Los amos de la calle en Argentina
Las policías provinciales arrastran un historial de corrupción al que se ha sumado la complicidad con redes de narcotráfico
FRANCISCO PEREGIL Buenos Aires 14 DIC 2013 - 19:42 CET
A la hora de comer siempre hay algún policía en cualquier ciudad argentina que sale a hacer la carola. La carolina era una olla grande y negra. Y hacer la carola, en sentido figurado, significa pasar la olla. En sentido real implica aparcar el coche ante cualquier pizzería o heladería y pedir comida o postre para los compañeros. A veces con una sonrisa, otras comentando el último partido… Pero siempre sin pagar, como cualquier mafioso. La escena es tan corriente en las calles que nadie parece escandalizarse. Del mismo modo que nadie protesta en Buenos Aires cuando los conductores hacen caso omiso de los semáforos que otorgan el paso a los peatones; no hay asomo de indignación ni ganas de pelearse con casi todos los conductores de la ciudad. Al peatón le echan el coche encima, al del coche le echan el autobús y a la sociedad le echan una policía corrupta y brutal. Tan brutal como para encerrarse en sus cuarteles y observar impasibles cómo los saqueadores invaden las calles, se expande el caos y mueren 12 personas.
Un antiguo oficial de la policía provincial de Buenos Aires explica la causa de la corrupción: “A usted le entregan un Mercedes Benz. Pero ahora hay que echarle nafta (combustible) y llevarlo al taller cada vez que se avería. ¿Con qué lo mantiene? En la Bonaerense casi todo el mundo hace cores, que son como llamamos a las horas extras dentro del cuerpo. Yo, además de las cores, trabajaba de vigilante en una empresa privada. Pero salía de casa a las siete y media de la mañana y regresaba a las once de la noche. Mi sueldo legal era inferior al que ganaba un recolector de basura o el cobrador del peaje en la autopista. La diferencia es que ellos trabajaban solo seis horas al día y no arriesgaban su vida. Y el policía provincial tiene que pagarse hasta su uniforme”.
Ricardo Ragendorfer, periodista especializado en temas policiales, cree que el problema no son los bajos sueldos —“entonces tendríamos también maestros y médicos corruptos”—, aunque sí la gestión de los recursos. “El dinero que el Estado invierte en las fuerzas de seguridad apenas llega para cubrir los sueldos. Las comisarías se pagan desde la revisión de los coches hasta la última resma de papel que usan. Y lo hacen gracias a las recaudaciones ilegales. Al Estado le viene bien que estos cuerpos se autofinancien. Pero una fuerza que se autofinancia también se autogobierna”.
El desprestigio arranca desde la dictadura, cuando los policías se subordinaron a los militares y hacían lo mismo que ellos: torturaban, secuestraban, mataban y desvalijaban las casas de los desaparecidos. Pero mientras el Ejército se depuró de forma radical, en las policías no se produjo esa regeneración tan drástica. Ahora, a sus corruptelas de toda la vida se le ha unido algo que en Argentina nunca se había visto: la infiltración del narcotráfico entre los mandos. En septiembre tuvo que renunciar la cúpula policial de la provincia de Córdoba, envuelta en denuncias por su asociación con narcotraficantes. Al mes siguiente la investigación del diario Página 12 provocó la destitución del jefe policial de la provincia de Santa Fe por estar ligado a una red de narcos. Pero si hay un cuerpo en Argentina cuyo desprestigio es legendario ése es el de la Bonaerense. Tal vez no sea la peor, pero es la que más presencia tiene. Solo ese cuerpo suma 55.000 efectivos de los 200.000 agentes provinciales del país.
Luis Vicat fue a fines de los noventa director de Asuntos Internos de la Bonaerense —“policía de la policía”, explica—, y asesor técnico de la película El Bonaerense (2002), que versa sobre los desmanes del cuerpo. Conoce cómo funciona la juntada —recaudación ilegal—, sabe cómo se va recogiendo la plata entre los días 1 y 5 de cada mes y sabe cómo se arregla con comercios y particulares; como se les extorsiona. “Para un pibe que entra es casi imposible negarse a ser un corrupto. El espíritu del grupo te lleva. Puedes entrar muy limpio, pero terminás sucio o terminás afuera. Yo en su momento sufrí cuatro atentados”.
Vicat desglosa las múltiples maneras de ganar dinero en el cuerpo: “Cuando hay un accidente se llama a las funerarias para que lleguen antes que los familiares. La familia contrata los servicios del entierro y el policía se lleva un porcentaje. A eso le llaman el lechuceo. También se obtiene plata de las empresas de alarma. Si se compra determinada marca en un edificio los ladrones no van a entrar ahí porque está esa marca, no porque la alarma sea mejor que otras. Otro negocio es la venta de protección, el patrullaje de determinadas zonas. Hasta se venden los presos. Los familiares o los reclusos pagan para quedarse en la comisaría y no vayan a la cárcel. Pero ahora el gran negocio es la droga. En total, todas esas recaudaciones equivalen a un sueldo complementario”.
“Todo se junta para la corona”, afirma el citado antiguo oficial de La Bonaerense, que tras 12 años de servicio pasó a policía Metropolitana de la Capital, donde gana cuatro veces más y donde asegura que no hay corrupción. “El agente de la calle manguea (roba) para el comisario y el comisario tira un tercio de lo que le dan para arriba”.
Y “arriba” significa el poder político o judicial. Vicat cree que la corrupción policial no sería posible sin la connivencia de “los sátrapas locales”: alcaldes, dirigentes de barrio… “La policía no combate el delito, lo administra. Cuando está disconforme con el poder político abre la canilla —el grifo— de la inseguridad. Si está conforme la cierra. Hoy, con el narco, la cosa se les ha desmadrado, porque ya hay demasiados delincuentes que actúan por cuenta propia. Pero no hay comisaría que no tenga su propia banda de ladrones. Cada comisario tiene la obligación de juntar equis cantidad de dinero. Si no lo junta lo echan. Es un sistema empresarial”.
El alivio para el Gobierno es que salvo un pequeño grupúsculo del Mar del Plata, que solo abarca el 5% de las fuerzas provinciales, la mayor parte de la Bonaerense no se acuarteló. El gobernador Daniel Scioli se adelantó ofreciendo una subida de sueldo. Pero en el resto del país, el método de dejar las calles vacías obtuvo un éxito demoledor en siete días. Consiguieron aumentos de un promedio del 35% en 20 provincias. “Es que no les quedaba otra”, señala el exoficial de la Bonaerense. “La ley no nos permite organizarnos en sindicatos. Si no hubiesen actuado así los políticos les habrían engañado una vez más”.
Las fuentes consultadas coinciden en que el problema no es solo policial, ni siquiera económico. Es político. Mientras no se afronte una gran reforma los agentes seguirán pasando la olla y los comisarios continuarán tirando un tercio de los ingresos para “arriba”. Aunque sigan obteniendo aumentos de sueldo.
“La policía es una mafia”
Vecinos de la provincia de Buenos Aires relatan los abusos de los agentes
ALEJANDRO REBOSSIO Buenos Aires 14 DIC 2013 - 21:01 CET
Los diversos cuerpos policiales no tienen la mejor fama en Argentina y en las calles es fácil comprobarlo. A la policía de la provincia de Buenos Aires, donde vive el 38% de los argentinos, se la llamó maldita policía en el final del siglo XX por corrupta y represiva. En la actualidad, tras las huelgas que en las últimas dos semanas dejaron la vía pública librada a saqueos y muertes, un recorrido por la periferia de la capital ratifica la sospecha. El pasado viernes, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, acusó a policías “de organizar la delincuencia para robar a gente y comercios”.
En San Isidro, en el norte del llamado Gran Buenos Aires, M. —que, al igual que otros entrevistados para este reportaje, por temor a represalias prefiere no se publique su nombre y apellido— vende alfajores (dulces) a los automovilistas que frenan en un semáforo. “Acá no nos piden coimas (sobornos) para trabajar, no es como en los cabarets. En cambio, en Tigre (al norte de San Isidro) tuve algunos cruces con un par de vigis (vigilantes) y yo les dije: ‘Si trabajás, (te persiguen) porque trabajás. Si choreás (robas), porque choreás’. Hay vigis que no te molestan y otros que son corruptos. Un vigi en la (autopista) Panamericana me paró porque íbamos dos en una moto y uno no tenía casco. Nos dijo: ‘Vos sabés cómo se arregla esto’. Nos sacó 300 pesos (34 euros) a cada uno porque si no nos sacaba la cédula de identidad y el registro (carné de conducir). Le pagamos y seguimos en moto sin casco”. M. opina que los policías deberían ganar más. Claro que ahora uniformados con seis meses de formación ganarán más que ingenieros o maestros que trabajan para el Estado.
Es habitual que los policías controlen sin razón a jóvenes de barrios pobres. “Son re [muy] giles [tontos]. Cuando están aburridos, te paran, te preguntan cuántos años tenés, el talle [talla] de las zapatillas, cuánto medís”, cuenta una reciente experiencia N., de 17 años, que con aretes brillosos en ambas orejas y camiseta de Boca Juniors está sentado con un amigo en una esquina del San Isidro más popular y menos lujoso. Caminaba solo por la tarde cuando lo frenaron. “Hablaban corte [estilo] burlándose. Les respondí todo porque, si no, te cagan a palos. Después se fueron”, cuenta N.
No corrió la misma suerte Luciano Arruga, que a los 16 años desapareció en 2009 en Lomas del Mirador, en el sudoeste del Gran Buenos Aires. “Primero los policías le ofrecieron robar para ellos”, cuenta su hermana Vanesa. “Le ofrecían zapatillas para él y la familia, le decían que le daban armas y auto. Él se negó. Luego continuaron con las amenazas y los golpes. Lo paraban en la calle, lo ponían contra la pared, avergonzándolo ante los vecinos. Después comenzó a ser detenido sistemáticamente. Es algo común con los menores de edad de barrios humildes”, cuenta Vanesa. En su momento su familia no denunció el acoso: “Los pobres no somos pelotudos [tontos], no vamos a denunciar sin garantías a una mafia como es la policía. No tenemos plata (dinero) para pagar abogados”. Finalmente, Luciano desapareció y los ocho policías acusados por la familia de matarlo aparecen en la causa judicial como testigos y solo han sido apartados del cuerpo en 2013.
Al lado de semejantes acusaciones, pierden importancia cosas como que los policías nunca paguen una pizza en una pizzería ni los bollos en una panadería. “Antes era costumbre que vinieran un policía pidiendo una pizza para el comisario, pero hace diez años (en la última crisis de Argentina) se acabó, el dueño ya no les dio más y no pasó nada”, cuenta H., encargado de una pizzería de San Isidro. Pero N., empleada de una panadería vecina, cuenta que a las 5 de la madrugada siempre hay un uniformado esperando que abra para llevarse gratis una docena de bollos. “Estaban parados acá, mientras a mí dos veces me intentaban asaltar cuando venía a abrir”, se queja N.
Un comercio cercano sufrió dos robos en menos de un año. El primero, de día, dos ladrones con el rostro descubierto asaltaron a la dueña. “Si hacés la denuncia, cada vez que agarren a un chorro (ladrón) vas a tener que venir a identificarlo”, la desalentó un policía, según J., padre de la propietaria. Ella desistió de hacerla, con el coste de que no pudo cobrar el seguro por robo. El segundo fue por la noche. Una vecina dijo que vio a dos delincuentes rompiendo la reja del negocio. Ella misma y una testigo contaron que después unos policías entraron al local. Pero J. relata que los uniformados negaron haber acudido al lugar.
el dispreciau dice: durante muchos años, en la ARGENTINA primó el criterio militar... todo civil es peligroso a los fines castrenses... del mismo modo, durante muchos años, en esa misma ARGENTINA, primó el criterio eclesiástico... todo civil es pasible de ser excomulgado si no hace reverencia al representante de Dios en la Tierra... ambas mentiras dominaron el paisaje sumergiendo a la ARGENTINA en su mayor tragedia de la historia... nada distinta a la de Campaña del Desierto y sus mentiras, nada distinta a los fortines que defendían poblaciones de supuestos indios hambreados... nada distinto, en fin, del drama que esos mismos criterios medievales impusieron a los quilmes. ARGENTINA y su sociedad han aprendido algunas lecciones, pero no todas...
durante la década infame de los noventa los saqueos fueron una estrategia política... se instaló una fábrica de pobres y la marginación creciente, inducida desde el poder político con nombre/s y apellido/s favorecieron la instalación de fábricas y fabricantes de drogas, fábricas de traficantes de personas, con policías invadidas y funcionarios ciegos, por conveniencias claro está...
durante los años setenta y durante los años noventa, un porcentual de gentes oportunistas construyó para su beneficio una ARGENTINA paralela... esto es, una ARGENTINA afuera de la ARGENTINA... en paraísos fiscales... con el mismo presupuesto que el país, pero fabricado a expensas de una deuda externa ficticia, imaginaria pero real, donde las recetas de perversos organismos internacionales y republicanos devenidos en socios del imperio, impusieron al país la carga de la degradación de la condición humana... sin omitir en ello el negocio de Malvinas... el otro negocio de Río Tercero... el otro negocio de la Embajada de Israel... el otro de la AMIA... y un montón de ridiculeces propias del cinismo político... resultado: ARGENTINA quedó arrasada moral y económicamente... por argentinos socios del imperio intangible...
en dichos años... noventa en especial... las policías de toda índole y factor se pudrieron al modo de un cajón de manzanas... se llenaron de ignorantes que despreciaban a la vieja estirpe de policías, y tiempo mediante, los ignorantes fueron ganando espacios asociándose a las redes de trata y a los narcos... ya que estos alimentaban de modo suculento a aquellos ignorantes, que dicho sea de paso, se habían asociado a una justicia paralela que los protegía a ellos a cambio de favores de cajas negras con delincuentes sueltos y otros presos, que tenían libertades conferidas a cambio de aportes non sanctos... ¿espantoso?, sí...
el narcotráfico creció de la mano de los ignorantes y sus socios...
las redes de trata, secuestro de niños, tráfico de órganos y más, crecieron de la mano de esos mismos ignorantes y sus socios en la injusticia...
los saqueos, con nombre y apellido, fueron utilizados con "cara de yo no fui" cada vez que los oportunismos políticos y sindicales tuvieron antojos de poder...
para ello, los ignorantes con uniforme, se fueron apoderando de los nichos de los poderes paralelos... robo de autos... desguace... atracos con asesinos reconocidos y hasta aplaudidos por el morbo mediático de las corporaciones de medios que mucho saben de morbos sueltos y poco de periodismos profesionales... a ello le sumaron violadores y violaciones seriales... asesinatos a discreción... operativos comando al mejor estilo del proceso... y otros actos de barbarie comunes a las ignorancias y sus creencias de poder impune...
la sociedad fue siendo testigo de las "zonas liberadas"... de las casas marcadas... de tragedias a escala... causas judiciales en vía muerta... expedientes perdidos... acuerdos bajo la mesa... en fin, corrupciones que curiosamente, se veían desde el poder político oficial y no desde el poder político opositor, raro pero real...
mientras tanto, los repartidores de culpas que siempre hay, cargaban las espaldas de CFK y circunstanciales socios de oportunidad, que iban cambiando a medida de las conveniencias de ciertos medios, ciertos opositores, ciertas sociedades con los viejos nombres y sus peores apellidos...
y llegamos a 2013... hoy... la sociedad civil está librada a su suerte... en algunos lados más y en otros menos... los ignorantes manejan todas las variables del poder paralelo... robos, asaltos, secuestros, asesinatos, violaciones, vejaciones, barras bravas, saqueos, todo forma parte del mismo paisaje, incluyendo en ello la extorsión...
¿hay buenos policías?... sí, pero cada vez son menos... porque están acorralados por los ignorantes y sus ignorancias de uniforme...
¿hay corrupción policial?... creciente, porque cuidan las "cajas negras" de ciertos políticos de la vieja escuela trágica de los noventa y son socios de la justicia paralela, esa misma que sucumbe causas a cambio de dinerillos salvajes...
peor aún, hay un marcado divorcio entre los subordinados y sus jefes... porque los jefes no dan ejemplos y responden a la clase política que caracterizó el vacío de ideas de los años noventa... las líneas de comunicación están rotas porque los jefes se creen dioses protegidos por el poder político oportunista y los subordinados están obligados a sobrevivir como se puede, a sabiendas que la sociedad repudia a jefes y subordinados porque desconoce la realidad de los unos versus la realidad de los otros...
¿quién padece?... ARGENTINA... una vez más... la sociedad que labura y sobrevive como puede...
lamentablemente, esta policía está maldita y viciada de nulidad, ya que no se puede ser chorro y coimero, para luego tratar de disfrazar justicias oportunas... o se es... o no se es... y esta policía sencillamente no es...
borrón y cuenta nueva... una vez más damos pena... vergüenza ajena que le dicen...
el gran responsable de esta tragedia y drama es propiedad de gobernadores e intendentes que siempre miran para el costado de sus conveniencias... Córdoba es un excelente ejemplo de desidias... pero no el único, ya que lo mismo cursa en Santa Fe, Entre Ríos y Tucumán, donde las policías, históricamente, se han caracterizado por su corrupción así como sus sociedades con cualquier cosa asociada a la injusticia... así que a no sorprenderse... cuando nadie da el ejemplo, toda la miseria humana queda a la luz del día, aún cuando los ignorantes crean que nadie los ve, que nadie se da cuenta, que nunca serán descubiertos y que siempre estarán a salvo por vivir encubiertos...
a decir verdad Cristina, menuda la tarea la tuya... estás rodeada de inútiles funcionales a conveniencias ajenas, corporativas y no corporativas... y para peor, mucha gente no tiene memoria, y a otro tanto les importa un bledo... y los que entienden de la gravedad de la circunstancia, poco pueden hacer para educar a los ignorantes, que encima tienen uniforme, y encima de ello se creen dueños de la justicia que les conviene... sin balanza y a ojos abiertos...
DICIEMBRE 16, 2013.-
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