Borrachos a los 13 años
Al menos 5.000 menores fueron atendidos por abuso de alcohol en urgencias en 2015. “Es solo la punta del iceberg de un problema que se agrava”, advierten desde Sanidad
Madrid / Santiago de Compostela
Un grupo de jóvenes hace 'botellón' en Ciudad Universitaria, Madrid. SAMUEL SÁNCHEZ / QUALITY
—¿Me da una botella de ginebra, por favor?
—¿La quieres grande o pequeña?
La persona que se dispone a comprar el licor es una adolescente de 14 años. Menuda, morena, sin pintar, con brackets en los dientes y el pelo recogido en una coleta, Laura aparenta los años que tiene. Ni uno más. Quizá incluso alguno menos. A pesar de ello, le resulta muy fácil conseguir un viernes por la noche cuatro litros de cerveza, dos de vino, una botella de Martini y otra de ginebra. Si hubiera querido, podría haber logrado un arsenal de bebida que tumbaría a cualquier bebedor empedernido.
En cinco establecimientos del centro de Madrid —dos de grandes cadenas de supermercados y tres de alimentación regentados por ciudadanos chinos— le vendieron alcohol a una menor de aspecto aniñado sin pestañear. Al pasar por caja nadie le pidió el DNI. En algunos, como el de la ginebra grande o pequeña, tenían el alcohol detrás del mostrador, por lo que tuvo que pedirlo directamente a los dependientes, que se lo dieron sin problema. Solo en tres tiendas —también regentadas por chinos— se negaron. “Es por la niña que murió, ¿sabes?”, argumentó la dueña de un local. “No quiero líos”. Se refería a la menor, de 12 años, fallecida el pasado 1 de noviembre por un coma etílico en San Martín de la Vega (Madrid).
Menores que acaban en el hospital
El fallecimiento de la niña ha causado una gran alarma en una sociedad con una gran permisividad hacia el consumo y la venta de alcohol a menores. Los expertos sanitarios aseguran que casos tan graves y con desenlace fatal son aislados, pero los datos muestran una realidad poco tranquilizadora: al menos 5.000 menores fueron atendidos por intoxicación etílica en 2015 por los servicios de urgencias en España, según información recabada por este periódico de las diferentes consejerías de Sanidad de las comunidades autónomas.
El número total es sin duda mucho mayor. No todas las regiones recogen estadísticamente el número de menores borrachos que acaban en una ambulancia, hospital o centro de salud. Y, cuando lo hacen, algunas registran la cifra de chavales atendidos en todas las urgencias mientras otras refieren solo las urgencias hospitalarias o solo las extrahospitalarias. Algunas registran a todos los menores y otras solo a los menores de 15, o solo a los mayores de esta edad. Además, cada hospital recoge los datos de una forma distinta.
“Sería esencial crear un indicador nacional para hacer una radiografía correcta”, afirma Francisco de Asís Babín, delegado para el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio de Sanidad. “Esos 5.000 menores son solo la punta del iceberg. En esa cifra son todos los que están pero no están todos los que son. Los que llegan a urgencias y no aparecen en las estadísticas son muchos, y muchos más los que precisarían ayuda médica pero se quedan solos y desprotegidos esperando a que se les pase la borrachera”.
Cuando aterrizan en el instituto
El paso al instituto, a los 12 años, es un momento delicado. Laura explica que notó un cambio muy grande. En el colegio nadie salía de fiesta. En la ESO los chicos empiezan a sentirse mayores, a relacionarse con algún que otro repetidor, y a querer hacer vida adulta, lo que para muchos implica beber. “Normalmente la gente empieza a ir a las fiestas de los pueblos, y allí hay mucho alcohol y chicos mayores”, cuenta. Así empieza a aparecer una nueva forma de ocio y las botellas llegan al parque al que hasta hacía bien poco solo iban para jugar al fútbol o al baloncesto.
Miguel Rodríguez se encuentra en el hospital a los que peor acaban un viernes o sábado por la noche. Muchos, provenientes de estas fiestas de pueblo en las que los más pequeños se inician con el alcohol. Rodríguez es médico residente de pediatría del Hospital Puerta de Hierro de Madrid y lleva cuatro años atendiendo servicios de urgencias pediátricas —menores hasta los 16 años en la Comunidad de Madrid, hasta los 14 en otras—. Muchas veces son muy pequeños, de 12, 13 y 14 años, los que llegan solos al centro, en ambulancia.
“Suelen ser los amigos los que llaman”, explica. “Se asustan porque ven al chaval mal, que empieza a vomitar mucho o se duerme y no logran despertarlo, y deciden avisar. Pero no es raro que después se vayan y lo dejen solo en la calle para que los sanitarios no les hagan preguntas. Tampoco es excepcional que los compañeros de fiesta se desentiendan y no avisen a nadie. En ocasiones llegan chavales hipotérmicos que se han quedado solos dormidos en un banco de la calle en pleno invierno. El alcohol no solo es peligroso por el efecto directo sobre el organismo, sino por lo que puede suceder a un adolescente borracho que no tiene quien le ayude”.
“Las encuestas nos dicen que el consumo en general entre menores va disminuyendo, pero el consumo de riesgo, con atracones y borracheras, aumenta"
No es lo habitual, pero en cuatro años ha visto varios casos de comas etílicos en menores de 16 años, y alguna muerte. “Es un drama. Jóvenes sanos con toda la vida por delante que pueden perder la vida por haber bebido más de la cuenta. No tiene ningún sentido. Y todo enmarcado dentro de una gran permisividad social”.
Más borracheras que hace 20 años
Cerca del 80% de los chavales de entre 14 y 18 años ha bebido alcohol, según la Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España 2014-2015, elaborada por el Ministerio de Sanidad. La edad media de inicio está en los 13,9 años. Un 33,4% de los chicos y un 31% de las chicas habían tenido durante los 30 días anteriores a la encuesta algún atracón de alcohol (cinco copas o más) y el 22,2% se había emborrachado. Seis puntos más que en 1994. Y la mayoría no necesitó ningún intermediario para comprar las bebidas: lo hizo directamente en alguna tienda en la que nadie le pidió la documentación.
El delegado del Plan Nacional sobre Drogas, Babín, considera que el problema es grave y va en aumento. “Necesitamos abrir un debate social sobre una situación enormemente dañina para el desarrollo y la salud de nuestros menores”, señala. “Las encuestas nos dicen que el consumo en general entre menores va disminuyendo, pero el consumo de riesgo, con atracones y borracheras, aumenta. Y los menores empiezan a beber cada vez antes. La sociedad tiene que concienciarse y las leyes tienen que cumplirse. No podemos seguir siendo tan permisivos”.
La forma de empezar a beber ha cambiado notablemente en España en las últimas décadas. “Antes el primer consumo de alcohol se hacía en casa, con eso que ahora suena tan salvaje de dar a los niños pan con vino y azúcar de postre”, señala el sociólogo Artemio Baigorri, profesor de la Universidad de Extremadura. “Era un elemento de nuestra cultura y el alcohol se iba introduciendo poco a poco. Ahora lo aprenden con sus iguales y dentro de un modelo globalizado: los países del norte han incorporado nuestro botellón y nosotros, sus atracones. Está mal visto que los padres eduquen en el alcohol a los hijos pero las familias les dan dinero y un móvil con 13 años y no controlan lo que sucede después. Es una gran hipocresía”.
Lo que dicen los padres
La tolerancia hacia el alcohol alcanza a todos: familias, instituciones, empresas... “Los padres tienen reacciones muy distintas cuando les llamamos para avisarles de que su hijo está en urgencias y borracho”, relata el pediatra Rodríguez. “Algunos se enfadan mucho con los chavales y les echan una bronca de escándalo, otros son más comedidos, otros dicen que a quién no le ha pasado algo así de joven y minimizan lo ocurrido, algunos hasta se ríen...”.
"Está mal visto que los padres eduquen en el alcohol a los hijos pero las familias les dan dinero y un móvil con 13 años y no controlan lo que sucede después. Es una gran hipocresía”
“En general, socialmente se le da poca importancia”, opina. “Si ves a un chaval de 13 años bebiendo cubatas en el parque, no dices nada. No llama la atención. Y los chicos no se asustan ni cuando acaban en urgencias porque por lo general no se acuerdan de nada. Solo se preocupan cuando han estado muy mal y se lo cuenta algún amigo. Pero un chico de 13 años no piensa en su salud a largo plazo. No puede depender de ellos el beber o no”.
Babín coincide. “No podemos pedir a un menor que sea él quien se proteja del alcohol, porque no le toca; no ha madurado lo suficiente. Hay que impedir que tenga acceso a este tipo de bebidas. La cuestión, además, está regulada en todas las comunidades: legalmente, los menores no pueden adquirir alcohol ni consumirlo. Por tanto, debemos perseverar en hacer cumplir esas leyes”.
Falta implicación social
Pero esto no sucederá hasta que el conjunto de la sociedad no exija que se cumplan, coinciden los expertos consultados. “Y hace falta que los distintos sectores asuman su responsabilidad”, indica Babín. “Las instituciones deben controlar que los menores no estén bebiendo en la calle y ofrecer más alternativas de ocio. Hay que enseñar a los padres a detectar el problema y a lidiar con él... y, sobre todo, lograr un cordón sanitario en torno a la venta de alcohol a los menores. Si no pueden comprar, el problema será menor”.
“Las grandes superficies de alimentación deben exigir a sus dependientes que pidan la documentación a todos los que quieran comprar alcohol y las sanciones a las tiendas que incumplan la ley deben imponerse con contundencia”, opina el sociólogo Baigorri. Él es partidario de que se regule el botellón en todas las ciudades. “Si se sabe dónde están, la policía puede controlar que no haya menores bebiendo”, señala. “Los niños son cada vez más escasos en esta sociedad. Deberíamos tener un cuidado exquisito con ellos”.
LOS MÁS PEQUEÑOS BEBEN VODKA Y TEQUILA
El Observatorio Toxicológico fundado por la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría en 2008 constata que a los hospitales llegan ya casos de niños de 11 años, todavía saliendo de la infancia camino de la preadolescencia, con comas etílicos.
Este grupo de facultativos con epicentro en el hospital de Cruces (Barakaldo) pero con otros pediatras asociados, comprometidos en la recogida de datos periódicos en más de 60 servicios de urgencias de toda España, publicó en 2011 un estudio comparativo de unas cifras recabadas en 2001-2002 y las cosechadas entre 2008 y 2010. El resultado obtenido fue el de que, una década después, las consultas en urgencias pediátricas por intoxicación etílica eran más del doble.
Los médicos pasaron de asistir un caso relacionado con el alcohol por cada 5.936 urgencias por intoxicaciones infantiles de todo tipo a recibir un caso por cada 2.316 episodios. Mientras en 2001 la edad mayoritaria eran los 14 años, 10 años después los chicos de 13 atendidos en urgencias hospitalarias por intoxicación etílica igualaban prácticamente a los de 14 y los de 12 ya eran mucho más que una anécdota.
A edades tan tempranas, las intoxicaciones suelen tener lugar por la tarde: los chicos han bebido mucho y muy rápido con el objetivo de que la borrachera ya no sea evidente a la hora en que sus progenitores les fijan para regresar a casa. Según el Observatorio, un tercio de los pacientes fueron dados de alta tras una “valoración y tratamiento inicial” y ninguno de los niños registrados en sus estudios falleció.
Beatriz Azkunaga, representante del Observatorio, explica que las chicas ya representan un 44% del total de los afectados y que las bebidas preferidas para estos atracones de alcohol que acaban en el hospital son el vodka y el tequila. Según Santiago Mintegui, también coordinador del Observatorio, Cataluña y el País Vasco son las comunidades donde se están detectando unas cifras más preocupantes de intoxicaciones etílicas.
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GRÁFICOEl alcohol entre los jóvenes
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