La ley de Violencia de Género es una cordillera de mentiras más larga que los Pirineos, los Apeninos y los Andes juntos. Comenzando por su propio nombre: Violencia y Género, porque como ha recordado el juez del Supremo Antonio Salas, la violencia no tiene género, al explicar que los malos tratos o los asesinatos se deben a la maldad intrínseca del ser humano.
Siguiendo por la premisa falsa en la que descansa la norma: que el varón es culpable por el mero hecho de serlo. Que a su vez se inspira en los esloganes que coreaban las feministas quema-sujetadores de los años 60, del tipo: “Toda cópula es una violación” (Andrea Dworkin); y éstos a su vez beben directamente de Simone de Beauvoir, un Pinocho con moño.
No se puede desafiar impunemente la ley que la Humanidad lleva inscrita, de fábrica, desde que Adán conoció a Eva y se sintió irresistiblemente atraído por ella. Es tan estúpido (y no menos peligroso) que desafiar la ley de la gravedad. Y por eso las femi-progres y los políticos y legisladores que les dan cobertura recurren a la mentira. Para hacer creer que la familia y el matrimonio son un error mayúsculo de la especie, y que la convivencia de varón y mujer está condenada inevitablemente al fracaso.
Han conseguido elevar a la categoría de ley algunas de las patrañas más hilarantes de la revolución sexual de los años 60. Me quedo con una: “una mujer necesita a un hombre como un pez a una bicicleta”. La dejó escrita Gloria Steinem, editora de MS, la más influyente revista feminista de la época.
Para lograrlo no han dudado en manipular cifras, otra forma sibilina de mentir. La propia Ley de Violencia de Género, auspiciada por el socialista Zapatero, se construyó sobre ese cimiento. Por ejemplo, María Teresa Fernández de la Vega, la “número dos” de aquel Gobierno, decía por entonces: “no conozco ninguna denuncia que haya sido archivada”... cuando casi el 60% lo eran, como reconocía el propio Consejo General del Poder Judicial.
Más mentiras: los Gobiernos -de izquierda o derecha, tando da- ofrecen datos de mujeres asesinadas a manos de varones, pero ocultan los de éstos a manos de féminas. Son menos, cierto, pero son… y ni a Zapatero, antes, ni a Rajoy, ahora, les interesa que las cifras desmientan el dogma de la violencia de género.
Lo cierto es que hasta el propio ministro del Interior (Zoido) ha tenido que reconocer el carácter ineficaz de la ley. Le falta reconocer que, además, es injusta. Pero eso equivaldría a poner en peligro el negociete que han montados los despachos de abogados feministas, y las asociaciones de amazonas femi-progres, con la trama de denuncias falsas.
No esperemos que los políticos muevan un dedo (¿alguna vez lo hacen?). Tendrán que ser las víctimas de la Ley de Violencia de Género, los abogados sin ataduras, o los medios de comunicación no amordazados quienes demos el paso. Aunque el precio a pagar sea la persecución o el boicot, como el sufrido por una mujer valiente, la profesora Alicia Rubio, que se atrevió a escribir un libro revelador ‘Cuando nos prohibieron ser mujeres y os persiguieron por ser hombres’.
Y nosotros ya hemos empezado a tirar de la manta. Actuall, uno de los pocos medios que se atreven a investigar la trama de denuncias falsas, ya publicó el año pasado un reportaje de nuestro redactor jefe Nicolás de Cárdenas: el 87% de las denuncias por violencia de género no acaban en condena.
Y ahora revela que se prepara una avalancha de querellas por detenciones ilegales a varones, por violencia de género. El lunes 23 publicaremos que una asociación ha presentado la que, con toda probabilidad sea, la primera querella en España contra un policía por una de esas detenciones. La firma Nicolás de Cárdenas. Y te la adelanto como suscriptor del periódico.
Vaya por delante que nada nos parece más indigno y execrable que la violencia contra la mujer; y que ésta es una lacra que debe ser atajada por todos los medios. Y que la igualdad de derechos era una conquista social imprescindible.
Pero una cosa es reducir el drama terrible de las mujeres maltratadas y otra muy distinta elaborar leyes que no sólo no solucionan el problema sino que generan otros nuevos. Leyes, que como ha dicho el juez Salas “son normas políticas más que jurídicas”
Y una cosa es la igualdad de derechos -entre varón y mujer- y otra lo que persigue el feminismo radical: que no es la igualdad sino la revancha.
Ya lo dijo Lincoln: Se puede engañar a algunos todo el tiempo y todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Y a quienes se lucran con las denuncias falsas se les acaba el tiempo.
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