Si te violo siempre, es como si nunca lo hubiera hecho
Que alguien le explique qué ha pasado a esta víctima, la esposa de un maltratador. El hombre que la amenazó, insultó, golpeó y vejó durante años, obligándola en ocasiones a mantener relaciones sexuales contra su voluntad, ha sido absuelto, y por dos veces, del delito de violación. Ni la Audiencia Provincial de Valladolid ni el Tribunal Supremo lo han considerado culpable... a pesar de que ninguno cree que fuera un angelito. Ambos órganos dieron por probado que se trataba de un alcohólico muy violento y que a ella no le quedaba más remedio que acceder a sus peticiones sexuales, contra su voluntad, ante el inmenso temor que sentía cada vez que él llegaba borracho a casa.
Estos son los hechos probados de la primera sentencia, la de la Audiencia Provincial de Valladolid: un hombre y una mujer, con un hijo de dos años, viven juntos en una casa compartida, un piso de una ONG. Él bebe a menudo. Cuando lo hace, golpea a su esposa, la insulta y ejerce sobre ella “un total sometimiento” que a la mujer le infunde un “gran temor”. Dos de esos días en los que él llega borracho, le propone mantener relaciones sexuales. Ella responde que no quiere. Le dice que está embarazada. A pesar de ello, el marido consigue lo que busca. La mujer acaba accediendo ante el temor que le infunde su cónyuge.
La Audiencia Provincial de Valladolid, a pesar del relato, considera que el hombre no es culpable de ningún delito de violación y le absuelve con un extraño argumento. El tribunal sostiene que el hombre había abusado de la mujer no esos dos días, sino “durante toda la convivencia”; y que, en realidad, no pretendía solo violarla, sino que con la intimidación quería “establecer una relación personal de dominación y sojuzgamiento en la que la relación sexual era una parte más”.
Además, prosigue la sentencia, dado que la mujer vivía bajo un temor constante de lo que podía llegar a hacer su marido si desobedecía sus órdenes, en ocasiones este ni siquiera necesitaba ejercer una gran violencia sobre ella. Sencillamente, la mujer ya sabía de lo que era capaz si le llevaba la contraria.
Durante el juicio varios testigos confirmaron que "la situación de maltrato" era "de data antigua", según asevera el tribunal. Y que cuando el hombre bebía, la pareja mantenía "relaciones sexuales aún con la oposición de ella". Pero todos estos datos, que según el sentido común acreditarían la culpabilidad del acusado, sirven a los magistrados para declarar su inocencia. Los jueces argumentan que esta situación de sometimiento sexual ocurre "durante toda la convivencia con él", y que, por tanto, los dos días en los que se habían producido las presuntas violaciones no eran nada más que parte de lo que ocurría siempre.
La conclusión final de los magistrados es que la oposición de la víctima ante un caso de violación debe quedar exteriorizada “de un modo manifiesto” y concreto, y que en este caso, según la sentencia, no había sucedido. No se había probado, según ellos, un dolo específico dirigido a la agresión sexual. Y como nadie había presentado acusación por un delito de maltrato habitual, nada se podía hacer.
Cuando el caso llegó al Supremo, este, en una sentencia reciente, volvió a dar la razón al presunto violador. El alto tribunal no avaló los argumentos de la Audiencia Provincial, pero señaló que, al tratarse de una sentencia absolutoria, para revisarla y condenar al acusado se exigiría, según la jurisprudencia del Constitucional y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que declarara ante ellos. Pero este trámite no está previsto en el recurso de casación en el Supremo. Así que, concluye la sala, no se puede hacer nada. La "inocencia" del hombre quedaba confirmada.
Solo uno de los magistrados, Joaquín Giménez, discrepó a través de un voto particular. Haciendo notar la contradicción de que por un lado se admitiera que la mujer había accedido a mantener relaciones sexuales por el profundo temor que le infundía su marido borracho y que por otro se dijera que no hubo intimidación, propuso que se anulara la sentencia y se repitiera el juicio con un nuevo tribunal.
Giménez puso un poco de sentido común para evitar la impunidad. Pero lo que vale es lo que decidió la mayoría de los magistrados. ¿Cree alguien que la víctima pudo entender los argumentos de estos últimos? ¿Los comprende usted?
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Sobre el autor
Jesús Duva. Redactor jefe de EL PAÍS, especializado en asuntos de Interior. Autor de varios libros, entre ellos Fugitivos, Emboscada en Fago, El Solitario y Vidas Robadas. Profesor de Reporterismo e Investigación en la Escuela de Periodismo EL PAÍS-UAM. "Creo que la historia de un país es la historia de sus crímenes".
Jorge A. Rodríguez. Jefe de Sección de EL PAÍS (Política). Especializado en asuntos de Interior en El PAÍS, ha cubierto atentados de ETA y los ataques del 11-M. Profesor de Reporterismo e Investigación en la Escuela de Periodismo EL PAÍS-UAM. "Todo crimen tiene un fallo. Lo difícil es encontrarlo"
Mónica Ceberio. Dejé el derecho y ahora escribo sobre él. Me gustan las sentencias. Detrás de su lenguaje técnico, cada una de ellas es el final de una historia de vida, muerte, celos, patologías, problemas… que se puede reconstruir. Porque casi todo acaba pasando por un tribunal.
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Javier Barroso. Dedicado desde hace una década a cubrir los sucesos y los juicios más importantes de Madrid; entre ellos, la detención del asesino de la baraja, Alfredo Galán; el accidente de Spanair en Barajas o los atentados del 11-M. Siempre intenta descubrir la parte humana de los implicados, en especial de las víctimas, las grandes olvidadas en las tragedias, a menudo relegadas a frías cifras.
el dispreciau dice: todo esto me produce vergüenza... Mayo 31, 2013.-