sábado, 19 de junio de 2010

TODO REVUELTO


Editorial I
Adopción y unión homosexual
La recta formación de un niño requiere la acción conjunta de elementos referenciales femeninos y masculinos

Noticias de Opinión: Sábado 19 de junio de 2010 | Publicado en edición impresa

Es sabido que, tras la pretensión de desnaturalizar el matrimonio incorporando la unión homosexual a él, vendrá el intento de legalizar la adopción de menores por los "contrayentes", como los llama alguno de los proyectos de ley. Y este intento de remedo de matrimonio y de supuesta vocación adoptiva vale tanto para la unión homosexual, que algunos proponen como un nuevo instituto, como para la pretendida y equivocada asimilación al matrimonio.

En cualquiera de los casos, los "contrayentes" aspiran a adoptar niños y criarlos. El tema ha despertado fuertes polémicas.

No es para menos. Estudios norteamericanos a cargo de expertos en ciencias del comportamiento de la Universidad de Carolina del Sur llegaron a la conclusión de que los menores que viven y son criados por parejas homosexuales han padecido fuertes emociones, como miedo, inseguridad, ansiedad, aprehensión, vergüenza y enojo al tratar de esconder o negar la homosexualidad de los "padres, molestarse por recibir sobrenombres dolorosos y alteración de sus amistades".

Afirman también que ya existen conclusiones científicas sobre la mayor probabilidad de que los niños en cuestión desarrollen una tendencia a la homosexualidad, teniendo en cuenta que los niños tienden a imitar y copiar los roles de vida de sus padres. Testimonios recientes exponen la resistencia de padres biológicos a que sus hijos sean formados en la idea de que el "matrimonio" homosexual es igual al matrimonio heterosexual.

Siempre hemos pensado que la recta formación psicológica y afectivo-sexual de un niño requiere la acción conjunta de elementos referenciales femeninos y masculinos; que la influencia determinante de una pareja heterosexual produce un impacto positivo en el imaginario infantil y adolescente y aporta un valioso modelo de ejemplaridad sobre todos los miembros de la familia.

La idea de que los niños son "cobayos" con los cuales se puede justificar cualquier experiencia es, sin duda, violatoria de nuestras leyes y de la Convención de los Derechos del Niño. Lo que esta pretensión adoptiva olvida es que se está violando el verdadero fin y objeto del instituto de la adopción, que es el interés del menor por adoptar, y que además, como se ha dicho, se lo está privando de la riqueza de la diversidad sexual en su crianza y educación. Este daño es imposible de medir, pero de una evidencia incontrastable.

Los argumentos pseudoprogresistas, de que ello importa una discriminación o un prejuicio ideológico o religioso, no resisten el análisis del sentido común. El niño es el centro de la adopción, no los padres, y nadie discute que, con la posibilidad de elegir, el niño o quien lo represente (el Estado, por caso) no debe elegir un hogar homosexual, pudiendo elegir una pareja heterosexual.

El niño se merece una familia, y recientemente hemos señalado desde estas columnas el escándalo de que hay 6000 familias heterosexuales, en espera para adoptar, y no pueden hacerlo por trabas burocráticas e ideológicas.

Lo que aquí señalamos no va en desmedro, por supuesto, de la dignidad esencial de todas las personas en relación con la libre elección de su orientación sexual y del modo de canalizarla.

Pretendemos señalar que, simplemente, cuando se trata de convalidar una adopción legal, nada puede importar más que el supremo interés de ese niño o niña a ser adoptado. Y es sólo desde esa preocupación por el niño que la cuestión debe ser analizada, ya que de ningún modo está demostrado que la vida con padres homosexuales vaya a resultar inocua para su formación.

Los legisladores debieran centrar su atención en la niñez argentina, no en los deseos de mayores de edad que han elegido libremente una unión homosexual ni mucho menos atenerse a conveniencias políticas, desvaríos ideológicos o pseudoargumentos de supuestas discriminaciones, a todas luces inexistentes.

De aprobarse por ley el casamiento homosexual, al no presentar problemas para determinar la filiación por considerarse imposible la reproducción entre personas del mismo sexo, podría habilitarse ese tipo de uniones para más de dos personas.

Por disparatada que parezca esta idea, sugerida en una carta de lectores publicada en este diario, no es inválida. Aquellos que no pueden casarse, en ese caso, podrían sentirse discriminados.

La única forma de que no haya discriminación sería que el casamiento homosexual permita la unión de dos o más contrayentes. De ser así, por la teoría del absurdo, el casamiento heterosexual debería seguir la misma senda, sin un número limitado de contrayentes.

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La recta formación de un niño requiere la acción conjunta de elementos referenciales femeninos y masculinos

lanacion.com | Opinión | S?do 19 de junio de 2010


el dispreciau dice: la pobreza encaramada en la clase política mundial (incluida la propia, claro está) discute por estas horas cómo hacer para sumar votos de los más diversos ángulos provistos desde las miserias humanas. No es peyorativo, ni tampoco intenta discriminar, aunque sí pretende tirar al aire una opinión... así como las industrias químicas contaminan efectivamente, en mayor o menor grado, lanzando moléculas complejas al aire que respiramos todos o a las aguas que bebemos todos o a las arenas que pisamos todos o a el humus que apreciamos todos, produciendo alteraciones genéticas intangibles pero de consecuencias definidas y precisamente reconocidas clínicamente, del mismo modo, el sentido del género guarda una esencia existencial que supera la razón humana, se entienda o no, se asuma o no. Colocar un niño en medio de dos padres o de dos madres representa no una evolución genuina sino una aberración de la naturaleza, produciendo alteraciones neuronales intangibles pero cuyas consecuencias desconocemos. Desde el proyecto genoma humano hacia aquí, la medicina se ha visto nutrida de conocimientos angulares nunca antes considerados, suficientes como para dar vuelto paradigmas vigentes por siglos, y ello inhabilita crudamente a favorecer la adopción de niños y su posterior crianza en un medio de aguas o de aceites, ya que ello, según mi humilde parecer, destrozaría el espejo de las neuronas generando e instalando una confusión peligrosa, más aún si ésta se disemina como conducta y se transforma en valor, tal lo que ser pretende. Nadie puede decirle al otro con quién vivir, ni cómo hacerlo, ni bajo qué condiciones... existe un dogma social inconsciente que es pasible de ser tomado o no. Pero un mundo donde el desquicio crece de la mano de políticos depredadores e impresentables, que mayormente ingresan a la política porque no saben hacer otra cosa, como consecuencia que Dios no los amparó de talentos que no sean sus capacidades para mentir y poner cara de feliz cumpleaños al tiempo que ejercen sus conductas plenas de cinismos, está habilitando a una Sodoma global, tan destructiva como el negado y diluido cambio climático. Alguien habló sobre la ética de la investigación científica y la misma ha sido burlada hasta el hartazgo por aquellos científicos que tienen cerebro pero andan escasos de alma... entonces se habilitan a alteraciones del método que se traducen en peores transgresiones de los procesos, y así como así esa misma conducta aberrante la compra la clase política para defender lo indefendible y la justicia para justificar lo injustificable. Este no es un problema de Dios ni tampoco de su dogma... esto es responsabilidad de hombres y mujeres que están hartos el uno del otro, motivos mediante, válidos unos, inválidos otros... pero de allí, a pretender crear un nuevo modelo de humanidades de XX + XX ó de XY + XY, indica que algo anda mal en nuestras cabezas, muy mal, ya que cada vez que el ser humano destroza los equilibrios, la naturaleza se los cobra, implacablemente, y esta vez, no será distinto. Junio 19, 2010.-

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