domingo, 19 de febrero de 2017

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Martenidad subrogada: Mercado de vientres | Opinión | EL PAÍS



Mercado de vientres

Los cuerpos de las mujeres no pueden convertirse en objeto de compraventa

Mercado de vientres

GETTY IMAGES



El único argumento que esgrimen los partidarios de regular los vientres de alquiler es la libertad individual. También hablan de un supuesto derecho a ser padres/madres, pero todo el mundo convendrá en que tal derecho no existe si se opone a los derechos de otras personas. No existe el derecho a usar a una mujer para que alguien satisfaga lo que es un deseo, legítimo, comprensible, pero un deseo. Comprar un embarazo, un órgano, sangre, óvulos, corneas…no es un derecho de nadie. Convertir deseos en derechos es lo que hace el neoliberalismo, dinero mediante, naturalmente. No hemos conseguido que auténticos derechos lo sean (vivienda, trabajo, sanidad etc) pero en cambio avanzamos rápido hacia la consolidación del único derecho que reconoce el capitalismo: el derecho a consumir.
Los derechos que sólo existen mediante precio (existe demanda para comprar, pero no una demanda para vender), son, en realidad, privilegios. Siempre que alguien reivindica su derecho a comprar, en un mundo de desigualdad brutal como es este, lo que está haciendo es exigiendo que alguien le venda eso mismo que desea. Siempre que se abre un mercado, lo que se hace es obligar a los pobres a entrar en él y a vender lo que nunca venderían de no verse en situación de tener que hacerlo. Y unos y otros jamás se encontrarán en posiciones similares o intercambiables. Así, si abrimos el mercado de órganos, los ricos los comprarán y los pobres se verán obligados a venderlos. Las mujeres que gestan para otras no podrían mañana (en caso de quedarse estériles, por ejemplo) pagar por un hijo, de la misma manera que jamás veremos a una rica gestar para otra por precio. Simplemente nadie lo hace si no tiene la imperiosa necesidad de hacerlo. Donde se reconoce el derecho de las ricas a comprar se está obligando a las pobres a vender. Por eso el debate no va sobre la libertad de las mujeres de gestar para otros, sino sobre si como sociedad elegimos poner a mujeres más pobres en esa situación, o lo cortamos de raíz.
Un embarazo no es una técnica reproductiva y la sola denominación ofende. Si el embarazo por subrogación es una técnica, sin más, entonces todo embarazo lo es y nosotras somos siempre incubadoras. La forma en que el embrión se implanta en el útero, no tiene nada que ver el embarazo. O todos los embarazos son técnicas, o todos los embarazos son procesos vitales en los que las mujeres ponen su cuerpo, pero mucho más que el cuerpo. El esfuerzo, los riesgos, la salud, las sensaciones, el insomnio, la pesadez, los cambios hormonales, físicos y psicológicos; no hay diferencia entre un embarazo con embrión propio o ajeno. El cuerpo se pone de la misma manera, la subjetividad se ve interpelada de idéntica forma. Llamar a un embarazo por precio “técnica” sólo busca hacer desaparecer a la gestante, invisibilizarla, cosificarla.
Y por esa razón, una gestante tiene siempre los mismos derechos, haya llegado como haya llegado a quedarse embarazada. Y son derechos a los que no se puede renunciar por precio, por contrato, son inalienables. Finalmente, ¿se puede donar de manera altruista una gestación? Pienso que sí igual que se puede donar un riñón a un pariente, pero quienes defienden esta práctica, no se refieren a esto y siempre hablan de “compensar por los gastos”. Si es altruista no hay gastos que compensar. Ninguno y en todo caso, hay que salvaguardar los derechos de la gestante en todo el proceso. Derecho a abortar antes, durante y después; y derecho a arrepentirse. Creo que dicha donación debería limitarse a familiares de primer o segundo grado, para que la gestante no desaparezca de la vida del bebé y sea parte de su mundo afectivo. Así lo recoge la ley brasileña, por ejemplo.
No deja de ser sospechosa la facilidad con la que mucha gente que conoce perfectamente la relación entre mercado, desigualdad y libertad individual, asume sin problemas que los cuerpos de las mujeres sí pueden ser objeto de compraventa. Y lo hace, además, esgrimiendo la libertad individual. Supongo que tiene que ver con que las mujeres llevamos en el mercado (simbólico y material) desde el minuto uno del patriarcado y del capitalismo.
Beatriz Gimeno es diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid y feminista

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