Nunca más
La sociedad civil catalana recupera la voz, las calles y las instituciones
Manifestación en Barcelona por la unidad de España. TONI ALBIR (EFE) VIDEO: QUALITY
Cientos de miles de catalanes demostraron ayer que la manifestación del 8 de octubre no fue una respuesta fugaz al independentismo. Desbordando de nuevo las calles de Barcelona, dejaron meridianamente claro lo cómodos que se sienten en el marco constitucional español y, sobre todo, que no están dispuestos a regalarles la hegemonía de la calle a los secesionistas. Sin la estructura, financiación ni los apoyos institucionales de los que ha gozado el procés,Sociedad Civil ha demolido el mito independentista de que el pueblo catalán aspira a la ruptura. Después de ayer, el procés no podrá nunca más usurpar como ha hecho hasta ahora el nombre de Cataluña.
Cataluña ha demostrado en esta difícil tesitura que su sociedad es mucho más plural de lo que el bloque independentista se empeña en mostrar. Plural y solidaria con su país, España, al que siempre ha enriquecido con su carácter emprendedor, su lengua, su cultura y su seny, su sensatez. Que frente al “España nos roba” hay otra Cataluña, mayoritaria, dispuesta a airear sin complejos su españolidad y su adhesión a la Constitución. La de ayer fue una nueva derrota del secesionismo que puede preludiar la que le pueden infligir las urnas el 21 de diciembre.
Es un momento decisivo. Es la hora de regresar a la política de verdad, a esa que se atiene a la ley y no ahoga al disidente, a la que atiende los intereses de los ciudadanos en vez de organizar demostraciones de fuerza en la calle, una estrategia, no lo olvidemos, iniciada por el bloque independentista, la estrategia que ha movilizado a la otrora mayoría silenciosa.
Las semanas que restan hasta el 21 de diciembre no serán fáciles. Carles Puigdemont ha llamado a una resistencia numantina frente al artículo 155, que tacha de “agresión a los catalanes”. No reconoce Puigdemont su propio cese, como no podrá reconocerse como el agresor que ha causado tan grave daño a Cataluña.
Si el artículo 155 se aplica con mesura, con determinación y con inteligencia, es muy probable que Cataluña recupere pronto la normalidad institucional, pero hará falta mucho más tiempo para restañar las heridas abiertas por el procés en la sociedad catalana. Tardará en llegar la deseada reconciliación entre catalanes, la convivencia pacífica y en orden de ideales distintos, libre de etiquetas y de prejuicios. Uno de ellos debe caer cuanto antes: los constitucionalistas no son unos extremistas anticatalanes y de extrema derecha.
Conviene hoy recordar que no ha sido Puigdemont, sino la aplicación de la Constitución la que ha llamado a los catalanes a las urnas, las de verdad. El grito independentista de “votarem” en defensa de un referéndum ilegal realizado sin garantías democráticas se le ha vuelto en contra. El bloque secesionista tiene que entender que sus aspiraciones, si no abusa de la ley, son tan legítimas como las de los otros y que ahora tiene la oportunidad de volverse a medir allá donde las fuerzas democráticas lo hacen: en las urnas. Sus abusos han favorecido la unidad de acción de la oposición, otro elemento que apuntala la derrota secesionista. La mayoría social debe movilizarse para ganar con sus votos, para que nunca más se regrese a la pesadilla que todavía hoy está viviendo Cataluña.
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