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- Aracelys Leyva, de 51 años, opera una grúa en uno de los talleres de la estatal Fábrica de Producciones Mecánicas, en el municipio de Palma Soriano, en la oriental provincia de Santiago de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
- Maritza Milán, de 59 años, quien se dedica a la atención de su hogar y su familia, muestra un filtro artesanal empleado en la purificación del agua, en su humilde casa de madera, en el barrio de El Congrí, en la periferia de la ciudad de Palma Soriano, en el este de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
- Un grupo de personas, mayoritariamente mujeres y niños, camina al borde de una carretera que sirve de vía de comunicación, en el municipio de Palma Soriano, en la oriental provincia de Santiago de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
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Mujeres del oriente cubano cargan con más desventajas económicas
Aunque imprescindible, la actividad no remunerada que realiza Milán a sus 59 años engrosa uno de los indicadores sobre desigualdad de género más acentuados en la región del Oriente cubano, compuesta por cinco provincias: Las Tunas, Granma, Holguín, Guantánamo y Santiago de Cuba, adonde pertenece Palma Soriano.
“Hay momentos que el agua es muy escasa (…) Traen en pipas (camiones cisterna) y cuando cae lluvia la acopio para limpiar y lavar”, contó Milán a IPS sobre un problema que sobrecarga las labores domésticas y de cuidado para su familia que integran también su esposo y un nieto.
Una encuesta calculó que en Cuba, a nivel nacional, las mujeres de entre 15 y 74 años que trabajan en atender a su hogar representan en promedio 27,7 por ciento del total.
Pero en la región oriental, con 3.969.705 habitantes y el menor índice de desarrollo del país, las mujeres que declararon ejercer una “actividad cuyo valor económico aún no ha sido reconocido” se elevaron a 31 por ciento.
La mirada regional constituyó uno de los aportes de la Encuesta Nacional de Igualdad entre los Géneros (Enig 2016), que es la primera de su tipo desde 1989 y fue publicada por la estatal Oficina Nacional de Estadística e Información(Onei) en febrero, con vistas al Día Internacional de la Mujer, el viernes 8 de marzo.
En tanto, las mujeres que trabajan en sus hogares en el occidente del país son 26 por ciento, en La Habana abarcan 22,6 por ciento y constituyen 28,9 por ciento en el centro, aportó la encuesta aplicada en entrevista cara a cara a 19.189 personas de 15 a 74 años, de las cuales 10.698 fueron mujeres.
“La participación económica de las mujeres es un factor esencial para su empoderamiento, lo que favorece la equidad de género”, sostuvo la investigación, que responde a antiguos reclamos de especialistas y activistas de estadísticas sobre género en el país de 11,2 millones de habitantes.
Las brechas entre participación económica masculina y femenina “se incrementan hacia el oriente del país”, había adelantado el “Atlas de la infancia y la adolescencia en Cuba” (2017), que se basó en el último censo de población y viviendas de 2012 y destinado a analizar estos segmentos poblacionales y sus familias en las 15 provincias del país.
“En las zonas rurales, el vínculo laboral es menor, alrededor de un 30 por ciento de las madres, con valores más bajos en (las provincias de) Las Tunas (26,6 por ciento) y Holguín (24,5 por ciento)”, reveló sobre la situación laboral de las madres de niños y adolescentes el atlas realizado por la Onei, la Universidad de La Habana y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia.
Dentro de una cabina a lo alto de la estatal Fábrica de Producciones Mecánicas de Palma Soriano, Aracelys Leyva, de 51 años, simboliza sin saberlo los retos para las mujeres en el panorama actual del trabajo, en un país donde el Estado es el mayor empleador con salarios promedio equivalentes a 30 dólares mensuales.
Protegida con un casco y sudorosa, Leyva es la única mujer que opera una grúa en Palma Soriano, que en todo el municipio engloba una población de 76.000 habitantes.
“He visto por la televisión que hay mujeres tractoristas, pero no conozco otra operadora de grúa”, contó la trabajadora, que comenzó en las oficinas hasta que pasó a la producción para mantener su empleo en la fábrica.
La operaria, dentro del 41,7 por ciento de las mujeres orientales con un empleo según la Enig, evaluó que “el salario aumentó bastante” con el cambio y recomendó “a otras mujeres que no tengan miedo, que se inserten a la producción”.
“Aquí no han sido machistas conmigo, todos me tratan muy bien”, compartió, especulando que a eso quizás ayude que “soy la única”.
Un nuevo escenario, marcado por un machismo reforzado y un mercado laboral que ofrece los mejores ingresos en el sector productivo y no estatal, donde las mujeres resultan minoría, traza nuevos desafíos a los grandes avances en participación femenina logrados hasta hoy, con diferencias por territorios.
Entrelazado con problemas alrededor del trabajo, la Enig calculó que en este país insular caribeño las mujeres dedican 14 horas semanales más que los hombres a las labores domésticas y de cuidado a personas necesitadas o dependientes como niños y enfermos, sin diferencias remarcables por regiones.
También en este punto las desventajas regionales emergieron en el tipo de tareas domésticas realizadas por uno y otro sexo.
La Enig encontró que “los hombres de la región oriental declaran con mayor frecuencia la realización de mandados (tareas externas en beneficio doméstico), y de compras para el hogar, y están más involucrados en la administración del dinero para gastos” caseros.
En contraste, “las mujeres orientales reproducen los patrones más tradicionales del trabajo no remunerado al presentar cifras superiores en las tareas relacionadas con la preparación de los alimentos, la limpieza de la vivienda y el cuidado de la ropa”, focalizó la Enig.
“La mayoría de los matrimonios en Santiago de Cuba donde la mujer gana más dinero que el hombre, se disuelven o terminan teniendo problemas”, valoró Marta E. Cordiés, la directora del estatal Centro Cultural Africano Fernando Ortiz, que en esta ciudad a 847 kilómetros al este de La Habana, promueve estudios de género y raza en la región.
“Son muy machistas y no lo asimilan, no le permiten llevar a ella las riendas de la casa”, continuó Cordiés, sobre un retraso que observa en las masculinidades y contrasta con la emancipación femenina. “Tenemos en contra que esta es una sociedad muy patriarcal”, puntualizó.
Los hombres dicen que respetan las leyes de familia, que en la casa friegan y ayudan, pero todavía las mujeres cargamos con la absoluta responsabilidad del hogar y los hijos”, valoró la investigadora sobre una realidad confirmada por la Enig.
En comunidades rurales, religiosas y otras del Oriente cubano, el no gubernamental y ecuménico Centro Lavastida despliega un trabajo por la equidad de género a través de proyectos para prevenir la violencia y favorecer su participación económica sobre todo en el agro.
“Trabajamos el enfoque de derecho y vemos cuáles están siendo violados en una relación inequitativa de género dentro de la familia, pareja, sociedad, centro laboral o la escuela”, explicó la coordinadora de género del Centro, Lourdes Teresita Rebustillo, en su sede en la ciudad de Santiago de Cuba.
“Al principio teníamos la visión de mujeres en el desarrollo, pero desde hace varios años promovemos las relaciones de justicia social entre ambos géneros, siempre pensando en la participación activa de la mujer en la sociedad”, dijo Rebustillo.
La organización, que cuenta con grupos gestores en las comunidades donde opera, suma cada año 500 personas más a los colectivos con los que aborda el problema de la violencia de género, explicó.
Según la Enig, la presencia del maltrato y la violencia fue mucho más identificada como un problema por las mujeres de la región del Oriente.
Edición: Estrella Gutiérrez
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