SANDRA SEBASTIÁN. Su serie La otra guerra aborda los efectos en los niños de la guerra civil en Guatemala
Foto: FOTOS: GENTILEZA CCEBA
Arte
Un infierno cotidiano
La violencia en Iberoamérica es el eje de una escalofriante muestra de fotografía que recorre varios países
Noticias de ADN Cultura: Sábado 6 de marzo de 2010 | Publicado en edición impresa
Por Daniel Molina
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010
Durante más de un siglo, la fotografía fue considerada una técnica documental, casi en forma exclusiva. Las fotos eran pensadas como documentos que registraban un momento privilegiado. A partir de mediados del siglo XIX, ningún acontecimiento que se creyera importante dejó de ser documentado por la fotografía, que desde 1960 comenzó a revalorizarse como un soporte posible del arte contemporáneo.
Para lograr esto fue necesario que se cuestionara el valor de lo artesanal (la "maestría" que se elogiaba en el manejo de un pincel) y se reivindicaran las nuevas técnicas como productoras del sentido de época. Esta discusión sigue provocando fuertes choques en el campo del arte en general y de la fotografía en particular. Los artistas contemporáneos que usan la fotografía como soporte (ya sea Andreas Gursky o Jeff Wall) y los fotógrafos que se piensan como documentalistas (en especial, los reporteros gráficos) siguen sosteniendo, en algunas cuestiones, puntos de vista contrarios.
Sin embargo, buena parte de la fotografía contemporánea está más allá de ese enfrentamiento. Como se ve en la muestra Laberinto de miradas: fricciones y conflictos en Iberoamérica , que se exhibe hasta marzo en la Casa de la Cultura, la imagen fotográfica ya no puede pensarse como mero registro de la realidad ni como una simple construcción subjetiva, sino que es una buena herramienta para hacer que el mundo rompa su silencio y hable, y así podamos dialogar con él.
La que se exhibe ahora en Buenos Aires es una de las tres grandes muestras colectivas sobre fotografía documental que desde 2008 viajan por más de veinte países de América y Europa, organizadas por Casa América Catalunya y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid). Las otras dos son Colectivos de fotógrafos , que se vio el año pasado en el Palais de Glace, e Identidades y fronteras , que no se exhibirá en la Argentina. Todas ellas presentan miradas de fotógrafos comprometidos que trabajan en América latina, España y Portugal.
Fricciones y conflictos , presentada en colaboración con el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba), reúne 180 imágenes de 36 fotógrafos. El tema en común es la violencia en Iberoamérica, pero los puntos de vista son muy diferentes. Lo primero que se observa es la enorme diversidad de cada uno de los proyectos. Sin embargo, se nota de inmediato que todas las obras participan de un mismo espíritu: una cierta urgencia por intervenir (denunciando, cuestionando) respecto de las situaciones de violencia.
La exposición admite todos los registros. La serie de imágenes de Ananké Asseff -que muestra individuos de clase media alta armados- es parte de un proyecto visual que reflexiona sobre el control social que se logra con la producción incesante de miedo en amplias capas de la población. Ese miedo se inyecta a través de la creación, difusión y sobreexposición del sentimiento de "inseguridad". Esa misma producción de miedo está en la base de otra forma de "protegerse", más pasiva que la proliferación de armas entre los civiles: la multiplicación de las rejas, tal como aparece en el registro fotográfico de Sebastián Friedman.
Muchas de las fotos enfocan directamente la violencia en estado crudo: a veces, encarnada en el cuerpo muerto (como se ve en la Medellín que retrata Diego Levy en su serie Sangre ); a veces, se proyecta sobre "los otros" y parece "natural" (por ejemplo, cuando se mata animales, como esos ciervos sangrantes que muestran las imágenes de Ricardo Cases, obtenidas en un coto de caza español).
Hay momentos terribles y emocionantes a la vez, como el capturado por Clement Bernard cuando en 2004 se exhumaron algunos cadáveres de las decenas de miles de aquellos que fueron asesinados durante el franquismo: son los huesos de una mano anónima, que aún porta una alianza matrimonial. Esa foto es una síntesis genial. En un registro casi monocromo, presenta en toda su magnitud la crueldad en la que se basa una dictadura. En contrapunto, las coloridas fotos de niños guatemaltecos armados tomadas por Sandra Sebastián hablan del horror que se instala en una cultura que ha vivido décadas de una violencia ininterrumpida.
El 13 de diciembre de 1984, una patrulla militar peruana asesinó a decenas de campesinos, entre los que se encontraban muchos menores. El colectivo MR fotografió la ropa de los 33 niños enterrados en la fosa común que fue exhumada en 2008. Es un documento visual capaz de testimoniar una atrocidad que deja sin palabras. No menos terrible es la vida en prisión a la que se condena a las mujeres pobres que delinquen en América latina: Patricia Aridjis registra, en blanco y negro, ese infierno cotidiano.
Laberinto de miradas: fricciones y conflictos en Iberoamérica se detiene sobre el lado oscuro de la vida. Habla de lo obsceno: de lo que permanece habitualmente fuera de escena y de lo cual, por lo tanto, es tan escandaloso hablar. Es imposible fijar allí la mirada, es imposible hacerlo sin la mediación del arte. Porque lo obsceno no se ve jamás en estado crudo y, si se lo mira fijamente, perturba. Con su luz, el Laberinto de miradas nos permite entrar en ese mundo de sombras y no salir enceguecidos.
© LA NACION
FICHA. Laberinto de miradas , en la Casa de la Cultura (Av. de Mayo 575, subsuelo), hasta el 21 de marzo. Más información: www.laberintodemiradas.net
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ArteUn infierno cotidiano
La violencia en Iberoamérica es el eje de una escalofriante muestra de fotografía que recorre varios países
lanacion.com | ADN Cultura | S�bado 6 de marzo de 2010
el dispreciau dice: ayer mismo edité en http://herenciageneticayenfermedad.blogspot.com una serie completa del CDC sobre violencia juvenil, un problema del que mucho se habla y poco o nada se hace. Los niños, literalmente abandonados por sus padres sometidos a una esclavitud moderna, van conformando sus vidas bajo la deformación que les impone el virtualismo informático donde las vidas se recuperan con tarjeta de crédito o donde el sexo se torna majestuoso y confiere el poder de someter al otro a discreción. Detrás de ello, la maldita caja boba contribuye a llenar neuronas con morbo y alejarlos de cualquier principio básico de cultura y sociedad. Junto a este escenario aparece una violencia creciente donde los victimarios aparecen como buenos y las víctimas son las malas que reclaman justicia, la que desde luego no sólo les es esquiva sino que desaparece en los pasillos del poder político que demanda más violencia para poder sostener sus miserias y sus cajas. Esos niños devenidos en jóvenes carecen de horizonte porque no encuentran una sola motivación que los satisfaga ya que el medio que los rodea lucha por sobrevivir (antes que vivir) y se sumerge cada día en un océano de lodo donde los valores humanos no tienen importancia alguna. No se cultiva el compromiso y mucho menos la responsabilidad... las tradiciones son una entelequia de viejos carcamanes que están atrapados en museos de pensamientos apolillados y la patria es una mentira que no contiene a ciudadanos sino a oportunistas. Así las cosas, la violencia cunde y se establece como modelo ya que es fácil ver como el padre golpea al entorno o cómo la madre procede de la misma forma en una suerte de acción y reacción interminable que promete quebrar el equilibrio de los géneros. Hay violencia informativa tanto como violencia formativa. Hay violencia cuando en las escuelas no hay espacio para los hijos. Hay violencia cuando las empresas no atienden las demandas de sus clientes. Hay violencia cuando el estado induce pobreza. Hay violencia cuando se cierran los oídos y se licuan las razones. Hay violencia cuando se atropellan los sexos. Hay violencia en los mensajes políticos. Todos quieren imponer sus antojos al prójimo y curiosamente, de esta forma se destruye la cultura, se pulverizan las sociedades y el hombre al igual que la mujer se internan en mecanismos primitivos donde se cambia el garrote por el desprecio y la trampa. Marzo 07, 2010.-
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