miércoles, 4 de marzo de 2015

AGBOGBLOSHIE ▼ Old Fadama: viviendo entre basura | Planeta Futuro | EL PAÍS

Old Fadama: viviendo entre basura | Planeta Futuro | EL PAÍS





Old Fadama: viviendo entre basura

El barrio más contaminado de Ghana no es sólo el Sodoma y Gomorra que cuentan los ghaneses, también es el lugar donde sus vecinos sueñan con un futuro mejor



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Un niño juega con un tirachinas en el vertedero de Agbogbloshie. / JAVIER CARBAJAL


No hay calle de Accra, la capital de Ghana, que no los haya visto pasar. Se trata de unos carros fabricados con cuatro ruedas y una tabla de madera desgastada. En ellos van reuniendo aquellos aparatos electrónicos que los propietarios ya no quieren y regalan o venden a un precio simbólico a los chavales que los pasean por las barriadas. Aunque deambulen toda la jornada y sus idas y venidas parezcan desordenadas o sin sentido, al final, todos descansan en el mismo lugar. Los aparatos electrónicos acaban en el vertedero tecnológico de Agbogbloshie, a donde van a parar no sólo los residuos de la capital ghanesa sino también miles de toneladas de los países del norte. Y, al otro lado del río, al que también podría definirse como cloaca por toda la inmundicia que reúne, se encuentra el barrio más pobre de Accra, Old Fadama. Allí aparcan la mayoría de aquellos carros hasta la jornada siguiente. Old Fadama es la otra cara de Agbogbloshie.
Miles de casas se aglomeran en una zona que antes de los años ochenta no era más que una marisma sin usar. La desigualdad entre el norte, más pobre, y el sur de Ghana, unida a la hambruna de 1983, a las disputas territoriales y a la dificultad de encontrar un trabajo en esta parte del país, dieron lugar a que a partir de entonces los norteños buscaran un hueco en la capital para subsistir. Así surgió Old Fadama, un tugurio en el que viven en torno a 80.000 personas en unas condiciones deplorables. Sus casas están construidas en madera de unos dos o tres metros cuadrados cuyo alquiler no supone más de 1,36 euros a la semana y donde pueden dormir entre dos y 20 personas; la luz la obtienen gracias a cuatro generadores, las duchas son públicas o privadas (14 céntimos de euro por ducha) y el baño es las propias afueras del barrio, al lado del río donde se acumulan los desperdicios que originan un olor insoportable junto a los humos del vertedero tecnológico. Y sin embargo, el censo en este lugar sigue creciendo hasta día de hoy.
Anas Sharif y su mujer, Afi Sharif, son una joven pareja originaria del norte, de la ciudad de Tamale. Fue hace cinco años cuando decidieron migrar a la capital porque, como cuenta Anas, "en el norte no hay lugar para hacer buenos negocios ni se consigue suficiente dinero para poder llevar a los niños a la escuela". Tienen dos. Al principio vivían en otro barrio pero finalmente decidieron mudarse a este porque era más barato y estaba más cerca del trabajo de Anas. Él procesa residuos electrónicos y ella montó hace dos años un negocio de productos básicos en el barrio. Así funciona la mayoría en Old Fadama: los hombres trabajan de mecánicos, construyendo más casas, arreglando viejos televisores y otros electrodomésticos o quemando cables para obtener el cobre y desvencijando los aparatos. Las mujeres crean pequeños negocios de alimentación, peluquerías, talleres de costura... y así surge un microcosmos dentro de la gran Accra que, sin embargo, nadie quiere que exista, salvo quienes viven allí.
Este lugar es conocido popularmente entre los ghaneses como "Sodoma y Gomorra". Se asocia con las drogas, la delincuencia, la prostitución, la violencia y la anarquía. Así que no es de extrañar que algunos taxistas se nieguen a llevarte a este lugar. Este modo de definir a Old Fadama ha generado una estigmatización social y una marginalización de esta comunidad que, según las autoridades, está ocupando el lugar de manera ilegal. Así, la vida en Old Fadama se complica más aún pues el Gobierno no facilita una educación pública, asistencia sanitaria ni ningún sistema de saneamiento. Con el añadido de que viven con la constante amenaza de desalojo.
El Gobierno no facilita una educación pública, asistencia sanitaria ni ningún sistema de saneamiento



Entre todas las casas hay una estancia construida con lonas que, aunque ya roídas por el tiempo, permiten la entrada del aire, lo que convierte a este lugar en un privilegio. Allí, una silla de plástico es el trono de Salam, el jefe de una de las zonas de este barrio. Salam, que tiene poco más de 40 años, cuenta que ocupa este cargo porque fue el primero en llegar, hace 20 años, y luego invitó a otros norteños a ir a vivir allí. Salam explica esto mientras guarda marihuana en pequeños cartones que hacen de bolsa. Luego vende cada saquito a 1 cedi (moneda local), que equivale a 27 céntimos de euro. Ese es su negocio que, junto al restaurante de su mujer, da de comer a sus hijos. Los jóvenes de Old Fadama pasan por allí para comprarla, las mujeres le ofrecen agua, frutas, pescado o carne de manera gratuita y cuando hay algún problema la gente implicada se reúne en este lugar para solucionar la disputa. Cada persona cuenta su versión de los hechos y él da su veredicto que debe cumplirse a rajatabla. Old Fadama no es tan anárquico como podría parecer.
A pocos metros de donde se encuentra Salam, un espacio abierto con suelo de serrín para que la humedad no alcance las casas hechas de madera, sirve de campo de fútbol para un grupo de muchachos. El sol brilla alto pero puede mirarse directamente gracias a las partículas de polvo y los humos del vertedero que se encuentra justo en frente, al otro lado del río. Son las cuatro de la tarde y comienza el entrenamiento que tiene lugar todos los días a esta hora. Antes de empezar, los chicos recogen toda la porquería que ensucia el interior del campo y la tiran a los lados, donde se acumula aún más basura o bien, la recogen con una televisión a modo de contenedor. Ahora sí, el Club del Norte, como se hacen llamar, está listo para jugar. Mohammed observa al equipo mientras entrena y a la pregunta, "¿Y tú por qué no juegas, no te gusta el fútbol?" responde: "sí, pero para estar en el equipo tienes que venir todos los días, si faltas estás fuera". Dentro del aparente caos de este lugar también existen unas reglas y estos chicos se toman su tiempo de ocio muy en serio.
El vertedero de Agbogbloshie está considerado uno de los lugares más contaminados del mundo
Un poco más allá otro grupo de niños también juega al fútbol y utilizan los monitores de ordenador para definir las porterías. Los niños de Old Fadama utilizan cables para los juegos de cuerda, y los restos de un frigorífico hacen de colchoneta para flotar en el agua. A las orillas del río, imitando a los mayores juegan a hacer fuego a lo que encuentran. Saltan, brincan y corretean entre basura orgánica e inorgánica, excrementos y otros residuos de diversa naturaleza. Su nariz ya se ha acostumbrado a los olores; sus ojos, algunos de ellos con hollín en el párpado inferior, al escozor que producen los humos y sus pies a andar sobre la mugre. Pero eso no quiere decir que estén libres de enfermar.
Las condiciones higiénicas de este lugar dejan mucho que desear ylos estragos pueden verse poco a poco en la gente. El vertedero de Agbogbloshie está considerado uno de los lugares más contaminados del mundo. Otro chico, también llamado Mohammed, enseña su torso mostrando la decoloración en su piel. "Me salió estando aquí, no sé a qué se debe", explica. Y mientras él cuenta esto, Joseph se encuentra en su habitación de dos metros cuadrados tumbado en el colchón con una malaria cogida en un lugar donde la basura y el agua estancada invitan a los mosquitos a quedarse.
Sin embargo, la joven Afi no quiere quedarse. Ve este lugar como un camino pero no como una meta. "Yo hoy, si quiero, me vuelvo a casa", dice con seguridad, "pero me quedo aquí porque vine en busca del dinero". Muchos de los jóvenes que trabajan quemando los cables para obtener el cobre piensan también así. La idea es ahorrar para conseguir dinero y volver al norte, a casa, a montar un negocio. Old Fadama no es sólo el Sodoma y Gomorra que cuentan los ghaneses, también es el lugar donde, al aparcar los carros que recorrieron la ciudad, los jóvenes que duermen en esas casas de dos metros cuadrados sueñan con un futuro mejor.

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