sábado, 29 de agosto de 2015

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Maniquíes para pruebas de choque | Economía | EL PAÍS



OPINIÓN

Maniquíes para pruebas de choque

El partido republicano no admite que lleva seis años equivocado en sus predicciones económicas







¿Desencadenará otra crisis mundial la caída de la bolsa de China? Probablemente no. Así y todo, las grandes oscilaciones de los mercados durante esta semana nos han recordado que es muy posible que el próximo presidente tenga que enfrentarse a algunos de los problemas que afrontaron George W. Bush y Barack Obama. La inestabilidad financiera sigue ahí. Así que esto es una prueba: ¿cómo responderían los hombres y mujeres que aspiran a la presidencia si estallase una crisis durante su mandato?
Y la respuesta, al menos en lo que respecta al bando republicano, parece ser: con bravuconería y ataques a China. Por ninguna parte se ve indicio alguno de que cualquiera de los candidatos del Partido Republicano comprenda el problema, ni las medidas que podrían necesitarse si la economía mundial se topase con otro bache.
Piensen, por ejemplo, en Scott Walker, el gobernador de Wisconsin. Se suponía que Walker era un aspirante formidable, parte del “banquillo” de su partido, compuesto por gobernadores o exgobernadores que saben cómo conseguir cosas. ¿Y qué le ha propuesto al presidente Obama? Pues que cancele la visita a Estados Unidos que tiene prevista Xi Jinping, el dirigente chino. Eso arreglaría las cosas.
Luego está Donald Trump, a quien le gusta tomarse un respiro ocasional de sus diatribas contra los inmigrantes para quejarse de que China está aprovechándose del débil liderazgo de Estados Unidos. Se podría pensar que una economía china en declive no encajaría demasiado bien en esa visión del mundo. Pero no, él se ha limitado a declarar que los mercados estadounidenses parecen preocupados porque Obama ha permitido que China "dicte el orden del día". ¿Qué significa eso? No tengo la menor idea, pero él tampoco.
Por cierto, hace cinco años había motivos de verdad para quejarse por la subvalorada moneda china. Pero la inflación de China y la aparición de nuevos competidores han resuelto en gran medida ese problema.
Volvamos al banquillo: Chris Christie, otro gobernador al que no hace mucho presentaban como si fuese la próxima gran sensación, resulta más comprensible. Según Christie, la razón por la que los mercados estadounidenses están agitados por los acontecimientos en China son los déficits presupuestarios de EE UU, que, según él, hacen que estemos en deuda con los chinos y, por tanto, nos vuelven vulnerables a sus problemas. Eso casi llega al nivel de una historia económica coherente.
¿Se ha hundido el mercado estadounidense porque los inversores chinos han cerrado el grifo del crédito? Pues no. Si nuestra deuda con China fuese el problema, los tipos de interés estadounidenses se habrían disparado con la caída china. En vez de eso, los tipos han bajado.
Pero hay una pequeña excusa para que Christie se crea esta fantasía en concreto: hace años que las historias de terror sobre la deuda estadounidense en manos chinas son un argumento recurrente de los republicanos. En concreto, fueron uno de los elementos preferidos de la campaña de Mitt Romney en 2012. Y es fácil entender el motivo. “Obama está poniendo a Estados Unidos en peligro al tomar dinero prestado de China” es una frase política perfecta que echa mano del fetichismo del déficit, la xenofobia y la eterna afirmación de que los demócratas no defienden a Estados Unidos. ¡Estados Unidos! ¡Estados Unidos! También es un disparate total, pero eso parece dar igual.

Decir disparates: un requisito indispensable

De hecho, decir disparates sobre las crisis económicas es, básicamente, un requisito indispensable para cualquiera que aspire a convertirse en candidato republicano a la presidencia.
Para entender el porqué, hay que remontarse a las políticas de 2009, cuando el nuevo Gobierno de Obama trataba de hacer frente a la crisis más terrible que hemos vivido desde la década de 1930. El Gobierno saliente de Bush ya había organizado un rescate bancario, pero el equipo de Obama reforzó esa iniciativa con un programa temporal de gasto deficitario, mientras la Reserva Federal intentaba estimular la economía comprando grandes cantidades de activos.
Los republicanos de toda condición predijeron que este programa sería un desastre. El gasto deficitario, insistían, dispararía los tipos de interés y nos conduciría a la quiebra; los planes de la Reserva “degradarían el dólar” y harían que la inflación se descontrolase.
No pasó nada de eso. Los tipos de interés siguieron muy bajos, al igual que la inflación. Pero el Partido Republicano nunca ha admitido, después de seis años enteros equivocándose en todo, que las cosas malas que predijo no llegaron a cumplirse, ni ha dado ninguna muestra de estar dispuesto a replantearse las doctrinas que lo llevaron a hacer esas predicciones erróneas. En vez de eso, las figuras más destacadas del partido han seguido hablando, año tras año, como si los desastres que predijeron se hubiesen hecho realidad.
Ahora se nos ha recordado que algo parecido a la última crisis podría suceder otra vez, lo que significa que podríamos necesitar de nuevo esas mismas políticas que contribuyeron a limitar los daños la última vez. Pero ningún republicano se atreve a insinuar algo así.
En lugar de eso, hasta los candidatos supuestamente sensatos reclaman políticas destructivas. A John Kasich le describen como si fuera una clase de republicano diferente porque, siendo gobernador, aprobó una ampliación de Medicaid en Ohio, pero su iniciativa estrella es una petición de enmienda que exija un equilibrio presupuestario, lo que impediría tomar medidas políticas en caso de crisis.
La cuestión es que un lado del espectro político está absolutamente decidido a no aprender nada de la experiencia económica de los últimos años. Si al final uno de estos candidatos ocupa el sillón presidencial la próxima vez que suframos una crisis, tendríamos razones para estar muy, muy asustados.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía 2008
Traducción de News Clip

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