El líder de los conservadores franceses destituye a la ‘número dos’ e impone su línea dura
El presidente de Los Republicanos, Laurent Wauquiez, quiere luchar por los votos del ex-Frente Nacional
París
Laurent Wauquiez y Virginie Calmels, el pasado septiembre en Étables (Francia). PHILIPPE DESMAZESAFP
La derecha en Francia muestra signos crecientes de tensión. Debilitada por la derrota humillante en las elecciones presidenciales de 2017 y por la victoria de Emmanuel Macron, hoy afronta otra amenaza: la tentación del nacional-populismo hoy triunfante en algunos países de Europa.
Las diferencias en la cúpula de Los Republicanos han estallado con la destitución de su número dos, la moderada Virginie Calmels, crítica con la retórica del presidente del partido, Laurent Wauquiez con la inmigración, la delincuencia y el terrorismo. "Es exactamente la retórica de quienes usan el miedo para ganar elecciones. Y, además, no se pueden reducir los problemas de Francia únicamente a estas cuestiones", dijo Calmels el domingo en una entrevista al diario Le Parisien.
Con la marcha de Calmels, se impone la línea de Wauquiez, ante la preocupación de muchos dirigentes y votantes por la suerte de un partido que, en sus sucesivas metamorfosis, ha vertebrado la V República francesa. Los partidarios de Wauquiez aluden a la falta de lealtad de Calmels como motivo de su cese, más que la ideología. Su sustituto, el alcalde de la población mediterránea de Antibes, Jean Leonetti, procede de la órbita moderada.
Los Republicanos aparecen hoy como un partido desorientado, incapaz de superar el fracaso en las últimas presidenciales. Su líder está atrapado entre dos políticos que intentan comerle terreno. A su izquierda, el propio Macron, que ha integrado en su gobierno a políticos de peso procedentes de Los Republicanos —entre ellos el primer ministro y el ministro de Economía— y en la práctica gobierna con una política de centro-derecha. A su derecha, el líder de Los Republicanos compite con el Frente Nacional de Marine Le Pen, ahora rebautizado como Reagrupamiento Nacional, un cambio de nombre que, entre otros objetivos, persigue abrir al viejo partido ultra a votantes de la derecha tradicional, los mismos que deberían ser votantes naturales de Los Republicanos.
La solución de Wauquiez, elegido en diciembre de 2017, podría haber sido acercarse al centro-derecha, pero este espacio lo ocupa Macron. Tampoco parece buscar el ‘rassemblement’ o ‘reagrupamiento’, palabra fetiche en la política francesa, es decir, la unión de todas las derechas republicanas, que siempre fue la fórmula de éxito para la victoria, desde el presidente Jacques Chirac a Nicolas Sarkozy. No, Wauquiez ha entendido que, en el momento nacional-populista, era el momento de girar a la derecha y competir —no sólo en materia de inmigración, sino también europea— por los votantes del Frente Nacional.
Así se explican las tensiones crecientes entre él y su número dos, Calmels, una exdirectiva de la empresa audiovisual Endemol y número dos en la alcaldía de Burdeos del veterano Alain Juppé, líder del ala moderada de Los Republicanos y mentor del primer ministro de Macron, Édouard Philippe. En los últimos días, Calmels había repetido las críticas a Wauquiez. “Quiere imponer sólo su línea, pero no creo que sea el mensaje correcto”, dijo en Le Parisien.
Calmels reprochaba a Wauquiez la publicación de un folleto del partido titulado “Para que Francia siga siendo Francia”, donde se retomaban ideas sobre la inmigración o la seguridad próximas a las del Frente Nacional. La entrevista precipitó su destitución, la evidencia de que las turbulencias de la derecha tradicional europea tampoco dejan indemne a la francesa.
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