jueves, 9 de febrero de 2017

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Silicon Valley: El valle contra la muralla | Opinión | EL PAÍS



El valle contra la muralla

Los chicos en vaqueros contra los ejecutivos trajeados. ¿Quién ganará?



Bienvenida a un traductor del Ejército de EEUU procedente de Afganistán en el aeropuerto de San Francisco.

Bienvenida a un traductor del Ejército de EEUU procedente de Afganistán en el aeropuerto de San Francisco.  AP



El valle del silicio se rebela contra la calle de la muralla. Las empresas tecnológicas estadounidenses se sublevan contra el decreto inmigratorio de Trump mientras los peces gordos de Wall Street se alían con él para abolir las normas (Ley Dodd-Frank) que Obama y los demócratas les impusieron tras el desastre financiero de 2008.
Es algo más que una metáfora. A un lado, Silicon Valley, el soleado e informal valle de California donde cada uno vale lo que su talento y la innovación se desborda a borbotones. A otro, Wall Street y sus rascacielos, símbolos del poder financiero y la especulación. Los chicos en vaqueros contra los ejecutivos trajeados. ¿Quién ganará?
En los años sesenta del siglo pasado, la derecha biempensante se lamentaba porque esa cosa entonces llamada “contracultura” iba a acabar con la sociedad, la familia, el orden, el mérito, el esfuerzo y la economía productiva (parece mentira, pero la derecha conservadora siempre se queja de lo mismo). Pero de aquellos hippies vinieron estos lodos, o más bien los polvos de silicio con los que se fabrican los semiconductores. Una cultura tecnológica como la que hoy representa Silicon Valley hubiera sido imposible sin el feroz individualismo, radical y contestario, que salió de universidades como Berkeley y otros centros de pensamiento.
Ahora resulta que todos aquellos zumbados como Jack Kerouac y sus alucinantes y alucinatorios “viajes” por carretera y por la psique eran la base de una economía de la innovación y el conocimiento que iba conseguir que empresas como Facebook o Google fueran más grandes que U.S. Steel o la General Motors o el PIB de muchos países. Y que los híbridos, injertados o transplantados (no me refiero a plantas ni a coches, sino a los humanos, es decir, a los inmigrantes) iban a ser uno de los elementos centrales del proceso.
La rebelión conservadora contra el progreso empezó entonces, y sigue hoy. Quieren parar el reloj y volver al pasado: Dios, patria, autoridad, familia, orden, homogeneidad, etnia. Se atrincheran detrás de la muralla y gritan el apocalipsis contra los bárbaros del valle que amenazan con disolver las costumbres. Pero los del valle siguen sembrando progreso y cosechando futuro. @jitorreblanca

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