OPINIÓN
Este sistema ya no se aguanta
Tiene que dejar de parecernos normal que comunidades enteras no tengan acceso formal a los servicios básicos
La visita del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay sirvió para posicionar en los grandes medios masivos temáticas que muchas veces parecen olvidadas. Él mismo lo dijo ante profesores y alumnos en la Universidad Católica de Ecuador: “Un pobre que muere de frío y de hambre hoy no es noticia. Pero si las bolsas de las principales capitales del mundo bajan dos o tres puntos ¡se arma el gran escándalo mundial!”.
La tranquilidad y el lenguaje sencillo de Francisco, sumado a su investidura, hacen que muchos de sus mensajes penetren con facilidad en la mayoría, distinto de cuando lo mismo es dicho por políticos latinoamericanos. A ellos se los tilda de demagogos y populistas, entre otras cosas.
Uno de sus discursos más fuertes fue en Bolivia, en el marco de un encuentro de Movimientos Populares. Ahí dijo la frase que dio el título para esta columna: “Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos…”
La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral.
Papa Francisco
Este sistema que tiene que cambiar permite que el 1% más rico del planeta sea dueño del 48% de la riqueza del mundo, según Oxfam Intermón, y que 113 millones de personas vivan hoy en asentamientos irregulares en América Latina (de acuerdo con ONU-Habitat). Lo hacen día a día con sus derechos vulnerados, donde no tienen las tres T aseguradas: techo, tierra y trabajo. Derechos sagrados, según Francisco, y patas claves para garantizar el derecho a la ciudad.
¿Cómo, acaso, puede aguantar un sistema que permite que personas vivan literalmente en el barro, hacinadas, que mueran por una tormenta, electrocutados al intentar prender la luz por tener una instalación deficiente, o por un incendio voraz que se comió su chica y precaria casilla en segundos?
En Nicaragua, existen 402 asentamientos informales en siete departamentos del Pacífico. De esos, nueve de cada 10 están en territorios no habitables. Es decir, donde nadie debe vivir. ¿Y por qué están ahí? Porque no tienen opción. Algo parecido ocurre en el resto de los países de América Latina, como Argentina y Chile, por nombrar algunos.
El sistema que ya no aguanta permite que millones de latinoamericanos estén desempleados, o empleados en el sistema informal, sin previsión social. Como Ramón, un vecino del asentamiento 15 casillas, en la provincia de Bs As, Argentina. Cuenta que está siempre pendiente del pronóstico del tiempo. Resulta que es albañil y día que llueve es día que no puede trabajar. Eso es menos de paga, y provoca que junto a su mujer Maria Rosa haga (todavía más) magia para darle de comer a toda la familia.
Son los asentamientos irregulares en situación de pobreza una manifestación extrema de una dinámica estructural de desigualdad social.
Francisco les dice a los más humildes, los explotados, los pobres, los excluidos, que el futuro de la humanidad está en gran medida en sus manos, en su capacidad de organizarse, en su participación protagonista en los grandes procesos de cambio.
Ya hace cuatro años en Lima, referentes comunitarios de asentamientos informales de América Latina manifestaban que no se los estaba teniendo en cuenta, que querían ser parte de las soluciones.
Sigue Francisco en el Encuentro de Movimientos Populares: “La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece (...) El destino universal de los bienes es una realidad anterior a la propiedad privada”. Después de estas palabras del Papa, ¿seguiremos escandalizándonos cuando escuchemos propuestas gubernamentales para limitar o anular el rol del mercado en el uso de la tierra, como la función social de la propiedad o el impuesto progresivo a la renta ociosa, entre otras?
Este sistema que beneficia a unos pocos y excluye a millones ya no se aguanta. Ha quedado demostrado que la teoría del derrame no funciona. "Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige la opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo nuestra casa común", decía el Papa en su discurso en Bolivia.
Necesitamos cambios de manera urgente y entenderlo es ponerse a disposición, minimizar nuestros problemas individuales para darle lugar a los comunes, complementar nuestra vida personal con nuestro compromiso como ciudadanos y fomentar la participación.
Tiene que dejar de parecernos normal que un adolescente deje la escuela para salir a trabajar para sumar unas monedas más a su hogar. Que comunidades enteras no tengan acceso formal a los servicios básicos, o vivan durante años con el miedo a ser desalojadas de manera violenta. Es hora que trabajemos para acostumbrarnos que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, acceda a una educación de calidad, desarrolle sus talentos dentro de su juventud, trabaje con plenos derechos durante los años de actividad y acceda a una digna jubilación en la ancianidad.
En el marco del II Encuentro Latinoamericano de Líderes Comunitariosrealizado en México en mayo de este año, los y las líderes se comprometieron a trabajar por alcanzar "sociedades de derechos" que tengan por principio el reconocimiento de la ciudadanía como condición de igualdad. Donde todos podamos vivir con dignidad y participar activamente de la superación del individualismo privatizador para dar paso al desarrollo de nuevas dinámicas basadas en la solidaridad y la fraternidad.
Estas demandas y compromisos de los referentes comunitarios, más las exhortaciones que viene haciendo Francisco desde el inicio de su papado y que profundizó en la visita a los tres países de América Latina, pueden quedar truncas si, como sociedad, no recogemos el guante y exigimos y participamos junto a los que históricamente fueron los más relegados para cambiar ese sistema insoportable. De lo contrario, dejaremos pasar una oportunidad histórica para nuestra región, y todos seremos responsables por ello.
Agustín Algorta es director social de TECHO.
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