“Los nacionalismos no soportan la complejidad” | Política | EL PAÍS
Leonés (nacido en Lleida), el historiador José Álvarez Junco (escribió 'Mater dolorosa'), y asegura que teme a una Cataluña de cultura única
El autor cree que los argumentos a favor de la independencia se han desmoronado uno tras otro
DE FRENTE | JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO
“Los nacionalismos no soportan la complejidad”
Leonés, historiador (escribió 'Mater dolorosa'), teme a una Cataluña de cultura única
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José Álvarez Junco escritor e historiador. / SANTI BURGOS
¿Nos merecemos este momento? En parte. Hemos vivido medio siglo bastante bueno. Sin fascismos ni revoluciones sociales drásticas y trágicas. Nos comportamos de una manera prudente y sensata en la Transición. Pero la crisis económica nos la merecemos y no nos la merecemos.
¿Y eso por qué? Todo el mundo participó en la burbuja. Lo seguro era el ladrillo. En algunas zonas de España la ciudadanía, además, ha participado en el clientelismo político.
¿El franquismo arroja alguna sombra aún? La más clara, la falta de espíritu cívico. Una dictadura marca el paso. Si te apartas de la fila recibes un golpe. El día en que te dejan de dar golpes te sales porque no hay valores interiorizados. Se nota en la actitud; mira esos debates de la televisión, gritan. No se sabe debatir. Siglos de educación en el dogma y en la exclusión del discrepante que se agravaron con los cuarenta años de franquismo.
¿Qué nos enseña el siglo XIX, su materia? A no hacer cambios políticos drásticos, que son básicamente simbólicos y no sirven sino para ofender al adversario. Cambiar la bandera, cambiar la jefatura suprema del Estado, dejar de ser Monarquía para ser República pero seguir haciendo las mismas cosas clientelares. Cambiar el himno, cambiar el nombre de la plaza que ya no se llama Plaza Mayor sino Plaza de la Constitución o de La Libertad, y con eso se quedaban tan contentos.
De 1900 a 1938 España avanzó de manera descomunal. En esta crisis nos hemos acomodado
Para ofender al adversario. Los cambios políticos son mucho más complicados. Hagamos cambios un poco más profundos o lentos. Españoles del XIX, como los de la Institución Libre de Enseñanza, lo entendieron: hay que educar a la gente. De ellos habría que aprender.
Le han aconsejado a Felipe VI que lea su libro Mater Dolorosa, premio nacional de Ensayo en 2002. ¿Qué aprendería? Que las naciones no son, como creen los nacionalistas, entes eternos e inconmovibles sino formaciones históricas surgidas de circunstancias que, habiendo sido otras, habrían ido en diferente dirección.
¿Cataluña se puede ir? Es uno de los finales posibles. Otro problema innecesario. Y no necesariamente bueno. Una Cataluña homogénea alrededor de una única cultura podría ser opresora para las minorías castellanoparlantes que allí existen. La sociedad catalana es compleja y los nacionalismos se caracterizan por no soportar la complejidad.
En españa “no se sabe discutir” por “siglos de educación en el dogma
¿Le inquieta? Algo. Pero reconozco el derecho a tomar decisiones colectivas. Si alguien quiere irse de mi lado me puede doler, pero yo no puedo decirle que no.
¿Qué estado de ánimo le produce su país? No me gusta, pero lo que me preocupa es que esto no sirva para reflexionar. Si sirviera se podría abrir un periodo de avance. Tras el 98, y hasta 1935, España avanzó de manera descomunal. Esta crisis no ha generado eso.
¿Nos hemos acomodado? Sí, nos hemos acomodado y, con los años del éxito, creímos que todo era muy fácil y que éramos los mejores. E incluso pensamos que habíamos hecho las cosas más rápidamente y con menos dolor que otros. Pues no, no son tan fáciles las cosas.
Ahora no habrá dolores trágicos. No, no parece. Afortunadamente hay algo a lo que parece que se ha renunciado, a matar al otro; incluso en el resto de violencia que había en esta sociedad, la de ETA, ha quedado bastante claro que ha fracasado y hasta los propios medios que la apoyaban están dispuestos a renunciar a ello. Sería más optimista: no creo que estemos al borde de ninguna guerra civil ni nada parecido.