El tsunami arrasó con todo en localidades cercanas al mar, como Penca
Foto: AFP
En los pueblos de la costa, la furia del tsunami fue demoledora
Apenas sintieron el terremoto, pero luego la ola gigantesca devoró manzanas enteras
Noticias de Exterior: Martes 2 de marzo de 2010 | Publicado en edición impresa
Ignacio Coló
Enviado especial
PELLUHUE, Chile.- En medio del campo, a casi tres kilómetros de la costa, aparecen corvinas, calamares y cangrejos desparramados por el pasto. Estos inesperados visitantes del mar son la prueba casi surrealista de la intensidad del tsunami que siguió al terrible sismo y que devastó a los pequeños poblados costeros, los más castigados por la tragedia que golpeó a Chile.
Situadas a escasos kilómetros del epicentro del sismo, localidades como Pelluhue, Curanipe e Iloca dejaron de ser plácidos lugares de veraneo para convertirse en escenarios dantescos, donde manzanas enteras desaparecieron, autos amanecieron en las copas de los árboles y embarcaciones de pescadores aterrizaron en medio de las calles.
Hoy son casi pueblos fantasma, donde, ante la ausencia casi total de una autoridad que organice los rescates, algunos habitantes intentan recuperar sus pertenencias, mientras la gran mayoría vive en carpas en el cerro, buscando estar a salvo en las alturas.
Un "error" de la armada -tal como lo denominó Michelle Bachelet-, que minutos después del terremoto descartó la posibilidad de un tsunami, les costó la vida a cientos de personas que se encontraban en estas zonas costeras. Sólo se salvaron aquellos que desoyeron a las autoridades y huyeron hacia los cerros.
Video: Talca, las puertas del infierno, por Ignacio Coló (enviado especial)
Pelluhue probablemente sea uno de los poblados que más sufrieron el embate de las aguas. De hecho, los rastros dejados por el terremoto son casi imperceptibles. Las casas, muchas de madera, material flexible, habían resistido al temblor, pero desaparecieron tras el paso del tsunami.
"Después del terremoto, vimos cómo el mar se recogía, y unos 20 minutos después vinieron tres olas gigantes. El terremoto en sí no fue nada. Lo que destruyó todo aquí fue el mar. Arrasó con todo", contó a LA NACION Luis Peñailillo, que veranea junto con su familia en su casa de Pelluhue, situada en un estratégico lugar en las alturas.
No tan lejos de ahí, pero más cerca del mar, vive René Iturría, que logró poner a salvo a su familia llevándola al cerro antes de la devastadora llegada del agua.
"El terremoto fue un movimiento tan brusco que me hizo inmediatamente salir de la cama. «¡Salgan, salgan!», les dije a mi esposa y a mi hija, y salimos disparados al cerro", dijo a LA NACION.
Desde arriba del cerro, René vio en vivo y en directo al tsunami.
"A más o menos unos cuatro o cinco kilómetros de la playa vi, iluminada por la luna, una línea blanca paralela a la playa. De referencia puse mi pulgar en la línea para ver si tenía movimiento, y efectivamente se acercaba a la playa. Era algo enorme, una ola gigante que se metió en el pueblo y destrozó todo", recordó. "Se oyó un sonido que no tiene descripción, un sonido de destrucción que no se puede imitar."
La avenida costera de Pelluhue está completamente intransitable: restos de un barrio entero están desparramados por el piso, casas arrancadas de cuajo por las olas fueron desplazadas cientos de metros y autos de modelos ya irreconocibles descansan con las ruedas para arriba. Las marcas dejadas por el agua alcanzan los dos metros de altura.
Postales sorprendentes
A escasos cinco kilómetros, el poblado de Curanipe recibe hoy a sus visitantes con una imagen sorprendente: bajo el puente de acceso yacen cuatro camiones de gran porte dados vuelta y una camioneta 4x4 completamente deformada. Resulta imposible alcanzar una explicación racional que logre darle sentido a semejante escena, como si la fuerza del mar hubiese cacheteado a estos mastodontes de hierro como moscas.
Alrededor de estos vehículos hay otros objetos que figuran como simples detalles: postes de luz tirados, pedazos de paredes, platos, heladeras, televisores, que el agua dejó tras su paso.
"Sentimos el temblor y salimos disparados para el cerro", contó don Raúl, mientras intentaba sacar su pie de una red de pescador que se encuentra desparramada en una calle a cientos de metros del mar. Don Raúl, como tantos otros habitantes de la zona, relata con total naturalidad su reflejo de huir hacia la altura tras el temblor, lo que ilustra la gran cultura sísmica de esta gente.
Sin embargo, los turistas, en su gran mayoría chilenos de otras regiones del país, desconocían los pasos por seguir tras un terremoto en las cercanías del mar, que puede ser el preámbulo de un tsunami. En Curanipe, el 99% de los muertos (que según cifras provisionales serían 45) son veraneantes, informó el cuerpo local de bomberos, encargado de todas las tareas de rescate.
La situación en estos pueblos de la costa es desoladora, y no deja de llamar la atención la ausencia casi total de fuerzas de seguridad y de rescate provenientes de otras regiones. Como si el gobierno chileno nunca hubiera imaginado que una tragedia semejante pudiera ocurrir.
"Recién ayer [por anteayer] vino la Onemi [Oficina Nacional de Emergencias] y recién ahí se enteró de los daños ocasionados por el tsunami", declaró Oscar Salazar, comandante de operaciones de los bomberos de Curanipe. Hay sólo 20 bomberos locales a cargo de las operaciones de rescate y tres médicos para los 2000 habitantes de este poblado, que no tiene hospital.
"Quedan agua y alimentos para tres o cuatro días más. Si no llega la ayuda, no sé qué puede llegar a suceder después", advirtió Salazar, testigo del olvido que sufren estas pequeñas localidades costeras, donde la tragedia golpeó más fuerte.
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En los pueblos de la costa, la furia del tsunami fue demoledora
Apenas sintieron el terremoto, pero luego la ola gigantesca devoró manzanas enteras
lanacion.com | Exterior | Martes 2 de marzo de 2010
el dispreciau dice: los líderes políticos de las mal llamadas potencias deben entender de una vez por todas que no hay más fronteras ni banderas y que los especialistas en catástrofes deben prepararse para deambular por el planeta brindando ayuda cierta a cualquier víctima viva... de no ser así, los medios seguirán vendiendo visiones del apocalipsis crecientes, recurrentes y frecuentes de algo que se está volviendo costumbre. Asistir a la calamidad como informador para luego olvidar que los vivos se han quedado sin vida. Marzo 02, 2010.-
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