domingo, 10 de marzo de 2019

Redención o caída | Ideas | EL PAÍS

Redención o caída | Ideas | EL PAÍS

COLUMNA 

Redención o caída

Los redentores de Europa conforman una larga estirpe de gente peligrosa

Cartel que animaba a los franceses unirse a las SS alemanas, en el año 1943.
Cartel que animaba a los franceses unirse a las SS alemanas, en el año 1943. GETTY IMAGES
Los redentores de Europa conforman una larga estirpe de gente peligrosa. De Europa en conjunto o de sus porciones, da igual. Los redentores son a veces muy tontos y a veces muy inteligentes, también da igual. Siempre invocan valores, culturas, tradiciones supuestamente vitales. Examinemos, por ejemplo, el caso de Martin Heidegger (1889-1976), un filósofo alemán que marcó el siglo XX. En 1927, antes de cumplir 40 años, publicó Ser y tiempo, una obra de extraordinaria influencia. Fue sin duda un hombre inteligente. En 1931 escribió esto en una carta privada: “[Adolf Hitler] tiene un instinto político seguro y remarcable, y lo tuvo incluso cuando los demás estábamos en la niebla, es imposible negarlo. El movimiento Nacional Socialista pronto ganará una fuerza completamente diferente. No se trata de la mera política partidista, se trata de la redención o caída de Europa y la civilización occidental. Cualquiera que no lo entienda merece ser aplastado por el caos”.
Vale, Heidegger era nazi. Ya lo sabíamos. Lo interesante es su percepción de que Europa y la civilización occidental se enfrentaban a una alternativa trágica, la redención o la caída, y la fórmula que le parecía más útil para redimirla: el nazismo. En general, los catastrofistas tienden a proponer soluciones catastróficas. Claramente, en los años 30 del siglo pasado, Europa se enfrentaba a una gravísima crisis. Los viejos imperios habían caído en una orgía de sangre (1914-1918), se asentaba en Rusia un totalitarismo expansivo y la devastadora crisis económica parecía eterna. Resulta normal el ansia por algo nuevo. Lo anormal es la apuesta, que tantos hicieron, por un demente como Adolf Hitler y su pandilla de asesinos carismáticos.
La lectura del libro Tiempo de magos, de Wolfram Eilenberger, provoca una cierta desazón. Eilenberger aborda la década de 1919 a 1929, en la que, bajo los efectos del horror bélico, varios filósofos centroeuropeos quisieron hacer una revolución y cambiar de forma radical los sistemas de pensamiento. La obra se centra en cuatro de ellos: el mencionado Heidegger, Ludwig Wittgenstein, Walter Benjamin y Ernst Cassirer. Dejando de lado las cuestiones metafísicas o hermenéuticas, lo destacable es que los cuatro eran personas completamente traumatizadas por la matanza (Wittgenstein la había visto desde muy cerca en el frente) e inspiradas por un sentimiento apocalíptico. Se sentían cerca del fin del mundo. De alguna forma, lo estaban: lo que ocurrió a partir de 1939 dejó pequeños todos los terrores anteriores. Intelectualmente, somos hijos y nietos de esa gente asustada.
La ultraderecha resurge por todas partes, desde Le Pen a Puigdemont, desde Abascal a los brexiteers
Vivimos en un mundo muy distinto a aquel. Y, sin embargo, sigue resonando lo de “la redención o caída de Europa y la civilización occidental”. Mantienen su valor en el comercio político los dos conceptos en que Heidegger se refugió tras la caída del nazismo, “patria” y “tradición”. Sin que exista ninguna amenaza realmente existencial, el miedo se vende bien: escuchando ciertos discursos, uno acaba creyendo que el mundo se va al garete. Aunque su fuerza sea mucho menor de lo que trata de aparentar, la ultraderecha resurge por todas partes, desde Le Pen a Puigdemont, desde Abascal a los brexiteers. Los redentores proliferan. Conviene recordar eso que decíamos antes: quien formula diagnósticos catastrofistas tiende a proponer soluciones catastróficas.

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