sábado, 20 de agosto de 2016

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Día Mundial de la Asistencia Humanitaria: ¿Cómo acaba una matemática siendo trabajadora humanitaria? | Planeta Futuro | EL PAÍS



¿Cómo acaba una matemática siendo trabajadora humanitaria?

En el planeta, 130 millones de personas necesitan ayuda urgente para sobrevivir. En el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, nos acercamos a la realidad de quienes se dedican a esa tarea



Dia Mundial de la Asistencia Humanitaria

Mujeres y niños que recibirán asistencia humanitaria en Mayendit County, Sudán del Sur, en enero de 2016. Hacía alrededor de un año que las organizaciones humanitarias no podían acceder a la zona. 





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En el mundo, 130 millones de personas no tienen más opción que esperar a que les llegue ayuda urgente para comer o curar sus heridas. Para sobrevivir. Sin ella, el cambio climático y los conflictos amenazan cada día su existencia. Es el dato que ha querido destacar la ONU con motivo de la celebración del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria que cada 19 de Agosto, desde 2008, conmemora el ataque contra la sede de la ONU en Bagdad en 2003 y en el que murieron 22 personas. Esta edición tiene por lema Una Humanidad, y se centra en las conclusiones de la Cumbre Humanitaria Mundial que se celebró en Estambul en mayo.
No eran los primeros, ni fueron los últimos. Cada año, aumenta el número de asesinatos y ataques a cooperantes en servicio. En 2013 se alcanzó la cifra récord de 474 víctimas en 264 incidentes violentos, casi el doble que en 2012. En 2015, 287 sufrieron algún tipo de agresión: 109 murieron, 110 fueron heridos y 68 secuestrados, según los datos que recopila anualmente el Aid Workers Security Report. Sudán del Sur, Afganistán, Somalia, Yemen y Siria son, en ese orden, los puntos negros donde el personal humanitario lo tiene más difícil, y no solo por el peligro que ellos mismos corren, sino también por la imposibilidad en la práctica de cumplir su función: ayudar. Buen ejemplo de ello es la situación de malnutrición severa que se ha encontrado Médicos sin Fronteras en el estado de Borno (Nigeria) debido a la ausencia total de asistencia en las zonas controladas por Boko Haram. Unos 500.000 desplazados por la violencia de este grupo terrorista necesitan de forma urgente comida, agua potable, refugio y atención médica, alerta la organización. El 15% de los niños sufre desnutrición aguda. Y más: la paralización de los programas de vacunación ha derivado en lareaparición de nuevos casos de polio también en Borno, dos años después de que el país africano saliera de la lista de endémicos. 
En 2015, 287 trabajadores humanitarios fueron víctimas de ataques: 109 murieron, 110 fueron heridos y 68 secuestrados
Con todo, hay quienes deciden dedicar su vida e a salvar la de otros: de losrefugiados que se la juegan en el Mediterráneo, a los que el hambre consume en Sudán del Sur o a los que la sequía ha dejado sin más sustento que el aire que respiran en Malawi. Estos son apenas tres ejemplos de las crecientes crisis que proliferan y se cronifican por todo el mundo. Y con ellas, se multiplican el número de víctimas y la necesidad de dinero para atenderlas. Mientras llegan las soluciones que anulen las amenazas, la asistencia necesita de más fondos. Un reto que se planteó en la Cumbre de Estambul, donde se evidenció que de los 20.000 millones de euros solicitados el año pasado, ni siquiera se recaudaron la mitad.
Pero no todo lo consigue el dinero. La otra pata de la ayuda son las personas.Son médicos, pilotos, enfermeros, ingenieros, misioneros, periodistas, profesores... y matemáticos, sociólogos o nutricionistas. ¿Cómo acaba una matemática española en Uganda? ¿Para qué? Estas son las historias en primera persona de tres trabajadores del Programa Mundial de Alimentos, el encargado de llevar comida allí donde la población carece casi por completo de cereal que llevarse a la boca.

ALBA COLLAZOS: UNA MATEMÁTICA EN UGANDA

Alba Collazos en su oficina. PMA UGANDA
Trabajo para el Programa Mundial de Alimentos (PMA) desde el 21 de abril de 2014. Empecé como consultora de monitoreo y evaluación en Kampala, la capital de Uganda. En ese momento y lugar vi mi sueño profesional cumplido: trabajar para una agencia humanitaria de la ONU.
Esta oportunidad me llevó, en octubre de 2015 casi dos meses a Juba (Sudán del Sur) y viendo el trabajo que se hacía allí, el tamaño de la operación, los números y los proyectos me quedé fascinada por el reto. Me ofrecieron unirme a ellos y en febrero 2016 me trasladé a Juba. Me encanta mi trabajo, el país, la gente, el proyecto. Me siento realizada en Sudán del Sur, en terreno, pero sobre todo en el PMA.
Soy matemática y poder aplicar mis conocimientos técnicos en un proyecto de ayuda humanitaria y más en emergencias me llena como persona. Además me siento muy identificada con la organización, su visión sus objetivos y, sobre todo, los que la componemos. He tenido una suerte espectacular uniéndome a esta agencia de la ONU que creo no tiene igual ni comparación con otras.
Hago monitoreo y evaluación de los proyectos y, aunque nuestro puesto no está principalmente en terreno, veo el terreno con sus números. Nos encargamos de monitorear que la entrega de comida, vales y metálico se hace adecuadamente en relación a cantidades, calidad, tiempos, seguridad, información, buenas prácticas y sensibilización, igualdad entre hombres y mujeres, y que todo se desarrolla de acuerdo a unas pautas de respeto, dignidad y protección preestablecidas.
No monitoreamos tanto el qué repartimos si no cómo lo hacemos. Desde mi modesta oficina-contenedor puedo imaginarme a las madres, embarazadas, niños y niñas, conversando con los entrevistadores y recibiendo su ración, o a los críos en el colegio comiendo maíz y judías. Nuestros encuestadores están a pie de terreno y nos lo relatan con los cuestionarios que diseñamos juntos. Desde el diseño de las preguntas estamos pensando en las personas a las que servimos. “¿Será muy largo? ¿Entenderán esta pregunta? ¿Obtendremos la información que queremos con esta otra? ¿Nos dirán la verdad las mujeres?”.
En Uganda sí tuve la oportunidad de ir más a terreno. Y visitar las comunidades. Y ver las bolsas de Plumpy Sup en el suelo. Después de 13 horas de viaje en coche, llegas a cabañas en el medio de la nada y te preguntas: ‘¿Cómo sobreviven aquí?’ Y luego te respondes durante la entrevista porque además de la fortaleza de estas personas hay restos de la ayuda de WFP por todas partes.
Actualmente, dada la situación de inseguridad en Juba y alrededores, estoy evacuada en Kampala (Uganda), mi antigua oficina. Trabajo en la distancia muy intensamente e intento ver los retos y logros de nuestros beneficiarios a través de los números. Pero tengo muchas ganas de volver. Casi nadie fuera de mi trabajo cree que esté bien de la cabeza, pero los que trabajan conmigo en el PMA entienden cómo me siento. Trabajo en un país en emergencia porque me gustan los retos difíciles y el ritmo de trabajo alto. Me gusta que mi esfuerzo se traduzca en comida, vales y metálico que llega adecuadamente a los más vulnerables. Y me gusta estar lo más cerca posible de la primera línea.

EMILIO JOSÉ GUZÓN: UN NUTRICIONISTA EN ECUADOR

Voluntarios organizan el reparto de raciones a familias vulnerables afectadas por el terremoto del 16 de abril en Ecuador. ALEJANDRO CHICHERI (PMA)
Me llamo Emilio José Guzón González y trabajo en el Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Ecuador. Soy castellanoleonés, en concreto palentino. Estudié nutrición humana y dietética en la Universidad de Valladolid, pero siempre he tenido vocación humanitaria, y desde joven me fui encaminando en desarrollar mi carrera para erradicar el hambre y la desnutrición humana en el mundo. Me licencié en tecnología de los alimentos en la Universidad Complutense de Madrid, donde pude interaccionar con la ONG internacional Acción contra el Hambre y recibir formaciones específicas. Aprendí francés durante mi Erasmus en la Bretaña francesa.
Mi primera experiencia en cooperación fue en Guatemala, donde a mis 22 años, tras mi año Erasmus, recibí una beca como voluntario de las universidades de Madrid para trabajar un tiempo en una zona denominada “corredor seco”. Allí me dediqué al tratamiento de niños con desnutrición aguda, con familias en situación de extrema pobreza y también capacitando en nutrición a madres y jóvenes mujeres indígenas. Viajé por Centroamérica conociendo más su cultura y, posteriormente, realicé mi maestría en Alicante en nutrición clínica y comunitaria, tras lo cual ingresé en Acción contra el Hambre trabajando como voluntario en la sede de Madrid durante nueve meses. Monitoreaba y evaluaba los indicadores de salud pública y nutrición del Sahel africano. 
Después de esto, con la situación de crisis que vivía España, volví a mi tierra y con esperanza busqué trabajo. Una buena amiga me habló de una plaza en nutrición como UNV (United Nations Volunteer) que había en Ecuador con el Programa Mundial de Alimentos. La eché e hice una buena entrevista, conseguí el trabajo y me vine a Ecuador. Aquí ejerzo como educador nutricional y nutricionista, capacito a muchas personas de diferentes programas dentro del PMA (refugio colombiano, vulnerables y emergencia tras el terremoto). Diseñamos estudios, evaluamos procesos… y por ahora hasta aquí puedo leer.
Solo un apunte más: a veces no sabemos a dónde nos llevará perseguir nuestros sueños, pero nos hace crecer como seres humanos y, en ese camino hacia no se sabe dónde, somos felices haciendo lo que nos sentimos llamados a hacer.

PATRICIA NATIVIDAD: UNA SOCIÓLOGA EN ECUADOR

Patricia ayuda a una madre de la localidad de Cotacahi en Ecuador a cargar su canasta de alimentos. PMA ECUADOR
Trabajo en el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en la provincia de Imbabura, en la sierra norte de Ecuador, una zona en la que los niveles de desnutrición de los niños y las niñas son muy elevados. Al estar próximos a la frontera con Colombia (a dos horas en coche), también trabajamos con refugiados que llegan escapando de una realidad violenta y buscando una oportunidad desde la cual poder construir una nueva vida.
En concreto, doy seguimiento y participo en las charlas nutricionales que mensualmente damos a un grupo de 341 familias en 13 comunidades, cuyas madres están embarazadas o acaban de tener a sus bebés. Con las charlas revisamos los carnets de salud de las madres y los bebés para confirmar que hayan ido al centro de salud ese mes y entregamos canastas de alimentos a cada familia, al tiempo que les animamos a cultivar sus terrenos para que se puedan proveer de hortalizas.
Otra parte de mi trabajo consiste en ayudar a las asociaciones de productores agrícolas de la provincia para abrir nuevos circuitos de comercialización de sus productos y obtener un precio más justo por ellos. Esto conlleva el fortalecimiento de las asociaciones, para que se organicen mejor y optimizar sus capacidades en cuestión de administración y finanzas.
También en los programas de comidas escolares, en los que colaboramos con el Ministerio de Educación de Ecuador, incorporamos productos de pequeños agricultores, y mi trabajo también incluye controlar su calidad y realizar el seguimiento de las escuelas.
Estudié Sociología en la Universidad de A Coruña y con la idea clara de encaminar mi futuro hacia la cooperación me trasladé a Granada, donde cursé un Máster en Desarrollo y Cooperación Internacional. Las prácticas del máster me llevaron a trabajar con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en la sierra andina sur de Ecuador, atraída por la posibilidad de aprender sobre la gobernabilidad local impulsada desde las comunidades andinas, quienes vienen organizándose y trabajando de forma comunitaria desde hace siglos.
Posteriormente, una beca de la Cooperación Galega me llevó a Mozambique para trabajar también en gobernabilidad mano a mano con la AECID. Después pasé un tiempo en Nicaragua, participando en programas de salud sexual y reproductiva, género y seguimiento a proyectos de ONG de desarrollo. Como dicen en Ibarra (ciudad de la sierra norte de Ecuador): “siempre se vuelve a la ciudad blanca”. Por lo que hace tres años regresé a Ecuador y actualmente resido en esta ciudad.

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