domingo, 29 de octubre de 2017

PODER SIN VERGÜENZA Y PODER SINVERGÜENZA || La viuda de un sargento muerto en combate deja en evidencia a Trump | Estados Unidos | EL PAÍS

La viuda de un sargento muerto en combate deja en evidencia a Trump | Estados Unidos | EL PAÍS

La viuda de un sargento muerto en combate deja en evidencia a Trump

La mujer, embarazada y madre de dos hijos, afirma que el presidente la hizo llorar y que ni siquiera se acordaba del nombre de su esposo en la llamada de condolencia





Myeshia Johnson, viuda del sargento La David Johnson, besa su ataúd durante su entierro el sábado. 

Un soldado muerto, una viuda rota y un país desconcertado con su presidente. Donald Trump se ha topado con un muro más alto que su propia ceguera. Se trata de Myeshia Johnson, esposa del sargento La David Johnson, fallecido en combate. Con voz firme, la mujer ha puesto contra las cuerdas al presidente al recordar la terrible llamada de condolencia que recibió. “Me dijo que mi marido sabía a lo que iba, me hizo daño y me hizo llorar. Ni siquiera se acordaba de su nombre”, ha sentenciado.
Las palabras de Myeshia Johnson, embarazada de seis meses y madre de dos niños pequeños, han disparado la polémica que desde hace una semana galvaniza a Estados Unidos. El sargento, de 25 años, falleció el 4 de octubre en Níger junto a otros tres miembros de las fuerzas especiales. Un comando del Estado Islámico les emboscó mientras participaban en una operación con soldados nigerinos. Las circunstancias del ataque no han sido aclaradas y desde el primer momento suscitaron dudas. Pero la controversia se agigantó el pasado martes, cuando la viuda del sargento recibió la llamada de condolencia del presidente. Un ritual que pocas veces trasciende y que, en un país en guerra permanente, ha adquirido un carácter casi sagrado.
La conversación fue escuchada por un pequeño grupo de allegados, entre los que se encontraba la congresista demócrata Frederica S. Wilson. Fue ella la que hizo pública la prepotencia de Trump: no sólo le había recordado a la viuda que su marido sabía lo que había firmado al alistarse, sino que incluso se olvidó de su nombre.


La respuesta del republicano fue contundente. Considerándose víctima de un ataque político, acusó a la congresista de “fabricarlo” todo. De poco sirvió que la madre del fallecido y su abuela corroboraran la versión de la demócrata. Acorralado, Trump se revolvió con virulencia. Hizo que sus portavoces se multiplicaran para desmentir las imputaciones y ordenó salir en su defensa al jefe de gabinete, el general de marines John Kelly, con un hijo caído en combate.
En una excepcional comparecencia pública, Kelly se arrastró por el fango y trató sin éxito de salvar la cara a un presidente que, en su afán por echar balones fuera, había lanzado la falsa acusación de que Barack Obama no llamaba a las familias de los fallecidos en actos de guerra. Entre ellos, al propio general Kelly cuando murió su vástago.
La ofensiva de la Casa Blanca, lejos de calmar los ánimos, los encrespó. Ni la familia ni los demócratas callaron. Y muchos republicanos dieron un paso atrás al advertir que el presidente estaba pisando arenas movedizas. La imagen de la viuda besando el ataúd de su marido, la confusión en torno a la emboscada y la incapacidad de Trump para ganar crédito dieron oxígeno a una polémica que hoy ha tocado techo con la aparición de Myeshia Johnson en Good Morning America, de la cadena ABC.
Dolida pero firme, la viuda ha recordado que Trump la hizo llorar. “El presidente me dijo que mi marido sabía a lo que iba. Me enfadé mucho con su tono de voz y cómo me lo dijo. No se acordaba del nombre y solo lo mencionó cuando consultó el informe sobre mi esposo que tenía frente a él. Le oí titubear y tratar de recordarlo, y eso me dolió, porque él había luchado y arriesgado su vida por su país”, contó la mujer.
El obús de Myeshia fue rápidamente contestado por Trump. En un tuit matinal, afirmó: “Tuve una conversación muy respetuosa con la viuda del sargento La David Johnson, y dije su nombre desde el inicio, sin vacilar”. El presidente, otra vez, no daba su brazo a torcer. Por el contrario, negaba las palabras de la viuda. No importaba el dolor.

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