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- El ingeniero de 32 años Alexander López Savrán, innovador del biodigestor de cúpula fija estándar que permite crear redes de distribución a partir de materiales fácilmente disponibles en Cuba, ante uno de estos sistemas en la localidad rural La Macuca, en Cabaiguán, en Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
- Sandra Díaz regula la llama de su cocina que funciona a partir del biogás proveniente del innovador biodigestor instalado en su predio familiar, en La Macuca, en Cabaiguán, en la provincia de Santi Spíritus, en el centro de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
- El productor agropecuario Yuniel Pons y su esposa Sandra Díaz junto al biodigestor instalado a un lado de su casa, que con su innovador sistema abastece de energía los fogones de ocho viviendas en La Macuca, un asentamiento rural del municipio de Cabaiguán, en el centro de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
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Innovación local facilita redes solidarias de biogás en Cuba
- Tuberías negras de plástico, fácilmente disponibles en los anaqueles de las desprovistas tiendas cubanas, distribuyen el biogás por las casas de la localidad rural La Macuca, en forma soterrada o por entre las hierbas y piedras de los patios de las viviendas.
La llama fuerte y azul en las cocinas de las ocho viviendas abastecidas por el productor Yuniel Pons, flamea gracias al joven ingeniero Alexander López Savrán, quien innovó el biodigestor de cúpula fija estándar para poder crear redes de distribución con los pocos y básicos materiales disponibles en este país insular caribeño.
“Se diseñó un nuevo biodigestor que permite obtener presiones, con lo cual se puede distribuir biogás a más de cinco kilómetros sin necesidad de usar compresor ni soplador. En eso radica la innovación”, explicó a IPS este ingeniero, que vive en la ciudad de Cabaiguán, cabecera del municipio del mismo nombre y donde se ubica La Macuca, en la provincia central de Santi Spíritus.
“Hace tres años tenía un gran desorden con los desechos de los animales, hasta que busqué asesoría y comencé a hacer el biogás...Estamos trabajando en la ampliación de los corrales para con otro biodigestor beneficiar a 15 familias más, que ya están identificadas”: Yuniel Pons.
De hablar pausado y apariencia sencilla, López, de 32 años, ocupó titulares de prensa en 2017, cuando recibió el Premio Latinoamérica Verde, otorgado en Ecuador, y el estadounidense Instituto Tecnológico de Massachusetts lo incluyó entre los 35 jóvenes latinoamericanos que con sus innovaciones mejoraron la vida de sus comunidades.
Con un movimiento de larga data de promotores del biogás y regulaciones actuales para la producción privada de carne porcina favorables a su expansión, Cuba enfrenta el reto de crear redes eficientes de distribución para explotar más este recurso ecológico y elevar la calidad de vida de las localidades rurales, con una economía en recaída.
“Todo comenzó viendo el problema”, recordó López. “Teníamos centros porcinos que necesitaban biodigestores pero el volumen que iban a producir sería mucho mayor que el consumo de esas instalaciones estatales. Por otro lado, no teníamos equipos para poder distribuirlo”, detalló.
Este combustible surge de la descomposición de materia orgánica, entre las que destacan las excretas de ganado y de humanos. Pero en muchas fincas con biodigestores queda un excedente de gas metano que, de no usarse, presiona el equipo y se suele liberar a la atmósfera, lo que contribuye a la contaminación.
Además, la mayor eficiencia del biogás se obtiene para cocinar porque se pierde hasta 70 por ciento de la energía cuando se usa en generar electricidad o mover un vehículo.
“Se consideraron dos factores: nos sobraba energía y existen dificultades para la cocción de alimentos en las comunidades por déficits en el acceso a la energía o los costos de la electricidad”, describió el innovador, sobre el problema que representa la dependencia de equipos electrodomésticos de la mayoría de los hogares cubanos.
Tras dos año de estudio y diseño, López logró el primer prototipo, que con el tiempo “estructuralmente ha ido cambiando para ganar en eficiencia, durabilidad y prestaciones”, apuntó, al ser entrevistado por IPS en la casa de la familia compuesta por Pons, su esposa Sandra Díaz y un niño.
La mayoría de los biodigestores diseñados por López han sido construidos como parte del proyecto de Biomás Cuba, que coordina la estatal Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, situada en la provincia de Matanzas, con apoyo de la Agencia Suiza para la Cooperación y el Desarrollo.
Esta iniciativa, que busca la sostenibilidad energética del campo cubano, aporta parte de los insumos y el productor otra para construir el biodigestor, que con la tecnología de cúpula fija resulta caro porque requiere un gran volumen de materiales de la construcción pero se compensa con la distribución y 40 años de durabilidad.
López estimó que su biodigestor de 10 metros cúbicos de gas cuesta en Cuba el equivalente a 1.000 dólares, pero con una eficiencia igual a la de uno estándar de 15 metros cúbicos. Menos rentables son los biodigestores de polietileno, de unos 800 dólares, para solo una vivienda y hasta 10 años de vida útil.
Hasta ahora se han construido 10 biodigestores con esa innovación local en cuatro localidades de Cabaiguán: El Colorado (dos), Ojo de Agua (uno), Juan González (6) y La Macuca (uno), que abastecen a 102 viviendas y mejoraron la vida de 600 personas, con un ahorro de 65 por ciento de consumo eléctrico por cada hogar.
Y la tecnología se replicó también en Matanzas, aunque el ingeniero lamentó la tibia acogida por parte de los tomadores de decisión sobre el sector en el caso de su biodigestor, que puede contribuir al plan nacional para que las energías renovables aporten 24 por ciento de la matriz eléctrica en 2030, contra cuatro por ciento actual.
En bien provistos corrales, Pons mantiene entre 100 y 150 cerdos en la parte trasera de su vivienda como parte de un convenio entre empresas estatales y productores privados que logró en 2017 el récord de 194.976 toneladas, que no satisfacen la demanda de 11,2 millones de habitantes y parece que no se podrán superar al cierre de 2018.
“Hace tres años tenía un gran desorden con los desechos de los animales, hasta que busqué asesoría y comencé a hacer el biogás”, recordó el productor, apoyado por Biomás. “Estamos trabajando en la ampliación de los corrales para con otro biodigestor beneficiar a 15 familias más, que ya están identificadas”, reveló.
Tras encender el fogón a gas en su cocina, Díaz, que se dedica a su hogar, detalló que “la cocción de los alimentos así es más rápida… una maravilla”. “Antes cocinaba con una hornilla y una olla reina (eléctrica a presión), pero casi siempre estaban rotas”, precisó sobre otra debilidad de los equipos eléctricos.
La red llega hasta la humilde vivienda de Denia Santos y su familia, que es vecina de Pons. “Ahora cocino con biogás y lo uso también para hervir (desinfectar) las toallas y ropa de cama, algo que hacía con leña que yo misma preparaba”, describió esta cuidadora de su hijo con discapacidad intelectual.
Otros beneficios identificados por las familias que disponen de biogás son una mejor vía para cocinar alimento animal, hervir el agua para el consumo humano y mayor cohesión comunitaria alrededor del biodigestor y su mantenimiento.
José Antonio Guardado, el coordinador nacional del Movimiento de Usuarios del Biogás, que surgió en 1983 y hoy reúne a más de 3.000 integrantes en casi todas las provincias cubanas, calificó a IPS de satisfactoria la tendencia en el agro cubano de crear redes solidarias de biogás.
Guardado observa una “mayor conciencia, apoyo político y acciones participativas en el contexto del desarrollo local”, aunque persisten obstáculos para la distribución porque “los materiales en el mercado no son óptimos ni suficientes ni asequibles” y “falta una infraestructura institucional para atender ese servicio integralmente”.
Mientras, en el barrio periurbano de El Cano, en La Habana, los planes solidarios de la productora Hortensia Martínez se han detenido a pesar de que construyó con recursos propios un biodigestor de cúpula fija tradicional de 22 metros cúbicos, en su finca La China, para autoabastecerse y compartir con cinco viviendas vecinas.
“Ahora pienso darle un impulso pero no hemos podido implementarlo porque nos faltan las conexiones hasta las casas de la comunidad y lleva unas válvulas, llaves especiales y un tipo de manguera que permita soterrar la red”, explicó a IPS la agricultora, que destaca por sus proyectos comunitarios, en especial con la niñez.
Edición: Estrella Gutiérrez
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