sábado, 7 de marzo de 2015

ESTA PELÍCULA YA LA VIMOS ▼ [Henciclo] interruptor - ¿Cultura? No, gracias, recién tiré - la columna de H enciclopedia

desde URUGUAY... una reflexión interrumpida [hencíclica] ►

[Henciclo] interruptor - ¿Cultura? No, gracias, recién tiré - la columna de H enciclopedia



interruptor_¿Cultura? No, gracias, recién tiré



EL ESTADO Y SU RENUNCIA AL JUICIO


¿Cultura? No, gracias, recién tiré

Carlos Rehermann

Deriva semántica

En el párrafo dedicado a la culturadentro de su discurso del día de su asunción en el cargo, el presidente Vázquez dijo:
           En sexto lugar: la cultura, sin duda, es un territorio de libertad, un lugar de encuentro democrático, un espacio para la creación colectiva y permanente de valores, de principios y de identidad de una sociedad. Dentro de esta vasta definición, y sin desmerecer otras manifestaciones de la cultura, quiero referirme a la cultura del trabajo para el desarrollo. Una cultura donde el trabajo no sólo es una forma de ganarse la vida, sino también un valor de vida […] Todos nosotros somos trabajadores, todos nosotros tenemos que defender nuestros derechos. Pero todos nosotros debemos asumir nuestras responsabilidades.
            En séptimo lugar… 

En algún momento del siglo XIX, en Europa se empezó a hablar de la metáfora agrícola “cultura” para referirse al mejoramiento personal a través de la instrucción y la formación personal mediante el contacto con las artes. El espíritu se podía cultivar. Cuando los antropólogos comenzaron a hacer sus investigaciones, es decir, cuando se empezó a inventar su disciplina, a fines de aquel siglo, “cultura” comenzó a abarcar todo el conjunto de saberes, cualidades y construcciones simbólicas de un grupo social o étnico. La historia del arte incluyó en sus índices el estudio del arte prehistórico europeo y el de comunidades originarias americanas y orientales, de modo que se preparó el terreno para que, a mediados del siglo XX, “arte” y “cultura” se convirtieran en sinónimos.

El problema es que a los sociólogos y antropólogos no les interesa el arte en tanto manifestación estética, sino lacultura en tanto construcción simbólica, y le da lo mismo una pintura de Tiziano que el símbolo que en Francia señala un local de venta de tabaco. Exactamente lo mismo le sirve a la industria, especialmente cuando el arte se hace técnicamente reproducible.A la industria le conviene la desacralización del arte, de manera que desdibujar el término, convertirlo incluso en algo esnob, identificarlo luego con una simple producción simbólica, terminar con el valor artístico y reducir el juicio estético a una elección basada en un derecho al gusto o a la identidad de una minoría, manipulando de paso el concepto de estilo para que deje de identificar un período y pase a ser una serie de estilemas personales o tribales, sirve también a fines comerciales. Todo el universo simbólico se reduce a marcas de identidad, representaciones de lugares efectivamente ocupados o a los que aspiran las masas, y todo eso es comercializable, todo es transable e intercambiable, con la condición de que sea inaplicable un juicio de valor artístico.

A los gobiernos también esa confusión les viene de perillas, porque sirve de escudo para cualquier decisión que se tome. El seudosilogismo es:
arte es cultura; cultura es todo; todo es arte.
Para evitar esta destrucción, este aplanamiento de la realidad, sería mejor no hablar de cultura, sino de arte. Por cierto, habría que explicar al gobierno que cocinar no es un arte, ni lo es romperle la crisma a un congénere, aunque en un caso se hable de arte culinario y en el otro de arte marcial.
La brusca deriva de “cultura” a “trabajo” en el discurso presidencial es muy rara. Si uno fuera un pusilánime que se siente culpable por ser artista, interpretaría que le están diciendo que arranque para las ocho horas, en vez de darle tanto a la poesía y al vino, ya se sabe cómo son los poetas. Bueno, lo del vino ya explicó el presidente que vamos a resolverlo por otro lado (1). Y lo de la poesía…bueno, identidad, valores, democracia, creación colectiva, diversidad, responsabilidad en el trabajo.
Salvo excepciones personales de algunos funcionarios y gobernantes, nunca en la historia del país, hasta ahora, hubo preocupación institucional por la cultura. De alguna manera es comprensible: el país era un páramo tan desalentador que José Batlle y Ordóñez tuvo que promulgar una ley por la cual se obliga a las instituciones públicas a que suministren una silla a cada funcionario para que pueda realizar su trabajo. Si tan desesperantemente pobres éramos, es lógico pensar que las artes fueran por completo prescindibles. 


Utilidad y éxito
El Estado parece obsesionado con aplicaciones prácticas del arte: el arte debe servir a la educación, a la integración de los presos, a la salud, a pasar mejor la vejez, a consolar a los enfermos terminales; los escasísimos fondos concursables se otorgan a proyectos con “impacto” (es la terminología que se emplea desde esferas oficiales), lo que obliga a los artistas a diseñar espectáculos o eventos basados en una respuesta de público, y no en una necesidad estética. Una necesidad estética es interna a la obra, al artista y a la sociedad, y no a problemas prácticos que deberían resolver ciertas áreas de la administración. Los tristes espectáculos que dan los contadores subidos a un estrado a proferir dislates sobre cultura ponen de manifiesto que el Estado busca con desesperación una justificación de los dineros que destina a la cultura. Eso no está mal, salvo que la búsqueda se hace en el lugar equivocado.

La obsesión por los números hace que cada año las salas de espectáculos pertenecientes al Estado publiquen las cifras de público que concurrió durante el año, festejando nuevos records. Pero, ¿es responsable un Estado que se empeña en complacer a mayorías a toda costa, en vez de diseñar y promover algo que sea bueno? ¿Qué es mejor, que se llene una sala con un circo europeo o que se estrene una sinfonía de un compositor uruguayo con una sala medio vacía?

El gobernante (o sus delegados, los gestores o gerentes), que nunca es tonto, responde: “las dos cosas”, porque él mismo está programado para complacer, pero lo cierto es que en las salas públicas solo hay circo y ninguna sinfonía uruguaya. Y nadie ha explicado por qué no es cierto que incluso una mala sinfonía uruguaya es muchísimo mejor que un excelente circo suizo.


“Bueno”, en el sentido en que el Estado debe ocuparse de las cosas, es poner en escena una pésima sinfonía uruguaya, una y otra vez, hasta que los buenos compositores uruguayos sepan que sus esfuerzos van a ser atendidos, y entonces se abra una competencia constructiva y en algún momento haya buenas sinfonías uruguayas.

Se podrá decir que existe lo bueno que al mismo tiempo es exitoso, pero ante esa probable objeción antepondré los dichos del recientemente expelido director de cultura del ministerio de cultura: “el Estado no puede juzgar”. Lo decía siempre, tanto cuando se ninguneaba a un evidente genio a favor de un mequetrefe leal, como cuando nadie se lo preguntaba, con la insistencia propia del obseso. En cambio, el Estado puede medir impactos. Pero entonces el Estado se parece demasiado a una fábrica de refrescos. Algo eficiente, productivo e idiota.

Juicio y castigo
No solo el Estado puede juzgar, sino que hacerlo es su obligación. Pero hay vacilaciones del Estado a la hora de juzgar incluso a esos delincuentes revestidos de bigotes escasos y uniformes deshonrados, que dieron rienda suelta a su bestialidad en los años 1970. Juzgar, evaluar y apoyar lo valioso y no apoyar lo inválido es justamente el rol del Estado. ¿O acaso ANCAP debería comprar petróleo mirándolo de lejos, dejando el juicio de su calidad a la Historia? Y si resulta ser barro negro incombustible, ¡bueno, son los riesgos que debemos correr para garantizar la independencia de criterios! Quizá ANTEL debiera comprar tres millones de módems sin hacer un juicio de su calidad, con tal de proteger la necesaria diversidad. Que el eyectado director de cultura tuviera miedo de equivocarse o fuera, no lo quiera el Señor, incapaz de separar lo bueno de lo malo, obligó al Estado a instaurar una política cultural irresponsable. Porque como no hay una política institucional, hay apenas idoneidades personales.

Y sin embargo, el Estado juzga el arte, y su juicio es: no vale nada.

Los montos de los premios nacionales de literatura, por ejemplo, que ascienden a un máximo de 1800 dólares (1200 en el caso de los libros inéditos), ponen en evidencia el valor que le da el Estado a los libros producidos en el país.

Un razonamiento básico permite ver lo ofensivamente bajo de esos montos. Digamos que una novela de 150 páginas fue escrita por un individuo con una gran capacidad de producción, algo así como una página por día. Seis meses de trabajo. Lo mínimo respetable sería pagarle al tipo, si es que gana el premio a la mejor obra del país, seis sueldos más o menos decorosos, más o menos unos 18.000 dólares., algo así como una retribución por el trabajo realizado. El Estado considera que debe pagarle 10 o 15 veces menos.

El Estado puede juzgar, como se ve, y lo hace, pero no tiene confianza en su juicio, o en los artistas. No se sabe. Tampoco importa.  


Impáctame, gatopardo
Las colas del sociólogo y el contador se enredan en la cultura, porque la cultura es todo, y entonces cuando se apoya un proyecto artístico mediante fondos públicos, en caso de haber un concurso, se le pide al artista que dedique casi todo el dinero a complacer a determinados públicos, con lo cual evidentemente una porción importante de las propuestas no tendrá apoyo, ya que no tendrá impacto.
En los viejos tiempos en que no había nada y los artistas vagaban a la intemperie, quejándose amargamente de la inacción del Estado, tenían la esperanza de que las cosas cambiaran. Vendría un tiempo de amaneceres y arcoíris, nacería el hombre nuevo y los artistas serían los que gobernarían la sociedad, con libertad, democracia y todas esas cosas colectivas e igualitarias, es decir verdaderas y justas. Pero ya no hay esperanza.

No hay esperanza de que la izquierda llegue al poder: ya llegó.

Ahora que hay fondos, premios y centros MEC, nos damos cuenta de que el viejo Tomasi di Lampedusa tenía razón cuando hacía decir a su Tancredi: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”.

Nota:
(1) En otra parte de su discurso anunció que el gobierno hará campaña para enfrentar el consumo abusivo de alcohol.
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el dispensador dice: en las Américas las gentes de bien, los anónimos, los desconocidos, los ciudadanos con derechos a medias, andan decepcionadas... frustradas... como transitando una pesadilla que les va hipotecando el futuro de a poco... al modo de Prometeo, encadenado con cadenas virtuales de estados ausentes y de políticos negligentes... mientras alguien o algo les come el hígado, las entrañas, los órganos macizos y también las partes blandas... todo eso mientras los estados vampiros les chupan la sangre para regocijo de pocos y drama de muchos...

América es un estado narco globalizado y corrupto funcional a los intereses del imperio aliado medieval y nazi con sede en Bruselas...

mientras los estados narcos van tomando entidad... la sociedad americana que no participa en el negocio ni tampoco en el discurso, está cada vez más atrapada por la desidia de unos pocos políticos de palabra suelta pero de neurona escasa... léase, "el discurso no salva, antes bien condena"...

aquí los recitados son muchos y variados... 

subsidiados y denigrados... ignorantes por conveniencia... o lo que es lo mismo, vagos protegidos...

violencia social gestada en y desde las cárceles imponiendo un modelo tumbero donde los buenos están entre rejas, y donde los victimarios andan sueltos e impunes, protegidos por la (in)justicia reinante, que va creciendo a medida que los delincuentes van ocupando espacios que antes eran propios de la sociedad moralmente civilizada...

luego, indicadores manipulados como para que nadie sepa ni entienda qué sucede y cuál es la verdad de la milanesa... esto es... economías equilibradas pero que al mismo tiempo están compuestas por montones de gentes que no hacen nada y viven de las migajas de los políticos y sus barbaries... 

muchas palabras fáciles que no contribuyen a nada más que los egos de los aplausos, las medallas, y los besos propios de selfies que mediatizan las circunstancias propias de vacíos, desfiladeros y laberintos de los que nadie escapa...

el divorcio entre la sociedad y el estado que ha exterminado los "estados de derecho" por impericia y negligencia de los otros, es significativo, dramático diría yo... tan dramático que da miedo según desde donde se lo mire... haciendo correr un frío por la espalda... porque la sociedad no es estúpida y sabe lo que viene, y si no lo sabe lo intuye, y si no intuye lo percibe, y si no lo percibe lo sueña como pesadilla... 

ya no hay realistas... ya no hay españoles del coloniaje... ya no hay ingleses... tampoco franceses... no, ahora están llegando chinos y rusos... y tengo la sensación de que los contratos firmados indican que estarán aquí hasta que la Tierra se evapore, con todo lo que ello implica... trenes a cambio de esclavos... rutas a cambio de más esclavos... minería a cambio de clonados... ciencias a cambio de comprados... esto es que tengo la sensación de un paisaje de esclavos que por ahora no son conscientes del tsunami que viene... esto es... el cambio ya está en curso... antes exterminaron a los indios, nativos, originarios... ahora van a exterminar el remanente de una sociedad pseudo europea que llegó a América para salvarse de las atrocidades de la Bruselas desquiciada... 

hoy, Bruselas padece Alzheimer y ya carece de consciencia de sus actos...

hoy, Beijing encontró todos los huecos necesarios para apoderarse de los espacios de las Américas y del África... tema no menor a la hora de los que siguen... ¿sabes hablar en chino?... ¿no?... comenzaría a ocuparme... ¿sabés hablar en ruso?... ¿no?... comenzaría a ocuparme... pronto... porque el tsunami de intereses y conveniencias porta el hambre dinosauresco del T.REX que hace mucho tiempo que no come... ah!, no esperes que nadie te salve... ya no queda dónde huir... y lo único que puede salvar a la humanidad es que alguien baje el interruptor y haya que comenzar de cero. MARZO 07, 2015.-


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