El hambre tiene nombre de mujer
194,5 millones de personas sufren desnutrición en la India, la mayoría mujeres y niñas
Las tasas son cinco veces más altas que en China y el doble que en África Subsahariana
IRENE NÚÑEZ CID (MSF) Bihar (India) 26 AGO 2015 - 10:40 CEST
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Estamos a finales de abril. Los campos en la aldea de Biraul, en el estado de Bihar, están ya muy verdes. Se acerca la época de la cosecha de arroz. El centro de Médicos Sin Fronteras (MSF) para estabilizar a niños que padecen desnutrición está situado al lado de un renovado y vacío centro de salud público, en una esquina del pueblo. Cuenta con dos habitaciones con paredes llenas de coloridos dibujos infantiles y camas en las que las madres observan con preocupación a sus hijas. Porque la mayoría de los pacientes ingresados aquí son niñas.
De acuerdo con un informe del Banco Mundial publicado en el año 2013, la tasa de desnutrición en India es cinco veces más alta que en China, y el doble que en África Subsahariana. Un informe posterior de laOrganización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) aporta datos aún más alarmantes: a día de hoy 194,5 millones de personas sufren desnutrición en la India.
Pero estos datos no son algo de lo que se hable demasiado. India es la democracia más grande del mundo, el décimo país más rico del planeta... Y, también, el primero en número de desnutridos. De ellos, el 60% son niñas.
“Como es época de cosecha, el número de admisiones en el centro baja” cuenta Jijo Xavier, un enfermero que ha trabajado en el centro durante los últimos cinco años. “Las familias trabajan sin descanso y nadie tiene tiempo de cuidar a un bebé. No se dan cuenta de que el niño está cada vez más débil o que llora con menos fuerza. Muchas veces son las abuelas las que traen a sus nietos porque las madres se quedan trabajando en el campo o en la fábrica de ladrillos”
Abuelas que cuesta creer que lo sean, porque muchas de ellas no tienen ni 35 años. Fueron madres siendo niñas, y sus hijas siguieron el mismo camino menos de 15 años después.
Un estudio realizado por Médicos Sin Fronteras junto con el Hospital Universitario de Darbhanga demuestra que el 80% de los niños que padecen desnutrición podrían recibir atención médica a través de los puestos de salud públicos. No sería necesario ingresarlos, a no ser que padecieran cualquier otra complicación asociada a la desnutrición, como anemia, diarrea o problemas respiratorios, y podrían tratarse en casa con una pasta nutritiva que se consume directamente sin cocinar y que se entrega en sobres terapéuticos a las madres.
El Gobierno indio decidió hace algún tiempo no utilizar el famoso RUTF(del inglés Ready to use therapeutic food), un sobre terapéutico de comida listo para usar. Para ellos no tiene ningún sentido tratar a su población con productos diseñados para otras realidades y que tienen sabor a cacahuete.
Por eso ahora sólo se facilita y promueve el uso de sobres de comida terapéutica que haya sido preparada con productos locales. La llamada “eeZeePaste”, fabricada en India.
Médicos Sin Fronteras insiste en que estos sobres no son productos alimenticios, son productos médicos y facilita este tratamiento a través de sus clínicas móviles. Cada semana las madres se acercan con sus hijos para que el equipo pueda realizar el seguimiento del niño y comprobar su evolución; le pesan, le miden y se hace una evaluación nutricional rápida basándose en la información proporcionada por el MUAC y los edemas que presente el pequeño. Si sigue mejorando con respecto a la semana anterior, le dan a la madre nuevos sobres nutricionales para que se los adminsitre durante toda la semana, hasta la siguiente visita.
El MUAC (por sus siglas en inglés Mid-Upper Arm Circumference o perímetro braquial) es una cinta de plástico con códigos de colores que mide la circunferencia del brazo izquierdo de los niños de entre seis meses y cinco años de edad. Se puede establecer una relación entre el grosor del brazo de un niño de una determinada edad y su estado nutricional.
AMPLIAR FOTOUna de las niñas que están ingresadas porque su estado era grave se llama Halima. Tiene seis meses, pesa tres kilos y mide 56 centímetros. Su MUAC es de 88 milímetros. Los médicos sospechan que padece algún tipo de trastorno neurológico congénito, pero aún no está diagnosticado. Su madre, Mumtaj Khatoon, acudió al centro la semana pasada, después de que en una de sus visitas a la clínica móvil le recomendaran venir hasta aquí.“Me dicen que tengo que darle el pecho a mi hija, pero cuando la niña cumplió tres meses dejé de tener leche, y tampoco tenía dinero para comprarla. Mi marido trabaja en un hotel en Patna. Nos manda lo que gana. Yo vivo con mi suegra y otras seis personas más de la familia de mi esposo y todos dependemos de su salario”, dice Mumtaj, que se casó cuando acababa de cumplir 18 años. “Mi cuñada tuvo el mismo problema con su hijo, estaba muy delgado. Fue así como conocí a Médicos Sin Fronteras. El niño ahora está bien”.
Las abuelas, las madres, las niñas son las últimas que comen en una casa. Primero se sacia el varón, el abuelo, el marido o el niño, y después les toca a ellas. Además existe la errónea y generalizada creencia de que una mujer debe comer poco durante el embarazo, porque podría hacer daño al bebé. Son esas madres adolescentes, que sólo engordan una media de cinco kilos durante la gestación, cuando se estima que cada mujer gana aproximadamente 10 kilos en esos meses, las que padecen anemia y desnutrición, las que dan a luz niños frágiles, pequeños y débiles. Y es entonces cuando el círculo del hambre y la pobreza vuelve a empezar.
Irene Núñez Cid es colaboradora de Médicos Sin Fronteras que visitó varios proyectos de la ONG en India en mayo de 2015. Este es el segundo relato de una serie de tres sobre la desnutrición y el trabajo para combatirla en aquel país.
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