En las cocinas de ‘revolución Macron’
El presidente francés aplica en su primer año de gobierno un proyecto largamente meditado
París
Macron es recibido por Merkel, en Berlín el pasado 19 de abril. MICHAEL KAPPELER AP
El "ancla" de Emmanuel Macron en su primer año como presidente, lo que le ha permitido gobernar si perder perder el hilo y sin dejarse ir a la deriva, no ha sido una persona, sino una idea, un programa. “La acción viene de una reflexión anterior. Los franceses han votado por esto. El programa es un ancla”, explica Alexis Kohler en su despacho del primer piso del Elíseo.
Kohler, de 45 años, es el secretario general de la Presidencia de la República, quizá el cargo de más peso en la cúpula del poder francés después del jefe del Estado, una especie de primer ministro bis, o vicepresidente, el encargado de que la gigantesca máquina administrativa francesa funcione a la hora, uno de los miembros del reducido y exclusivo equipo de confianza de Emmanuel Macron.
La hiperactividad reformista del presidente francés responde a un proyecto que combina la rigidez formal de un plan quinquenal soviético—casi todo estaba escrito en el programa— con la eficiencia y flexibilidad métodos de management importados del mundo de la empresa. El 23 de abril de 2017, cuando Macron encabezó la primera vuelta de las elecciones presidenciales, y el 7 de mayo, cuando confirmó la victoria al derrotar en la segunda vuelta a Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha Frente Nacional, todo estaba pensado. La reforma laboral, los aumentos de impuestos para los jubilados, la reducción de funcionarios, las propuestas para refundar Europa… La lista es larga. Y no es casualidad que sea una de las pocas iniciativas que no figuraba en el programa —la reforma de la SNCF, la compañía pública de ferrocarriles— la que ha provocado mayores resistencias.
Todo está en el programa, como dice Kohler, y todo viene de una reflexión que comenzó hace dos décadas, cuando Macron, estudiante el Sciences Po, el reputado instituto de ciencias políticas en París, comenzó a colaborar con Paul Ricoeur (1913-2005), un clásico de la filosofía contemporánea, que entonces, en 1998, preparaba su obra La memoria, la historia, el olvido. Les presentó François Dosse, que era profesor de Macron en Sciences Po y a la vez biógrafo y amigo de Ricoeur.
Dosse, autor de Le philosophe et le président (El filósofo y el presidente), ve las huellas del filósofo Ricoeur en la presidencia de Macron. Es puro Ricoeur, por ejemplo, el famoso latiguillo "al mismo tiempo", que el presidente usa para abordar las diferentes facetas de los problemas a los que se enfrenta, o para presentarse como un líder que sintetiza la izquierda y la derecha y que a la vez supera esta división.
“Al mismo tiempo significa pensar la complejidad, las tensiones que aparecen como antinómicas", dice Dosse. "Cómo articular cosas que parecen dilemáticaspero que, dada nuestra condición humana, son ineludibles".
"La filosofía de Ricoeur es una filosofía del hombre capaz", dice Dosse en otro momento. Cuando, en noviembre de 2016, al presentar su candidatura al Elíseo, Macron dijo que "el destino francés es hacerlo todo para capacitar al ser humano", estaba claro en quién se inspiraba. La filosofía del hombre capaz consiste, en Ricoeur, en mostrar "cómo, sin negar las limitaciones biológicas, sociológicas o históricas, la capacidad humana puede superarlas, o desplazarlas, para seguir adelante”.
Adelante, siempre adelante: nunca dejar de pedalear: así podría resumirse el espíritu del macronismo. "Entiende muy rápido sus errores", dice otro de sus mentores, Olivier Mongin, que fue director de la revista de pensamiento Esprit, en la que colaboró Macron y de la que fue accionista. "Es estrategia. Es Napoleón. No recula, pero siempre extrae lecciones sobre lo que habría tenido que hacer".
A Mongin le sorprende el aura monárquica que Macron ha querido darle a la presidencia. "Juega este papel. ¿Por qué? No lo sé. Lo conozco bastante bien, para mí no es alguien inmodesto", dice. "Pero parece que encarne al patrón, al jefe, a la autoridad. En Francia es una demanda bastante fuerte. Francia, como recordaba el historiador Marc Bloch, es el Antiguo Régimen y es la Revolución". Y Macron, continúa, "ha entendido que Francia es de derechas, y gobierna en el centroderecha. Mira más a su derecha que a su izquierda". “No es un liberal en un sentido estricto. Lo es en plano de la sociedad y la economía, pero no lo es en el sentido del Estado”.
Palabras clave en el gobierno de Macron son movilidad y autoridad. No tanto desigualdad, concepto central en los debates posteriores a la Gran Recesión pero que aparece poco en los discursos de un presidente.
Al mando de la sala de máquinas del Palacio del Elíseo, Alexis Kohler, el alto funcionario formado como Macron en la Escuela Nacional de Administración, es reacio al "comentario épico o la autoficción" sobre la presidencia de Macron. El día que recibe a un grupo de periodistas coincide con una gran jornada de movilizaciones en París de ferroviarios y funcionarios contra las reformas. Viendo algunas teles, parece que una parte de Francia, por fin, esté al borde de la revuelta. En los pasillos y salones del Elíseo, nadie pierde los nervios. La calma lo invade todo, apenas hay movimiento, el tiempo parece detenido.
"No soy un gran fan de las discusiones sobre las cocinas [del poder]. Lo más importante es la comida que se sirve en los platos", dice Kohler. "No estamos aquí para felicitarnos ni para mirarnos el ombligo sobre la manera cómo actuamos".
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