Trump redobla la escalada y amenaza con aranceles a productos chinos por otros 200.000 millones
Pekín promete contraatacar con medidas "cuantitativas y cualitativas" y habla de "chantaje" por parte de la administración estadounidense
Washington / Pekín
Donald Trump, este lunes en la Casa Blanca. MICHAEL REYNOLDS EFE
Más madera. Donald Trump difundió esta noche un comunicado para amenazar a China con una nueva ola de aranceles, esta vez del 10%, en productos importados por valor de 200.000 millones de dólares al año (unos 172.000 millones de euros), incrementado la escalada entre las dos mayor potencias económicas. EE UU aprobó el viernes los gravámenes del 25% a un millar de productos chinos cuyas importaciones suman 50.000 millones. El Gobierno chino respondió con la misma moneda. Ahora Washington vuelve a golpear. Si el ojo por ojo y diente por diente no se detiene, la guerra sacudirá la economía global.
Que la medida puesta hoy sobre la mesa por Trump tiene un carácter puramente político, un órdago en la negociación, lo demuestra la forma en la que el propio presidente de EE UU lo comunica. “He pedido al representantes de EE UU para Comercio que identifique productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares para aranceles adicionales del 10%”. No sabe aún qué artículos merecen esa nueva tasa, ni menciona por qué el gravamen se sitúa en el 10%, y no en el 8% o el 15%, teniendo en cuenta que aún no está decidido qué bienes son los afectados.
Pero la cifra es voluminosa y sí deja muy claro a qué responde: a las represalias impulsadas por el régimen de Xi Jinping. El viernes, tras la puesta en marcha de los aranceles por parte de Washington, Pekín aprobó tasas del 25% para 659 tipos de productos agrícolas estadounidenses - soja, maíz, arroz, vacuno o cerdo, entre muchos otros- por el mismo montante, 50.000 millones de dólares. La decisión toca de lleno muchos territorios rurales claves en el voto trumpista.
“Esta última acción de China indica claramente su determinación a mantener a EE UU en una desventaja permanente”, criticó Trump en su comunicado. De ahí los 200.000 millones sobre la mesa. “Después de completarse este proceso legal, estos aranceles entrarán en vigor si China rechaza cambiar sus prácticas y también si insiste en seguir adelante con los aranceles que ha anunciado”, añadió.
Pekín ha contestado rápidamente al nuevo órgado de Trump. Si estas tasas entran en vigor, China contraatacará con "múltiples medidas tanto cuantitativas como cualitativas", aseguró este martes el Ministerio de Comercio del país asiático. Las autoridades dejan la puerta abierta, por tanto, no solamente a la aprobación de aranceles sobre productos estadounidenses, sino también a otras acciones que perjudiquen los intereses de Estados Unidos en China. Entre ellas, según los analistas, está la posibilidad de maniobrar para inclinar a favor de China la balanza de servicios -actualmente es Estados Unidos el que registra el superávit en esta categoría- con medidas que dificulten el turismo o la educación de ciudadanos chinos en este país, complicar las operaciones de las empresas americanas en su territorio, jugar con el valor de su divisa o modificar el ritmo de compras de deuda pública estadounidense.
"Estados Unidos ha iniciado una guerra comercial y violado las leyes del mercado, y está dañando los intereses no solamente de China y Estados Unidos, sino del resto del mundo", dijo el Ministerio en un comunicado. El organismo calificó el anuncio de Trump como una "práctica de presión extrema y chantaje que no se corresponde con el consenso alcanzado por ambas partes en múltiples ocasiones".
Las varias reuniones que han mantenido ambas administraciones en materia comercial no han servido para resolver las quejas de Estados Unidos, que busca revertir el abultado déficit comercial y acabar con lo que considera prácticas desleales por parte de Pekín como su política industrial o las limitaciones de acceso a su inmenso mercado. Si bien en un principio se alcanzó un vago consenso por el cual Pekín se comprometía a aumentar sus compras de productos estadounidenses, este compromiso de desvaneció una vez Trump volvió a la carga con gravámenes que afectan a productos chinos de alta tecnología cuyo valor asciende a 50.000 millones de dólares, unas tasas que entrarán en vigor el 6 de julio.
El neoyorquino advirtió de que no bajará el revólver en lo que parece un duelo en toda regla. Si ahora China responde con la misma moneda, es decir, con sus propias nuevas tasas a otros productos estadounidenses por valor de 200.000 millones, Washington responderá con otros 200.000. China importa de Estados Unidos productos por valor de 130.000 millones de dólares en total, con lo que cualquier respuesta de magnitud similar por parte de Pekín supondría gravar todas las mercancías estadounidenses. Incluso una medida de este calibre no sería suficiente, de ahí la referencia del Ministerio chino a llevar a cabo acciones "cualitativas".
La Administración de Trump quiere reducir el enorme déficit comercial que tiene con China (de 376.000 millones) y acusa al régimen de Xi Jinping de apropiarse de tecnología estadounidense al obligar a las multinacionales a asociarse con firmas locales para poder invertir en el país, entre otras malas prácticas. Pero en su batalla contra el desequilibrio comercial la Casa Blanca también ha apuntado a la Unión Europea y sus vecinos de Canadá y México.
En los primeros compases, la guerra comercial se declaró con mucho ruido y pocas nueces, es decir, con frases gruesas de Trump, pero cifras económicas reducidas. Las potencias se cruzaron aranceles a mercancías por 3.000 millones de dólares por cada lado (el acero y aluminio chinos en Washington y la carne de cerdo, ciertas frutas, vino y tubos de acero en Pekín), cuando el volumen de comercio bilateral sumó a 630.000 millones el año pasado. La etapa de los gestos ha terminado, las cifras actuales son la guerra total.
Las bolsas de valores asiáticos se resintieron por esta nueva escalada de amenazas entre ambas potencias. La Bolsa de Tokio cedió un 1,77% y la de Seúl un 1,52%, mientras que el parqué de Shanghái sufría un batacazo del 3,8% a pocos minutos del cierre, situándose en mínimos de dos años. ZTE, la tecnológica china que se ha utilizado como moneda de cambio en estas negociaciones comerciales y cuyo futuro está ligado a su resultado, vio como sus títulos en Hong Kong se desplomaban un 23,5%.
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