Hay una frase, no sin un punto de cinismo, que pone el foco sobre la responsabilidad del historiador: “Incluso el pasado puede modificarse; los historiadores no paran de demostrarlo”. Claro que esa frase es de un profesional del disfraz: Jean Paul Sartre que -como otros escritores, Wilde o Valle-Inclán- creó a un personaje: él mismo.
Trató de enterrar con sus “Nauseas” existencialistas al joven que escribió una obrita teatral sobre el Nacimiento de Cristo, Barioná, el hijo del trueno, y de la que durante décadas se habló poco o nada, a fon de no estropear la imagen escéptica del autor de El ser y la nada.
Lo cierto es que la historia puede tergiversarse, cuando la ideología (esas anteojeras de burro) se impone a la ciencia (los hechos, los documentos), y por lo tanto reescribirse al dictado de un partido político o de intereses espurios. Es lo que no ha parado de hacer el marxismo… y es lo hacen los nacionalismos, singularmente en España el vasco y el catalán.
Lo advierte el catedrático de Historia, ensayista y excepcional divulgador, Fernando García de Cortázar, en una entrevista que concedió a este periodista y que te ofrezco en adelanto como suscriptor del Brief.
Natural de Bilbao, Cortázar fue uno de esos intelectuales que se vio obligado a llevar escolta durante 11 años, al estar amenazado por el terrorismo de ETA. Sabe de lo que habla, conoce las complicidades de los nacionalistas con los pistoleros (por un lado, los que agitan el árbol y, por otro, los que recogen las nueces, según la famosa metáfora de Arzalluz, el histórico dirigente peneuvista), y también los riesgos que los secesionismos representan para la cohesión y la unidad de una gran nación como España.
En la entrevista, Cortázar subraya nuestro excepcional pasado que una generación de españoles tendentes al masoquismo no nos merecemos. Con la gesta colombina, la contribución de la piel de toro al devenir de la Humanidad ha resultado mucho más decisiva que la de ninguna otra nación europea. Pero entre la Leyenda Negra, dictada por la envidia de los múltiples enemigos de Felipe II, y los complejos acumulados por unos españoles demasiado pendientes del ‘qué dirán’ foráneo, nos hemos sumido en el escepticismo.
De ahí la importancia de conocer el pasado sin tergiversaciones ni exageraciones; y sin dejarse llevar por los localismos (“carcoma de la Historia” como la califica Cortázar). De ahí la importancia de que las humanidades -singularmente la Filosofía y la Historia- no desaparezcan de los planes educativos.
Espero que te guste la conversación con un intelectual tan sugestivo como Fernando García de Cortázar.
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