El éxodo a Camerún agrava la falta de alimentos
Más de 86.000 refugiados de Nigeria que escapan de la violencia de Boko Haram ocupan el norte del país vecino, una de las áreas más vulnerables por la falta de oportunidades
Yaoundé (Camerún)
En la ciudad de Kousseri hay 40.000 desplazados que necesitan de asistencia sanitaria y alimentos. LOUISE ANNAUD (MSF)
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Como en casi todo éxodo forzoso, el temor prende la llama y la búsqueda de la supervivencia hace el resto. Esto es lo que ha pasado en Nigeria y en toda la franja del Sahel desde que surgiera el grupo islamista Boko Haram, en 2002. Los habitantes afectados por el terrorismo han tenido que abandonar sus casas sin fecha de vuelta. Principalmente, a los países limítrofes presuntamente tranquilos. Eso ha agravado el ya existente problema de escasez de recursos en puntos de llegada como Camerún. En el extremo norte, según Médicos Sin Fronteras (MSF), que opera en la zona desde 2015, se concentran alrededor de 86.000 refugiados nigerianos. Y hasta 190.000 cameruneses han dejado también su lugar de residencia, convirtiéndose en lo que se denomina desplazados internos.
Es lo que explica Alberto Jodra, jefe de misión de MSF en Camerún, en Yaoundé, la capital del país y donde se encuentra la sede nacional de la organización. “Ya antes de la crisis que la región ha sufrido en los últimos tres años era una de las áreas más desfavorecidas y vulnerables, debido a la falta de infraestructuras y de oportunidades”, cuenta. “Los indicadores de salud y educación son los más bajos y el clima (de tipo saheliano, con escasas precipitaciones) provoca un déficit alimentario recurrente”.
Médicos Sin Fronteras teme que hay muchas poblaciones afectadas por el conflicto a las que no ha llegado ningún tipo de ayuda humanitaria
La crisis de la que habla proviene de lejos. Región conflictiva por su inestabilidad fronteriza, a principios de la década se agitó con la adhesión del grupo terrorista Boko Haram (nacido en Nigeria en 2002) al Estado Islámico (ISIS) y con la creación de un califato basado en una sharia radical, la ley islámica. El secuestro de 200 chicas en el país vecino en abril de 2014 aumentó las preocupaciones. Y la huida desde aquellos pueblos tomados fue súbita: las cifras hablan de dos millones de desplazados internos en el Estado más poblado de África (173,6 millones de personas). Otros eligieron cruzar a Camerún, que en el primer semestre de 2016 ya sumaba 480 víctimas civiles por ataques de la banda armada, con presencia, aparte, en Níger, Chad y Malí.
“Cuando, a inicios de 2015, los países vecinos de Nigeria deciden aliarse e intervenir para frenar la expansión territorial de Boko Haram y la amenaza sobre sus propias fronteras, el conflicto se regionaliza y se genera un frente de guerra en el área del lago Chad. La violencia se suma a las penurias de estas zonas desfavorecidas y se agrava la situación, con enormes repercusiones sobre la población civil. En total, unos 2,6 millones de personas desplazadas y 480.000 niños menores de cinco años con malnutrición severa aguda en los cuatro países”, relata Jodra, que subraya problemas de acceso a las zonas, de incapacidad para cultivar y de miedo a nuevos ataques.
Tres provincias (Mayo Tsanaga, Mayo Sava y Logone et Chari) soportan el mayor peso. La organización internacional –que actúa en las fases agudas de una emergencia, cuando ni el sistema nacional ni otras organizaciones tienen capacidad para responder, hasta que se estabiliza y otro actor pueda sostenerlas en el tiempo– atiende a cerca de 60.000 refugiados en un campo levantado en Minawao, una ciudad del extremo norte pegada a la frontera y con 56.000 residentes fijos. “En el caso de los desplazados, uno de los mayores retos es llegar a esos sitios. Hay muchos heridos en shock y faltan estructuras equipadas o personal formado. El primer paso es vacunar para que no se propaguen epidemias como el cólera o el sarampión”, señala el responsable de MSF.
Cuando llegan refugiados, el primer paso es vacunar para que no se propaguen epidemias como el cólera o el sarampiónALBERTO JODRA, JEFE DE MISIÓN DE MSF EN CAMERÚN
“Se estima también que los alrededor de 190.000 desplazados internos están desperdigados en numerosas localidades de difícil acceso, con familias de acogida o en campos gestionados de manera anárquica”, continúa. “Falta una respuesta combinada a sus necesidades básicas por las limitaciones ligadas a la inseguridad en la zona y por el recelo de las autoridades a crear campos de desplazados internos, ligado sobre todo al miedo a generar un efecto llamada. En una región donde la población local vive ya en condiciones muy difíciles, la asistencia humanitaria a los que huyen de la violencia podría devenir en un aumento del número de migrantes para mejorar sus condiciones de vida. Es un deseo legítimo que las autoridades no saben cómo gestionar”. “Por último, pero no menos grave, tenemos las consecuencias de la violencia y de la llegada de refugiados y desplazados internos sobre la población local: la necesidad de compartir los escasos recursos, la presión añadida sobre un sistema de salud muy frágil y el deficiente acceso al agua potable, las dificultades para cultivar y recoger las cosechas en zona de guerra, junto con el cese del intercambio comercial entre Nigeria, Camerún y Chad debido al cierre de fronteras, causando subida de precios y fuerte impacto en la economía local”.
Consecuencias: mayor riesgo de epidemias, inseguridad alimentaria y malnutrición. El 2,2% de niños menores de cinco años la padece de forma aguda severa, lo que significa “una situación de emergencia”, dice Jodra. “El sufrimiento que genera la violencia”, concede, “se ve exacerbado por la incapacidad de los centros de salud y de los hospitales de distrito y regionales para atender a los numerosos casos de cirugía de urgencia que llegan a sus puertas, especialmente cuando se trata de ataques suicidas que provocan numerosas víctimas”.
No son casos aislados: en junio, un suicida mató a 11 personas; el 21 de agosto, un hombre cargado de explosivos terminó con otras tres; y en muchas ocasiones se utiliza como mártires a mujeres raptadas. Según datos del Ministerio de Defensa publicados por Al Jazeera, Camerún ha sufrido 336 ataques con centenares de víctimas. De estas, al menos 157 han fallecido por atentados perpetrados por mujeres. En un 80% de estas ocasiones, su edad media estaba comprendida entre 14 y 24 años. Así lo narra el encargado de MSF: “Existen todavía muchas áreas de la región donde el acceso de la ayuda humanitaria es muy difícil debido al enorme riesgo que supone. En aquellos lugares donde hemos conseguido acceder recientemente, como por ejemplo en algunas localidades nigerianas al otro lado de la frontera (Ngala, Gambaru, Banki) nos hemos encontrado situaciones realmente catastróficas”. Algo que “les hace temer” que hay poblaciones absolutamente desasistidas y en una situación de enorme sufrimiento.
¿Soluciones? La estrategia orquestada por MSF en terreno ha ido por dos direcciones: colaborar con el Ministerio de Sanidad de Camerún para asistir en casos de cirugía urgente (sobre todo en el hospital de la localidad de Maroua, el principal en el área norte) y formar en la gestión en el caso de llegada masiva de heridos. También apoyan logísticamente con rehabilitación y equipamiento técnico en quirófanos, donan instrumental, medicamentos o ambulancias. “Buena parte del esfuerzo está volcado en acceder a la población nigeriana desplazada que ha quedado aislada por la violencia a lo largo de la frontera con Camerún, sin posibilidad de recibir asistencia desde Nigeria por la inseguridad que reina en la zona”, cuenta Jodra. “Los riesgos siguen presentes para todos. Cualquier habitante puede ser víctima y existe una amenaza de secuestro sobre trabajadores humanitarios con fines económicos o mediáticos”, zanja.
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