Todas las revoluciones prometen el paraíso en la tierra y la liberación de las cadenas…. Y todas, sin excepción, acaban en un baño de sangre. La francesa, la bolchevique -de la que se cumplen ahora 100 años-, la mexicana…
No fue una excepción la revolución sexual de los años 60. Y eso que, de entrada, parecía una revolución amable -haz el amor y no la guerra-. Flores, hippies, música, besitos… No se veían trenes blindados como en 1917, ni guillotinas como en 1789, sino amor, mucho amor.
Y en lugar de la toma de la Bastilla, lo que hubo fue la toma de la pastilla… que, por primera vez en la Historia, permitía separar placer de procreación y dejar a los Romeos y Julietas de la época de los Beatles expresar espontáneamente el amor sin la espada de Damocles de sus consecuencias.
Pero la bomba de relojería que activó la píldora anticonceptiva le ha estallado a Occidente medio siglo más tarde. Porque ha destruido el significado nupcial y el significado procreativo del cuerpo humano (para eso fue expresamente diseñado: “Creced y multiplicaos…”), ha roto hogares, ha enfrentado a hombres contra mujeres en la guerra de sexos, ha convertido el placer en un ídolo de barro al que se supedita todo lo demás, y ha sembrado Occidente de “singles” sin vínculos y sin familia, perpetuos adolescentes incapaces de asumir responsabilidades; y por lo tanto, fácilmente manipulables por los Gobiernos.
Y, como todas las revoluciones, ha acabado en sangre. Las antiguas decapitaban reyes o fusilaban zares, la revolución sexual de los años 60, acaban con bebés en el vientre materno.
Y como todas las revoluciones, lo que ha traído la de los años 60 no ha sido el paraíso en la tierra sino una dictadura. La dictadura de la cultura de la muerte y de la ideología de género, que destruye el último reducto de libertad auténtica: la familia.
Desolador panorama… si no fuera porque en la vieja Europa hay sectores de la sociedad que siguen creyendo en la familia, célula originaria de la libertad -como decía Benedicto XVI-; naciones que luchan por la dignidad humana acaso por haber sufrido en sus carnes botas totalitarias -Polonia, Hungría, Croacia, Eslovenia- o que no renuncian a la Resistencia frente a invasores más sutiles pero no menos peligrosos que los nazis -como la Francia de la Manif pour Tous-; y minorías creativas que, como los irreductibles galos de Astérix, se niegan a rendirse.
De todo eso -de la reconquista de Europa a través de la familia- he tenido ocasión de conversar con el profesor Francisco José Contreras, editor del libro La batalla por la familia en Europa (La Manif pour tous y otros movimientos de resistencia) (editorial Sekotia).
Catedrático de Filosofía del Derecho y ensayista, bien conocido por los lectores de Actuall, gracias a sus perspicaces columnas, Contreras hace un “parte de guerra” de aquella batalla en la entrevista que te ofrezco como suscriptor del periódico
Comprobarás que es lúcido y políticamente incorrecto al hablar de la cultura anticonceptiva, la muerte freudiana del padre o el camino hacia El mundo feliz de Huxley al que nos llevan los vientres de alquiler o las técnicas de reproducción asistida.
La batalla por la familia en Europa es una obra imprescindible para saber lo que nos jugamos en las próximas décadas, con el Viejo Continente sometido a la doble encrucijada del suicidio demográfico y la invasión islamista, y desarmado por el buenismo de unas élites irresponsables, hijas de aquella revolución de los años 60.
El propio Contreras y otros trece cualificados autores -como Jean Sévilia, Sophie Kuby, Mayor Oreja, Ludovine de la Rochère, Benigno Blanco, Luca Volonté- analizan esa crisis de identidad de Europa así como las iniciativas que han ido surgiendo en los distintos países para salvar de la quema el triángulo padre-madre-hijos.
En medio de todo, es un libro profundamente alentador, ya que la familia ha resistido los embates de la Historia y el azote de los tiranos, desde Adán y Eva hasta nosotros. En eso estamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario