Pasarlas canutas lejos del ciudadano
Declaraciones como las de Collarte sobre sus dificultades económicas ahondan el divorcio entre la sociedad y los dirigentes
Con la crisis muchos ciudadanos tienen dificultades para llegar a final de mes. Incluido el diputado del Partido Popular por Ourense Guillermo Collarte, quien manifestó hace unos días que gana unos 5.100 euros y con estos ingresos las pasa “bastante canutas”. Sus palabras, difundidas en una entrevista en La Voz de Galicia, han provocado un enorme revuelo en la arena política y a través de las redes sociales, donde muchos ciudadanos han manifestado su malestar ante lo que interpretan como una clara falta de sensibilidad política, en un momento en el que millones de familias hacen frente a una dura situación económica.
“Es un mensaje que transmite que los políticos no están en la realidad y desconocen las necesidades de la sociedad civil”, afirma Carmen Fernández, profesora de estrategia de Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos. Para la experta, el de Collarte ha sido un comentario “desafortunado”, calificativo utilizado también por sus compañeros de partido. Ignacio Martín, profesor de la Universidad de Valladolid, se muestra sin embargo mucho más crítico. En su opinión, “es una irresponsabilidad”.
Collarte ha pedido disculpas públicamente en unas declaraciones a la Cadena SER en las que explicó que se había limitado a describir “su realidad” y que no comprende que le “crujan vivo” por “decir la verdad”. Y hace dos días pidió perdón de nuevo en La Voz de Galicia. Pero el revuelo ha continuado y el diputado, claramente disgustado, ha expresado a este periódico su decisión de no hacer más declaraciones sobre este asunto de momento.
No es descabellado que un político, gane lo que gane, no llegue a final de mes. Vicens Castellano, director de La Escuela de Inversión (una academia financiera) y experto en economía doméstica, afirma que cuando crecen los ingresos habitualmente se aumentan los gastos. “Para mantener un determinado estilo de vida —hipoteca, coches, guardería, seguridad…— tienes que pagarlo”, afirma. Pero si lo ingresos caen (como es el caso de Collarte, que asegura que en la empresa privada ganaba 12.000 euros al mes) hay que recortar, exactamente igual que en las finanzas públicas.
Analizar y priorizar: Lo primero es aceptar la nueva situación y reconocer la necesidad de recortar. Para ello, hay que revisar la naturaleza de los gastos que se tengan y priorizar desde los imprescindibles hasta los innecesarios.
Actuar: El experto recomienda cortar todo lo prescindible. Si aun así los gastos fueran superiores a los ingresos, sería necesario buscar opciones más económicas para el resto de partidas. “Necesitamos comer, pero quizás debamos optimizar las compras o cortar las comidas fuera”, sugiere Castellano. Si estas medidas no solucionan el desajuste, hay que “estudiar opciones que permitan incrementar los ingresos”, apunta.
“A mí me cuesta trabajo tener que reducir al 35 % lo que venía ganando”, señaló el diputado, que tiene dos hipotecas y tres préstamos (uno personal y otros dos para la adquisición de vehículos), según consta en la declaración de bienes que presentó al Congreso al tomar posesión. Entonces (diciembre 2011) debía unos 373.000 euros a diferentes entidades. “La clave en la administración del dinero suele estar en lo que se gasta y no en la cantidad que se gana”, explica Castellano. Pero los ingresos de Collarte han caído si se tiene en cuenta que declaró haber percibido 236.911 euros de retribución salarial, cantidad muy inferior a su sueldo de diputado (algo más de 60.000 euros al año).
Ignacio Martín, politólogo especializado en comunicación, cree que toda esta explicación de lógica matemática ayuda a poner en contexto las declaraciones del político. “Pero quienes escuchan son ciudadanos que ojalá fueran mileuristas y se quedan con la idea de que les han faltado al respeto”, precisa.
Las palabras del diputado gallego han hecho recordar a muchos una declaración parecida de la presidenta madrileña Esperanza Aguirre, cuando en 2006 afirmó en una biografía que no tener pagas extra la tenía “mártir”. “No es que haga números a final de mes, ¡es que muchas veces no llego!”, sostuvo. En aquel momento la presidenta de la Comunidad de Madrid ganaba 8.395 euros al mes (algo más de 5.800 netos), una cantidad inferior a su anterior sueldo como presidenta del Senado. Pero entonces los españoles vivían aún los últimos coletazos de la bonanza económica y ello hizo que las críticas quedasen reducidas a las lanzadas por la oposición, que tachó sus palabras de “frivolidades”.
Collarte, en cambio, ha hecho sus polémicas declaraciones en un momento en el que el paro roza el 25% y se anuncian recortes en la sanidad, la educación, la prestación por desempleo o la dependencia. El contexto económico cuenta en cómo afectan este tipo de manifestaciones a los ciudadanos. “El lenguaje es traidor, hiere sensibilidades de un modo rotundo y ahora estamos muy crispados”, apunta Ramón Cotarelo, catedrático de Comunicación Política en la UNED. Una opinión compartida por Martín, quien asegura que “la coyuntura agrava [el efecto de] las declaraciones”.
Castellano, que asesora a familias para que gestionen bien recursos muchas veces escasos, afirma desde su experiencia que comprende “la indignación” de la gente porque la situación económica del diputado no se ajusta a la “normalidad”. Los datos lo corroboran. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el salario más habitual en España es 16.489 euros brutos al año (unos 1.400 al mes) y se sitúa más de 4.000 euros por debajo de la media (22.790 euros). Lo que revela, explica el INE, que la distribución de los sueldos en España es muy desigual: hay muchos que ganan poco y pocos que ganan mucho.
Esta realidad no casa con la que presentó el viernes la ministra de Empleo, Fátima Báñez, al detallar el cambio de criterio para conceder la ayuda de 400 euros del Plan Prepara a parados que agotan la prestación por desempleo. Báñez puso como ejemplo de quienes no tendrían derecho a esta prestación a los hijos de una familia de cuatro miembros en la que los padres ganan entre los dos 8.000 euros al mes.
El caso utilizado por la ministra fue interpretado por muchos ciudadanos como una afrenta, y una vez más se volcaron en las redes sociales para expresar su malestar. La situación planteada por Báñez está lejos de la realidad de la familia media española. Y la renta que ha fijado el Gobierno para que una persona pueda cobrar los 400 euros en el supuesto que planteaba la ministra (familias de cuatro miembros) tiene que ser inferior a 1.928 euros (482 por integrante). Una cifra muy por debajo a la mencionada por Báñez.
La aparente desconexión entre el discurso de algunos políticos y la cotidianeidad de la mayoría de los ciudadanos contribuye a ahondar el creciente divorcio entre ambos. “La sociedad se siente traicionada”, explica Carmen Fernández. “El ciudadano se preocupa por cuestiones que le afectan directamente y la clase política demuestra que no sabe lo que hay”, continúa. El resultado: “La gente ya no confía en ellos”.
El malestar ciudadano ante la clase política ha empezado a hacerse palpable en el Barómetro del CIS, en el que “los partidos políticos” figuran ya como el tercer problema que inquieta a los españoles (dato de junio), superado solo por el paro y los problemas económicos y por encima de la corrupción o la sanidad.
El alejamiento de los políticos de la sociedad se refleja también en las redes sociales. “Ahora las declaraciones no caen en saco roto, se comentan más allá de la conversación del bar”, señala Martín.
Ocurrió con Andrea Fabra cuando el pasado 11 de julio gritó “¡que se jodan!” en el momento en el que Mariano Rajoy anunciaba la reducción de la prestación por desempleo. Aunque la diputada por Castellón sostuvo que no se dirigía a los parados, sino a los diputados de la oposición, una internauta consideró que no era “digna” de su puesto e hizo una petición online en el portal Change.org para reunir firmas solicitando su dimisión. Una vez cumplido el plazo, 224.821 personas habían suscrito la demanda. Por cada una de ellas se enviaba un mensaje al correo electrónico de Fabra.
“Todos los políticos saben que sus declaraciones tienen efectos y ahora más con las redes sociales”, afirma Cotarelo. Los ciudadanos no solo tienen la posibilidad de ejercer su derecho a la libertad de expresión, sino que se organizan para ejercer presión. “Les pueden pedir que dimitan, que pidan perdón... Hay más movilización para hacer sentir a alguien la responsabilidad”, añade Martín.
Las expresiones de malestar ciudadano a través de las redes sociales (desde los comentarios satíricos y los temibles hashtags de Twitter hasta las peticiones de firmas) dañan la imagen de la clase política en general y, de manera muy especial, a los gobernantes directamente afectados. “Estas imprudencias se acaban pagando”, afirma Martín. Para el profesor, la presión popular “hace mella” y puede acabar afectando a la carrera política de quienes hacen declaraciones que hieren la sensibilidad de la sociedad. “Sus palabras serán recordadas”, explica, “y puede que en las próximas elecciones queden fuera de las listas”. Fernández opina que la imagen del partido es la que queda dañada. “Los políticos son personificaciones de sus organizaciones”, argumenta. Para la experta, estos casos denotan una falta de estrategia de comunicación. “Saber qué, cómo y cuándo lo digo”.
Ignacio Martín cree que las palabras de Collarte son fruto de la inexperiencia. “Hay fichajes de empresas privadas que no conocen el discurso político” explica. Por eso aconseja: “Prepárate lo que vas a responder”. Carmen Fernández insiste en que las “declaraciones alejadas de la realidad son habituales en el PP. No tienen una estrategia de comunicación adecuada”, advierte. En este sentido, Cotarelo cree que es propio de políticos conservadores decir que si ejercieran sus profesiones ganarían más. “Pero nadie les obliga a estar ahí”, subraya.
En el Partido Socialista fue el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero quien protagonizó un episodio en el que quedó en evidencia su desconocimiento de un asunto tan cotidiano como el precio de un café, aunque su tropezón fue mucho menos notable. En marzo de 2007, Jesús Cerdán (un ciudadano anónimo hasta entonces) preguntó al presidente si sabía cuánto costaba un café en el programa de TVE Tengo una pregunta para usted. “Ochenta céntimos”, respondió Zapatero, en un momento en el que el precio de un café en cualquier cafetería oscilaba entre 1,1 y 1,4 euros. Para el autor de la pregunta esa contestación revelaba que el político no estaba “en la calle”.
El precio del café ha sido protagonista de otros discursos políticos también criticados. “Al pensionista que más le va a costar las medicinas al mes van a ser solo ocho euros. Ocho euros son cuatro cafés. Es un café a la semana, 20 céntimos al día”. El consejero de Sanidad de Castilla-La Mancha, José Ignacio Echániz, minimizó con estas palabras, en la cadena Cope el pasado abril, el coste que iba a suponer a los pensionistas españoles la introducción del copago en los medicamentos. Echániz, quien también es portavoz del PP en materia sanitaria, no explicó que los jubilados tendrían que adelantar el 10% de su factura en medicinas que, aunque reembolsable, es un gasto difícil de asumir para quienes ya tienen dificultades para llegar a final de mes. Y los internautas reprobaron las declaraciones del consejero popular, quien al día siguiente de emitirlas se vio obligado a pedir disculpas. ¿Poco creíbles? “En esa clase de mensajes es cuando son sinceros”, señala el profesor Martín.
También se excusó Esperanza Aguirre cuando se la oyó decir (a través de un micrófono que no debía estar abierto) que ella “era pobre de pedir” y que el impuesto a las rentas más altas lo pagaría el entonces presidente del Congreso de los Diputados, José Bono. Andrea Fabra, diputada que gritó “¡Qué se jodan!” en el momento que se anunciaban recortes en la prestación por desempleo, emitió su disculpa por escrito: “Cometí un error del que no me siento honrada”.
¿Pedir perdón vale? No, según la profesora de Estrategia de Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos Carmen Fernández. “Lo que vale es la rectificación”, precisa. Tampoco el politólogo Ignacio Martín cree que sea suficiente. “Una vez se hacen declaraciones que molestan a la ciudadanía el daño ya está hecho”, dice. Pero “cuando se levanta polvareda, los políticos no tienen otra opción que pedir disculpas”, añade.
Ramón Cotarelo afirma que no se puede saber si las disculpas valen. “Eso lo tiene que decir el ofendido. Cuando hay uno, basta con preguntarle, pero la colectividad es anónima”, dice. El catedrático va un paso más allá y se pregunta: “¿Dónde ponemos la línea del comportamiento de los políticos?”. Y se responde: “Muy baja”. Cotarelo opina que la respuesta de un dirigente a las críticas por episodios como el que ha protagonizado Collarte depende las “convenciones sociales y morales”. “La responsabilidad penal está clara, pero la política es un terreno resbaladizo”, explica.
Para Cotarelo, exclamaciones como la de Andrea Fabra en el Congreso hubieran sido motivo de dimisión “en 24 horas” de un diputado francés o noruego. “Pero en nuestro país, por cultura o educación, parece que nadie les va a decir nada”. Reconoce, sin embargo, que la posibilidad de respuesta ciudadana en Internet está cambiando esta actitud. Las redes sociales permiten a la sociedad expresarse y a los políticos enterarse de esa realidad de la que se les acusa están alejados. Y a veces se consigue un perdón que, aunque no contente del todo, aplaca.
el dispreciau dice: no es cuestión de quejarse por el simple placer de "quejarse"... pero que te tomen por idiota no es bueno, y más allá, que insulten tu inteligencia pretendiendo mostrarte una "liebre" para luego asegurar que se trata de un "caballo", no conduce a ninguna parte... al menos no que sea buena para todos, para la sociedad en su conjunto. Pero la clase política anda abundante de discursos y carenciada de "luces", y creen que el voto les da derecho de propiedad sobre el resto de los mortales... y además creen que los funcionarios públicos, para cumplir el rol de tales deben ser serviles y obsecuentes, al mejor modelo de las corporaciones: "sí senor, no señor...". La sociedad humana está divorciada de la clase política y ésta (clase política) lo está de la realidad... La sociedad humana está harta de las mentiras de un modelo político perimido, que vende democracia pero impone dictaduras, desde la China hasta la propia Estados Unidos de Norteamérica. En unos casos las dictaduras nacen y mueren en la propia clase política, sin distinción de colores, clases, roles, y algunos etcéteras... en otros casos, como el de los E.E.U.U. la dictadura la ejercen las corporaciones que tienen atrapado al estado político según sus antojos de poder... la consecuencia está a la vista, pueblos empobrecidos, hambreados, ninguneados, luego negados, despreciados y excluídos. Sucede en cualquier lugar del mundo humano. La clase política está acostumbrada a mentir y burlar, y han ejercido tanto su derecho a la mentira que ya no recuerdan cuál es la verdad, ni tampoco a quién ni cuándo le mintieron... y hacen el ridículo... una y otra vez... repitiendo errores. El mundo humano ya no tiene justicia social, y ésta (justicia social) se ha vuelto una entelequia de libros, no más que eso. Mientras tanto las gentes padecen, sobreviven a manos de "atrasos" coordinados y hasta consensuados por la impericia política de unos pocos oportunistas que siguen sin entender que la navaja está por cortales el cuello. Claro está, la soberbia no te deja ver, y tampoco te deja pensar... algo así como que el oxígeno no llega a las neuronas y estas quiebran sus engranajes solidarios, sus otros compasivos, y ni qué hablar de los solidarios... conclusión: no hay humanismo, no hay condición humana, y la dignidad se compra y se vende según el rango de hambre que se disperse. La humanidad está saturada de repudios y de clamores por justicia, algo que no llegará de la mano de la actual dirigencia, porque tienen ojos pero no ven, tienen oídos pero no oyen, y más allá, ya no tienen alma ni espíritu, porque eso es lo que demuestran a través de sus acciones. El divorcio entre la sociedad y el estado ha llegado a un "climax" grave... la distorsión alcanza tal magnitud que se ha tornado inconsistente en sí misma, por ende no resiste análisis alguno... y encima promete empeorar. EUROPA medieval está en un precipicio de "principios" y por ende arrastra otro de "valores"... y el resto del mundo humano le sigue el tren en la creencia que van por la buena senda... lo que seguirá será el fin del sistema político y social, y junto con ello sucumbirá un modelo perverso de economías para pocos. AGOSTO 31, 2012.-
“Es un mensaje que transmite que los políticos no están en la realidad y desconocen las necesidades de la sociedad civil”, afirma Carmen Fernández, profesora de estrategia de Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos. Para la experta, el de Collarte ha sido un comentario “desafortunado”, calificativo utilizado también por sus compañeros de partido. Ignacio Martín, profesor de la Universidad de Valladolid, se muestra sin embargo mucho más crítico. En su opinión, “es una irresponsabilidad”.
Collarte ha pedido disculpas públicamente en unas declaraciones a la Cadena SER en las que explicó que se había limitado a describir “su realidad” y que no comprende que le “crujan vivo” por “decir la verdad”. Y hace dos días pidió perdón de nuevo en La Voz de Galicia. Pero el revuelo ha continuado y el diputado, claramente disgustado, ha expresado a este periódico su decisión de no hacer más declaraciones sobre este asunto de momento.
No es descabellado que un político, gane lo que gane, no llegue a final de mes. Vicens Castellano, director de La Escuela de Inversión (una academia financiera) y experto en economía doméstica, afirma que cuando crecen los ingresos habitualmente se aumentan los gastos. “Para mantener un determinado estilo de vida —hipoteca, coches, guardería, seguridad…— tienes que pagarlo”, afirma. Pero si lo ingresos caen (como es el caso de Collarte, que asegura que en la empresa privada ganaba 12.000 euros al mes) hay que recortar, exactamente igual que en las finanzas públicas.
Claves para “apretarse el cinturón”
Guillermo Collarte ha justificado sus declaraciones acerca de sus problemas financieros por la caída de sus ingresos. Su retribución en la empresa privada era muy superior a la que percibe como diputado. Esta circunstancia se da en muchas familias por unos motivos u otros, tengan rentas altas o bajas. La solución es ajustar los gastos y Vicens Castellano, asesor financiero, da las claves de cómo actuar en estos casos:Analizar y priorizar: Lo primero es aceptar la nueva situación y reconocer la necesidad de recortar. Para ello, hay que revisar la naturaleza de los gastos que se tengan y priorizar desde los imprescindibles hasta los innecesarios.
Actuar: El experto recomienda cortar todo lo prescindible. Si aun así los gastos fueran superiores a los ingresos, sería necesario buscar opciones más económicas para el resto de partidas. “Necesitamos comer, pero quizás debamos optimizar las compras o cortar las comidas fuera”, sugiere Castellano. Si estas medidas no solucionan el desajuste, hay que “estudiar opciones que permitan incrementar los ingresos”, apunta.
“A mí me cuesta trabajo tener que reducir al 35 % lo que venía ganando”, señaló el diputado, que tiene dos hipotecas y tres préstamos (uno personal y otros dos para la adquisición de vehículos), según consta en la declaración de bienes que presentó al Congreso al tomar posesión. Entonces (diciembre 2011) debía unos 373.000 euros a diferentes entidades. “La clave en la administración del dinero suele estar en lo que se gasta y no en la cantidad que se gana”, explica Castellano. Pero los ingresos de Collarte han caído si se tiene en cuenta que declaró haber percibido 236.911 euros de retribución salarial, cantidad muy inferior a su sueldo de diputado (algo más de 60.000 euros al año).
Ignacio Martín, politólogo especializado en comunicación, cree que toda esta explicación de lógica matemática ayuda a poner en contexto las declaraciones del político. “Pero quienes escuchan son ciudadanos que ojalá fueran mileuristas y se quedan con la idea de que les han faltado al respeto”, precisa.
Las palabras del diputado gallego han hecho recordar a muchos una declaración parecida de la presidenta madrileña Esperanza Aguirre, cuando en 2006 afirmó en una biografía que no tener pagas extra la tenía “mártir”. “No es que haga números a final de mes, ¡es que muchas veces no llego!”, sostuvo. En aquel momento la presidenta de la Comunidad de Madrid ganaba 8.395 euros al mes (algo más de 5.800 netos), una cantidad inferior a su anterior sueldo como presidenta del Senado. Pero entonces los españoles vivían aún los últimos coletazos de la bonanza económica y ello hizo que las críticas quedasen reducidas a las lanzadas por la oposición, que tachó sus palabras de “frivolidades”.
Collarte, en cambio, ha hecho sus polémicas declaraciones en un momento en el que el paro roza el 25% y se anuncian recortes en la sanidad, la educación, la prestación por desempleo o la dependencia. El contexto económico cuenta en cómo afectan este tipo de manifestaciones a los ciudadanos. “El lenguaje es traidor, hiere sensibilidades de un modo rotundo y ahora estamos muy crispados”, apunta Ramón Cotarelo, catedrático de Comunicación Política en la UNED. Una opinión compartida por Martín, quien asegura que “la coyuntura agrava [el efecto de] las declaraciones”.
Castellano, que asesora a familias para que gestionen bien recursos muchas veces escasos, afirma desde su experiencia que comprende “la indignación” de la gente porque la situación económica del diputado no se ajusta a la “normalidad”. Los datos lo corroboran. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el salario más habitual en España es 16.489 euros brutos al año (unos 1.400 al mes) y se sitúa más de 4.000 euros por debajo de la media (22.790 euros). Lo que revela, explica el INE, que la distribución de los sueldos en España es muy desigual: hay muchos que ganan poco y pocos que ganan mucho.
Esta realidad no casa con la que presentó el viernes la ministra de Empleo, Fátima Báñez, al detallar el cambio de criterio para conceder la ayuda de 400 euros del Plan Prepara a parados que agotan la prestación por desempleo. Báñez puso como ejemplo de quienes no tendrían derecho a esta prestación a los hijos de una familia de cuatro miembros en la que los padres ganan entre los dos 8.000 euros al mes.
El caso utilizado por la ministra fue interpretado por muchos ciudadanos como una afrenta, y una vez más se volcaron en las redes sociales para expresar su malestar. La situación planteada por Báñez está lejos de la realidad de la familia media española. Y la renta que ha fijado el Gobierno para que una persona pueda cobrar los 400 euros en el supuesto que planteaba la ministra (familias de cuatro miembros) tiene que ser inferior a 1.928 euros (482 por integrante). Una cifra muy por debajo a la mencionada por Báñez.
La aparente desconexión entre el discurso de algunos políticos y la cotidianeidad de la mayoría de los ciudadanos contribuye a ahondar el creciente divorcio entre ambos. “La sociedad se siente traicionada”, explica Carmen Fernández. “El ciudadano se preocupa por cuestiones que le afectan directamente y la clase política demuestra que no sabe lo que hay”, continúa. El resultado: “La gente ya no confía en ellos”.
El malestar ciudadano ante la clase política ha empezado a hacerse palpable en el Barómetro del CIS, en el que “los partidos políticos” figuran ya como el tercer problema que inquieta a los españoles (dato de junio), superado solo por el paro y los problemas económicos y por encima de la corrupción o la sanidad.
El alejamiento de los políticos de la sociedad se refleja también en las redes sociales. “Ahora las declaraciones no caen en saco roto, se comentan más allá de la conversación del bar”, señala Martín.
Ocurrió con Andrea Fabra cuando el pasado 11 de julio gritó “¡que se jodan!” en el momento en el que Mariano Rajoy anunciaba la reducción de la prestación por desempleo. Aunque la diputada por Castellón sostuvo que no se dirigía a los parados, sino a los diputados de la oposición, una internauta consideró que no era “digna” de su puesto e hizo una petición online en el portal Change.org para reunir firmas solicitando su dimisión. Una vez cumplido el plazo, 224.821 personas habían suscrito la demanda. Por cada una de ellas se enviaba un mensaje al correo electrónico de Fabra.
“Todos los políticos saben que sus declaraciones tienen efectos y ahora más con las redes sociales”, afirma Cotarelo. Los ciudadanos no solo tienen la posibilidad de ejercer su derecho a la libertad de expresión, sino que se organizan para ejercer presión. “Les pueden pedir que dimitan, que pidan perdón... Hay más movilización para hacer sentir a alguien la responsabilidad”, añade Martín.
Las expresiones de malestar ciudadano a través de las redes sociales (desde los comentarios satíricos y los temibles hashtags de Twitter hasta las peticiones de firmas) dañan la imagen de la clase política en general y, de manera muy especial, a los gobernantes directamente afectados. “Estas imprudencias se acaban pagando”, afirma Martín. Para el profesor, la presión popular “hace mella” y puede acabar afectando a la carrera política de quienes hacen declaraciones que hieren la sensibilidad de la sociedad. “Sus palabras serán recordadas”, explica, “y puede que en las próximas elecciones queden fuera de las listas”. Fernández opina que la imagen del partido es la que queda dañada. “Los políticos son personificaciones de sus organizaciones”, argumenta. Para la experta, estos casos denotan una falta de estrategia de comunicación. “Saber qué, cómo y cuándo lo digo”.
Ignacio Martín cree que las palabras de Collarte son fruto de la inexperiencia. “Hay fichajes de empresas privadas que no conocen el discurso político” explica. Por eso aconseja: “Prepárate lo que vas a responder”. Carmen Fernández insiste en que las “declaraciones alejadas de la realidad son habituales en el PP. No tienen una estrategia de comunicación adecuada”, advierte. En este sentido, Cotarelo cree que es propio de políticos conservadores decir que si ejercieran sus profesiones ganarían más. “Pero nadie les obliga a estar ahí”, subraya.
En el Partido Socialista fue el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero quien protagonizó un episodio en el que quedó en evidencia su desconocimiento de un asunto tan cotidiano como el precio de un café, aunque su tropezón fue mucho menos notable. En marzo de 2007, Jesús Cerdán (un ciudadano anónimo hasta entonces) preguntó al presidente si sabía cuánto costaba un café en el programa de TVE Tengo una pregunta para usted. “Ochenta céntimos”, respondió Zapatero, en un momento en el que el precio de un café en cualquier cafetería oscilaba entre 1,1 y 1,4 euros. Para el autor de la pregunta esa contestación revelaba que el político no estaba “en la calle”.
El precio del café ha sido protagonista de otros discursos políticos también criticados. “Al pensionista que más le va a costar las medicinas al mes van a ser solo ocho euros. Ocho euros son cuatro cafés. Es un café a la semana, 20 céntimos al día”. El consejero de Sanidad de Castilla-La Mancha, José Ignacio Echániz, minimizó con estas palabras, en la cadena Cope el pasado abril, el coste que iba a suponer a los pensionistas españoles la introducción del copago en los medicamentos. Echániz, quien también es portavoz del PP en materia sanitaria, no explicó que los jubilados tendrían que adelantar el 10% de su factura en medicinas que, aunque reembolsable, es un gasto difícil de asumir para quienes ya tienen dificultades para llegar a final de mes. Y los internautas reprobaron las declaraciones del consejero popular, quien al día siguiente de emitirlas se vio obligado a pedir disculpas. ¿Poco creíbles? “En esa clase de mensajes es cuando son sinceros”, señala el profesor Martín.
Las disculpas no siempre son suficientes
Algunos políticos piden perdón por declaraciones desafortunadas. Sobre todo ahora que los ciudadanos pueden mostrar su malestar rápidamente a los mandatarios en las redes sociales. Collarte se ha disculpado en diferentes medios de comunicación por decir que con 5.100 euros de sueldo las pasa “bastante canutas”.También se excusó Esperanza Aguirre cuando se la oyó decir (a través de un micrófono que no debía estar abierto) que ella “era pobre de pedir” y que el impuesto a las rentas más altas lo pagaría el entonces presidente del Congreso de los Diputados, José Bono. Andrea Fabra, diputada que gritó “¡Qué se jodan!” en el momento que se anunciaban recortes en la prestación por desempleo, emitió su disculpa por escrito: “Cometí un error del que no me siento honrada”.
¿Pedir perdón vale? No, según la profesora de Estrategia de Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos Carmen Fernández. “Lo que vale es la rectificación”, precisa. Tampoco el politólogo Ignacio Martín cree que sea suficiente. “Una vez se hacen declaraciones que molestan a la ciudadanía el daño ya está hecho”, dice. Pero “cuando se levanta polvareda, los políticos no tienen otra opción que pedir disculpas”, añade.
Ramón Cotarelo afirma que no se puede saber si las disculpas valen. “Eso lo tiene que decir el ofendido. Cuando hay uno, basta con preguntarle, pero la colectividad es anónima”, dice. El catedrático va un paso más allá y se pregunta: “¿Dónde ponemos la línea del comportamiento de los políticos?”. Y se responde: “Muy baja”. Cotarelo opina que la respuesta de un dirigente a las críticas por episodios como el que ha protagonizado Collarte depende las “convenciones sociales y morales”. “La responsabilidad penal está clara, pero la política es un terreno resbaladizo”, explica.
Para Cotarelo, exclamaciones como la de Andrea Fabra en el Congreso hubieran sido motivo de dimisión “en 24 horas” de un diputado francés o noruego. “Pero en nuestro país, por cultura o educación, parece que nadie les va a decir nada”. Reconoce, sin embargo, que la posibilidad de respuesta ciudadana en Internet está cambiando esta actitud. Las redes sociales permiten a la sociedad expresarse y a los políticos enterarse de esa realidad de la que se les acusa están alejados. Y a veces se consigue un perdón que, aunque no contente del todo, aplaca.
el dispreciau dice: no es cuestión de quejarse por el simple placer de "quejarse"... pero que te tomen por idiota no es bueno, y más allá, que insulten tu inteligencia pretendiendo mostrarte una "liebre" para luego asegurar que se trata de un "caballo", no conduce a ninguna parte... al menos no que sea buena para todos, para la sociedad en su conjunto. Pero la clase política anda abundante de discursos y carenciada de "luces", y creen que el voto les da derecho de propiedad sobre el resto de los mortales... y además creen que los funcionarios públicos, para cumplir el rol de tales deben ser serviles y obsecuentes, al mejor modelo de las corporaciones: "sí senor, no señor...". La sociedad humana está divorciada de la clase política y ésta (clase política) lo está de la realidad... La sociedad humana está harta de las mentiras de un modelo político perimido, que vende democracia pero impone dictaduras, desde la China hasta la propia Estados Unidos de Norteamérica. En unos casos las dictaduras nacen y mueren en la propia clase política, sin distinción de colores, clases, roles, y algunos etcéteras... en otros casos, como el de los E.E.U.U. la dictadura la ejercen las corporaciones que tienen atrapado al estado político según sus antojos de poder... la consecuencia está a la vista, pueblos empobrecidos, hambreados, ninguneados, luego negados, despreciados y excluídos. Sucede en cualquier lugar del mundo humano. La clase política está acostumbrada a mentir y burlar, y han ejercido tanto su derecho a la mentira que ya no recuerdan cuál es la verdad, ni tampoco a quién ni cuándo le mintieron... y hacen el ridículo... una y otra vez... repitiendo errores. El mundo humano ya no tiene justicia social, y ésta (justicia social) se ha vuelto una entelequia de libros, no más que eso. Mientras tanto las gentes padecen, sobreviven a manos de "atrasos" coordinados y hasta consensuados por la impericia política de unos pocos oportunistas que siguen sin entender que la navaja está por cortales el cuello. Claro está, la soberbia no te deja ver, y tampoco te deja pensar... algo así como que el oxígeno no llega a las neuronas y estas quiebran sus engranajes solidarios, sus otros compasivos, y ni qué hablar de los solidarios... conclusión: no hay humanismo, no hay condición humana, y la dignidad se compra y se vende según el rango de hambre que se disperse. La humanidad está saturada de repudios y de clamores por justicia, algo que no llegará de la mano de la actual dirigencia, porque tienen ojos pero no ven, tienen oídos pero no oyen, y más allá, ya no tienen alma ni espíritu, porque eso es lo que demuestran a través de sus acciones. El divorcio entre la sociedad y el estado ha llegado a un "climax" grave... la distorsión alcanza tal magnitud que se ha tornado inconsistente en sí misma, por ende no resiste análisis alguno... y encima promete empeorar. EUROPA medieval está en un precipicio de "principios" y por ende arrastra otro de "valores"... y el resto del mundo humano le sigue el tren en la creencia que van por la buena senda... lo que seguirá será el fin del sistema político y social, y junto con ello sucumbirá un modelo perverso de economías para pocos. AGOSTO 31, 2012.-