“¡Qué voy a hacer! Estoy en medio del mar. ¿Esto puede durar un mes?”
El barco humanitario 'Aquarius' lleva desde el domingo a la espera de instrucciones de las autoridades en un punto entre Italia y Malta
Migrantes a bordo del 'Aquarius' este lunes. FOTO Y VÍDEO: ÓSCAR CORRAL
A bordo del 'Aquarius'
Lejos de tierra firme, de los despachos y sin Twitter (ni móvil siquiera la mayoría), los migrantes a bordo del Aquarius no son conscientes de ninguna manera del tremendo debate que su caso ha generado en Europa. Ni del pulso entre cancillerías del que son involuntarios protagonistas y que puede ser determinante para el futuro de los rescates de migrantes en el Mediterráneo. Desconectados del mundo, desconocen la oferta del nuevo presidente español, Pedro Sánchez. Sus caras denotaban preocupación y extenuación cuando esta tarde han asistido a la llegada de una lancha militar de Malta con suministros: fideos, galletas y botellines de agua para alimentar y quitar la sed a 629 personas durante poco más de 24 horas.
Olajumoke Adeniran Ajayi, de 30 años, su esposo y sus dos hijos se preparan para pasar su segunda noche a bordo, a la espera de que un puerto europeo les acepte. Los pequeños Donald y Progress, nacidos ambos en Libia, dormirán con su madre bajo techo; su padre, en cubierta. “Estoy contenta porque el viaje hasta aquí no ha sido fácil”, decía la madre por la mañana cuando creía que pronto estaría en tierra, en Italia. La travesía de 10 horas desde Libia, con su bebé pegado al pecho en una mochila, fue aterradora. “Tenía mucho miedo porque nunca había visto tanta agua. Nunca”. Por la tarde, era la imagen de la resignación. “¿Que cómo estoy? Intentado lidiar con ello”, dice. “¡Qué voy a hacer! Estoy en medio del mar, solo me queda esperar que esto mejore. ¿Cuánto durará esto?”. A la negativa responde con otra pregunta: “¿Esto puede durar un mes?”.
El buque de rescate y atención humanitaria que operan SOS Mediterraneé y Médicos Sin Fronteras desde hace dos años ha cumplido sus primeras 24 horas en stand by en aguas internacionales, dos días desde que en nueve horas hizo dos rescates y recibió a otros cientos de migrantes rescatados por la Marina de Italia. En un instante, a mediodía, el optimismo que exhibían ha derivado en una preocupación evidente en cuanto los miembros de las ONG les han informado de que no iban a pisar Italia tan pronto como esperaban. “Esto se puede alargar 2 o 3 días”, les ha advertido megáfono en mano Ramzi ben Nasr, tunecino y de MSF, en un mensaje perfectamente medido para ofrecer certezas –estamos a la espera de instrucciones, estáis seguros—sin generar falsas expectativas. Un murmullo ha sustituido al silencio en cubierta.
A su lado, Selin Cakar, turca y experta en casos humanitarios, ha explicado con un mapa inmenso la posición exacta del barco: “Estamos aquí, muy lejos de Libia. Esto es Malta y aquí está Italia”, iba diciendo mientras señalaba los lugares. Novedades transmitidas en árabe, inglés y francés. Solo uno de los migrantes ha alzado algo la voz, amenazando con echarse al agua, ahora que está cerca de Italia. Una veterana y diminuta enfermera de MSF y varios fornidos rescatadores le han calmado mientras el resto de sus compañeros de odisea le pedía calma.
Este lunes al caer el sol no hay cánticos y alegría, como anoche, sino incertidumbre. La tripulación ha puesto música marchosa.
El capitán y los responsables a bordo de estas dos ONGs que se aliaron para salvar vidas en el Mediterráneo a partir de 2016 continúan a la espera de instrucciones del Centro de Coordinación Marítima de Roma. Es este organismo el que, según las normas de la mar, debe comunicar al capitán en qué puerto puede desembarcar a los migrantes. Este y todos los rescates están sometidos a unas minuciosas normas, a una cadena de mando y de comunicación. En el puente de mando impera la calma aunque las gestiones, los correos electrónicos y las comunicaciones por radio se suceden a toda velocidad. “No hemos recibido ninguna comunicación oficial de los Centros de Coordinación Marítima de Italia o España respecto a las informaciones de que el presidente Pedro Sánchez ha ofrecido Valencia como puerto seguro”, ha explicado una portavoz de MSF a bordo.
El italiano Nicola Stalla, coordinador de rescate del Aquarius y que antes de sumarse a SOS Mediterraneé era marino mercante, explica que es la primera vez en su carrera que no le dan un puerto donde desembarcar. “Estamos informando constantemente al oficial de guardia (del centro de coordinación de Roma) de la situación a bordo que, obviamente, corre el riesgo de deteriorase, la salud de las personas a bordo está en peligro porque están expuestos al sol y al calor y requiere una respuesta rápida”.
Todas las cubiertas de este buque están atestadas de gente. Mientras los 629 rescatados –incluidos siete embarazadas y 123 menores que viajan solos-- se convertían en el centro del siempre pospuesto debate sobre cómo gestionar a medio y largo plazo los flujos migratorios a Europa, la actividad del barco prosigue: los niños –hay más de una decena y varios bebés—corretean ajenos a las preocupaciones de los mayores, los enfermos hacen cola para que les vea el médico o uno de los enfermeros, la matrona se ocupa de las madres y los lactantes, una adolescente se desmaya, cada uno buscaba un hueco donde echarse a dormir… Y un rescatador limpia las letrinas a manguerazos. El Aquarius, de bandera de Gibraltar y 77 metros de eslora, está preparado para atender durante el par de días que suelen pasar hasta que desembarcan o son transferidos a otro buque hasta 550 rescatados pero no para que una estancia indefinida de más de 600. El barco sigue donde paró el domingo por la noche: a 35 millas náuticas de Italia y a 27 de Malta. Ya este lunes a primera hora los migrantes preguntaban por qué estaba en barco parado. “Empiezan a preocuparse, son personas frágiles y vulnerables que llevan 48 horas en el mar, empieza a ser una situación crítica”, ha explicado este lunes a primera hora Aloys Vimard, coordinador de MSF a bordo del buque.
Un tercio de los huéspedes a bordo fueron rescatados por el equipo del Aquarius de dos pateras que iban a la deriva, una de las cuales llegó a romperse y a 40 los tuvieron que sacar del agua. Los 400 restantes fueron localizados y recogidos por barcos mercantes o de la Marina italiana y trasvasados por los militares al Aquarius para que los llevara a puerto. Pero Italia tiene un nuevo Gobierno que declara la victoria en este pulso formidable, proclama por tierra, mar y aire que quiere cerrar los puertos y los ha cerrado bajo la atenta mirada de Europa.
“¿Tienes un cargador?”, preguntaba uno de los migrantes. Cuando su interlocutor le ha respondido que no y que no hay cobertura, el africano ha replicado: “Necesito cargarlo porque ya estamos cerca”. Esa fina línea en la que uno roza Europa pero no llega a alcanzarla. Ahí están estas 629 personas que huyen de la pobreza, de la persecución, de la guerra que siguen buscando un puerto al que ni siquiera piden que les dé la bienvenida, les basta con que les acepte.
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