo Verde para el Clima, establecida por Naciones Unidas en la ciudad surcoreana de Incheon, por fin es una realidad y se empieza a llenar. Tras una conferencia de donantes organizada en Berlín el 20 de noviembre, 22 países han comprometido 9.600 millones de dólares. EE UU aportaría casi un tercio, 3.000 millones. Japón, 1.500 millones. Reino Unido, 1.100 millones. Francia y Alemania, 1.000 millones cada uno. Italia, 313 millones. Y España anunció el viernes que contribuirá con 120 millones de euros [150 millones de dólares], “sujetos a la aprobación por el Consejo de Ministros y a la disponibilidad presupuestaria”, según detallan fuentes del Ministerio de Economía.
Si el dinero sale del presupuesto ya comprometido para ayuda al desarrollo, es una trampa en toda regla", dice una abogada de Greenpeace
Este dinero es “crucial” para desatascar las negociaciones hacia un acuerdo internacional de reducción de emisiones de CO2, según ha resaltado Naciones Unidas en un comunicado. “Esto crea una atmósfera positiva para el comienzo de unas negociaciones exitosas”, ha coincidido Manuel Pulgar, ministro de Medio Ambiente de Perú y presidente de la cumbre del clima que tendrá lugar en diciembre en Lima.
Sin embargo, la duda sigue siendo la misma que hace cinco años. “Es muy fácil salir en la foto y decir yo aporto tanto pero, si el dinero sale del presupuesto ya comprometido para ayuda al desarrollo, es una trampa en toda regla”, critica la abogada española Aida Vila, experta en negociaciones climáticas de Greenpeace Internacional.
Algunos países ya han dejado claro que su dinero es viejo, con nuevo nombre. “El dinero de Reino Unido proviene de los fondos ya existentes [...] bajo el compromiso británico de destinar el 0,7% del Producto Nacional Bruto a la ayuda al desarrollo en el extranjero”, ha reconocido Londres en un comunicado. El Ministerio de Economía español no sabe todavía de dónde saldrá su aportación.
El origen del dinero prometido por EE UU también está lleno de sombras. Según el diario The New York Times, “no está claro” si los 3.000 millones de dólares saldrán de fuentes de financiación ya existentes o si el presidente Barack Obama tendrá que acudir al Congreso para pedir dinero nuevo. En el segundo escenario, los políticos republicanos tumbarían cualquier propuesta de más fondos para el cambio climático.
Per cápita, Suecia pone 60 dólares; EE UU, 9,5, y España solo 3
“Creo que lo más importante es que los compromisos ya existentes son lo suficientemente importantes como para poner el fondo en marcha y que funcione”, opina Harri Laurikka, principal negociador climático de Finlandia. Su país ha puesto 100 millones de dólares, 18 dólares per cápita, según ha calculado el think tank británico E3G. Es el tercer país que más dinero pone por ciudadano, por detrás de Suecia (60) y Noruega (25). EE UU pone 9,5 dólares por individuo y la media de la UE roza los 12. España se situaría en torno a los 3 dólares por persona.
“Comparar los compromisos realizados con el PIB o la población de cada país es un indicador útil” para juzgar cada promesa, señala Laurikka. “También es importante tener en cuenta si los compromisos se basan en subvenciones o en préstamos” que hay que devolver, apunta. Todo esto es confuso todavía.
La aportación de España llama la atención internacionalmente por lo exigua. “Creemos que debería haber sido mayor. Según muchas estimaciones, la contribución justa de España al Fondo sería 400 millones de dólares”, censura la abogada estadounidense Samantha Smith, de WWF Internacional. La ONG Oxfam ha calculado que España debería alcanzar los 540 millones.
“Creemos que es bueno que hayan llegado estas promesas iniciales, pero vigilaremos de cerca cómo se utiliza el dinero y qué condiciones ponen los países. Las grandes preguntas todavía están sin responder: ¿de dónde saldrá la financiación a largo plazo?”, remacha Smith.

SI LA TIERRA ES INVIABLE, LA HUMANIDAD TAMBIÉN LO SERÁ ▼ cambio climático: Una solución viable | Ciencia | EL PAÍS

cambio climático: Una solución viable | Ciencia | EL PAÍS



CAMBIO CLIMÁTICO, CUENTA ATRÁS

Una solución viable

Wallace S. Broecker escribió en 1975 el primer artículo ciéntifico sobre el cambio climático



Este es el panorama: las reservas de combustibles fósiles se han multiplicado y la combustión de hidrocarburos se incrementa cada año, lo que provoca que el contenido de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera se dispare cada vez más deprisa: actualmente es un 40% más alto que cuando empezó la Revolución Industrial. Mientras, las energías renovables mantienen su ritmo pero no logran ganar terreno. Hace 50 años suministraban el 15% de la energía, el mismo porcentaje que en la actualidad.
Si nos dormimos, soñando con que el problema desaparecerá, nos arriesgamos a una catástrofe mundial
Los optimistas auguran que esta situación no tardará en cambiar. Confían en que las energías solar y eólica empezarán a sustituir rápidamente al carbón, el petróleo y el gas natural. Puede ser. Pero, ¿y si se equivocan? En ese caso hay tres opciones. La primera, que podamos vivir en un mundo cada vez más caliente, con el cúmulo de cambios que eso conllevará. La segunda, que logremos desarrollar los medios para eliminar CO2 de la atmósfera. Por último, que consigamos añadir dióxido de azufre (CO2) a la estratosfera para intentar que una parte de la radiación solar rebote, y así contrarrestar el calentamiento provocado por el CO2. 
Considero que la primera y la tercera opción son inadmisiblemente peligrosas. Estoy convencido de que podemos limpiar el aire de CO2 a un coste razonable (con un recargo del 20% sobre los combustibles fósiles). Pero desarrollar equipos aceptables no solo desde el punto de vista económico y de su vida útil, sino también medioambiental, llevará como mínimo una década. Por desgracia, actualmente avanzamos hacia esa meta a paso de tortuga. Es de esperar que la humanidad despierte y afronte la necesidad de actuar. Si nos dormimos, soñando con que el problema desaparecerá, nos arriesgamos a una catástrofe mundial. 
El investigador estadounidense Wallace S. Broecker (Chicago, 1931), catedrático de Ciencias Ambientales y de la Tierra de la Universidad de Columbia (Nueva York), escribió en 1975 en Science el primer artículo que mencionaba el  cambio climático en una publicación científica.

NEGALO, HACÉTE EL BOLUDO [TONTO] ▼ Ignóralo hasta que desaparezca | Ciencia | EL PAÍS

Ignóralo hasta que desaparezca | Ciencia | EL PAÍS



CAMBIO CLIMÁTICO, CUENTA ATRÁS

Ignóralo hasta que desaparezca

Ante la incapacidad de gestionar un problema de tal magnitud miramos hacia otro lado





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El embalse de Huntington (California) está al 30% de su capacidad. / M. RALSTON (AFP)


La frase lo dice todo. Si el problema es demasiado grande para ponerle solución, lo mejor es ignorarlo. Puede tratarse de una enfermedad, o un revés económico, o un desengaño amoroso. Lo que cuenta, es que no sabemos cómo manejarlo. Y ante esa incapacidad, optamos por mirar hacia otro lado.
El cambio climático es una versión, a gran escala, de ese tipo de problemas intratables que nos paralizan, no ya como individuos, sino como sociedad, y frente a cuya magnitud parece que la única salida es esperar que se resuelva por sí solo y, llegado el caso, negar que existe.
Por otra parte, el quinto estudio sobre las causas y efectos del cambio climático, publicado este mismo año por el IPCC (de las siglas en inglés de Panel Intergubernamental para el Cambio Climático), deja poco lugar a dudas. Lo que el IPCC nos dice es que las emisiones de gases de efecto invernadero (en particular de CO2) que nuestra civilización industrial lleva emitiendo, de manera acelerada, durante el último siglo, están provocando un proceso de calentamiento global sin precedentes en los últimos milenios. Este calentamiento global puede tener efectos muy importantes (y nocivos) tanto en las sociedades humanas como en el medioambiente.
¿Qué hemos hecho frente a este grave diagnóstico? Sobre todo hemos procurado ignorarlo, recurriendo a menudo al recurso de afirmar que no hay “consenso” en la comunidad científica. El símil equivalente sería que un paciente, diagnosticado de una rara dolencia por un equipo formado por los mejores especialistas de varios países, se agarrara al clavo ardiendo de la existencia de un par de disidentes para alegar que no existe una evidencia absoluta de que realmente esté enfermo.
¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a renunciar, por su futuro, a nuestro confortable presente?
La razón principal del cambio climático son las emisiones de CO2, que a su vez están dominadas por el uso masivo de combustibles fósiles (carbón, gas natural y petróleo). Desafortunadamente, toda la maquinaria de nuestra civilización está basada en la disponibilidad de energía muy barata, gracias a la existencia de esos recursos. Como los economistas no dejan de repetirnos, para evitar las crisis e incrementar el bienestar, es necesario que la economía crezca. Pero si la economía crece, el consumo de energía crece y con él aumenta el consumo de combustibles fósiles y las emisiones de CO2.
¿Alternativas? En el papel parecen muy sencillas. Reducir emisiones, aumentando la eficiencia energética, cortando el desperdicio y potenciando el uso de fuentes energéticas que no consuman CO2. Desgraciadamente, no es tan fácil. Si bien es cierto que se puede reducir el consumo y aumentar la eficiencia en las sociedades más avanzadas, no lo es menos que la mitad de la humanidad se pasa con menos energía de la que necesita. En buena parte del continente africano el consumo energético per cápita está todavía en los niveles de la Edad de Piedra. En India, en la Edad Media. En buena parte de la China rural, en niveles preindustriales. Si se reduce el consumo en el primer mundo a niveles decentes (digamos la mitad de lo que se gasta hoy en día), pero se aumenta el consumo energético del tercer mundo también a esos niveles imprescindibles, nos encontramos con que los 9.000 millones de personas de 2050 consumirán más energía, no menos, que las de hoy.
En cuanto a las energías alternativas, vale la pena examinar el caso de España. En 2012, la contribución renovable a la energía primaria fue del 12,2 %, a lo que hay que añadir un 12,6 % nuclear. Esto es, el 75 % de la energía primaria en España, un país bastante modélico en cuanto a su diversificación energética, sigue siendo de origen fósil.
¿Es posible revertir este mix, pasando a un 75 % o más de energías no fósiles? Sobre el papel, sí. Pero, más allá de la tecnología, un cambio de esta envergadura requeriría profundos cambios sociales. Un litro de gasolina cuesta menos que un litro de agua mineral. Aprovechar la potencia del viento, convertir la energía solar o fisionar átomos es mucho más caro que quemar petróleo. ¿Qué gobierno del mundo está dispuesto a perder las elecciones por subir sistemáticamente la factura de la luz?
El primer problema del cambio climático es que luchar contra él no es compatible con nuestro estilo de vida. Mitigar sus efectos exigiría un importante sacrificio y lo que es peor, la recompensa a ese sacrificio no sería inmediata ni evidente. El cambio climático puede ser un grave problema para nuestros hijos y nietos, pero ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a renunciar, por su futuro, a nuestro confortable presente? 
Juan José Gómez Cadenas (Cartagena, 1960) es profesor de Investigación del CSIC y director del grupo de Física de Neutrinos del Instituto de Física Corpuscular de Valencia. Es autor de El ecologista nuclear, alternativas al cambio climático.