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La eutanasia: varias traiciones
Autor: Carlos Alberto Gómez Fajardo
4 febrero de 2019 - 09:04 PM
Tras la ideología de la eutanasia se encuentran ideologías que promueven traiciones: a la democracia, a la verdad, a la justicia, y al deber-vocación de las profesiones del cuidado.Medellín
Eliminar de modo deliberado a un ser humano en condiciones de fragilidad representa la puesta en marcha de grandes traiciones: traiciones a la verdad, al derecho, al sentido de la democracia y al “ethos” del cuidado, obligación racional en medio de una vida social inspirada por la solidaridad y el respeto debido a los iguales. La eutanasia, y las ideologías que la pretenden justificar, son ejemplos concretos de estos casos de traición e hipocresía.
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Traición a la verdad: la supuesta “piedad” que justificaría tal homicidio es falsa. Es una expresión extrema de deformación de la autonomía del ser humano, al desligarla de la responsabilidad que comporta el acto verdaderamente libre, que para serlo, ha de ser responsable de modo concomitante. Cuando se desliga libertad de responsabilidad, aquella se convierte en una patética caricatura: la prevalencia de la arbitrariedad del ego inflado e hipertrófico.
Traición a la justicia: está en la base racional del ordenamiento jurídico la obligación de otorgar a cada uno lo que es suyo. El derecho a la vida de cada persona, como valor lógico y operativo para que sean posibles todos los otros derechos, es atropellado por parte de quien se considera lo suficientemente fuerte e idóneo como para tener en sus manos el poder de aniquilar a otros, aún bajo el supuesto de cumplir órdenes y solicitudes de terceros.
Traición a la vocación del cuidado: las profesiones sanitarias tienen un fin, un sentido teleológico, el cuidado. Todos los seres vivos estamos enmarcados por la finitud y la contingencia. Sólo los humanos tenemos conciencia de ello. La forzosidad de los límites de la vitalidad no nos exonera del sentido del apoyo y del uso de la ciencia y la técnica –dentro de los obvios límites de la proporcionalidad- en beneficio de quienes atraviesan en su momento crucial las situaciones límite. Bien claro lo tenían los médicos hipocráticos del siglo IV antes de la era cristiana al reconocer la “ananké physei”, las limitaciones y necesidades propias de la forzosa naturaleza.
La traición va de la mano de la hipocresía y falsedad: quien actúa en el sentido contrario a sus expresiones externas lo hace escondido bajo diversas máscaras, no ya como neutral actor de una comedia o tragedia sino como enmascarado delincuente que ha optado por la injusticia de modo deliberado. Al denominar homicidio por piedad a las sofísticas razones que se suelen aducir en pro de la equívoca muerte digna, los juristas, funcionarios y políticos que gesticulan y vociferan hacia la gradería para obtener sus aplausos y apoyo, se enmascaran bajo la demagogia. Denominan “libertad” y “autonomía” a lo que no es sino violencia concreta contra el débil. Deforman la voz que pide auxilio y acompañamiento –los cuidados paliativos están para ello- y la convierten en expresiones de voluntad de auto-aniquilación. Habilidosamente argumentan basados en situaciones de la máxima complejidad humana y existencial para estimular las reacciones emocionales de las tribunas. Estas se agitan bajo banderas que les ofrecen “libertades” pero que les ocultan sistemáticamente la realidad de los deberes hacia todos; olvidan selectivamente la verdad histórica de que en los regímenes totalitarios se suprime a quien estorba. También hay falsedad al presentar sus ideologías. El trans-humanismo y el utilitarismo propagan una visión antropológica parcial: en ella, sólo tendrían sentido racional el lucro, la capacidad productiva, el deseo desaforado por la comodidad y el placer y el egoísmo subjetivista desprovisto de compromiso hacia el prójimo.
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Aquellas son algunas de las máscaras que ocultan los rostros de los promotores de la eutanasia. Pueden identificarse cuando tras el hecho cierto del sufrimiento del ser humano logramos ver una ausencia de metafísica y un materialismo descarado e incoherente. Con facilidad cualquier evento de enfermedad podría inundarse de sinsentido y ser convertido en causal de imposición del nihilismo de unos cuantos que se convierte en norma absoluta para la mayoría.
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