Editorial I
Los desafíos políticos de 2010
Nuestro retraso en materia institucional es en la actualidad tan evidente como nuestro aislamiento internacional
LA NACIÓN
Noticias de Opinión: Domingo 3 de enero de 2010 | Publicado en edición impresa
El nuevo año ha comenzado con prácticamente las mismas asignaturas pendientes con que se inició 2009. Han transcurrido 26 años de democracia ininterrumpida, pero nuestro retraso en materia institucional es tan evidente como nuestro aislamiento internacional.
División de poderes, respeto por las instituciones y seguridad jurídica son principios republicanos que siguieron brillando por su ausencia durante el último año.
Seis meses atrás, hubo un acto electoral en el que la ciudadanía se pronunció claramente en la mayor parte del país, mas las autoridades nacionales desoyeron el veredicto que arrojaron las urnas.
Abundaron en 2009 las presiones del poder político a los jueces; se acentuaron el intervencionismo estatal y la voracidad de la fracción gobernante por quedarse con negocios del sector privado; se continuaron utilizando recursos del Estado en beneficio personal de funcionarios; se sancionó una ley de medios de comunicación audiovisual que constituyó un verdadero ataque al derecho de la propiedad y a la libertad de prensa; se recurrió a mecanismos intimidatorios contra medios periodísticos y empresarios que cometieran el "delito" de disentir en público de las políticas gubernamentales y hasta hemos visto a un alto funcionario del gobierno nacional arrogándose facultades del Poder Judicial y negándose groseramente a cumplir una orden de un juez por considerarla "inconstitucional".
En un país donde todo eso ocurre, no debería sorprender a nadie que un importante representante del gobierno de los Estados Unidos advirtiera públicamente sobre la falta de seguridad jurídica en la Argentina, ni que la encuesta Latinobarómetro, efectuada en las naciones de América latina, arrojara resultados tan desalentadores.
Según este sondeo de opinión pública, que en la Argentina incluyó consultas a 1200 ciudadanos durante octubre pasado, el 50 por ciento de nuestra población considera poco o nada garantizada la libertad de expresión; el 44 por ciento señala lo mismo de la libertad para participar en política y nada menos que el 89 por ciento cree eso de la justa distribución de la riqueza.
Cuando desde el Poder Ejecutivo se tilda de "golpista" o de "desestabilizador" a todo aquel que expresa una visión que se contrapone con el discurso oficial, es triste que ningún funcionario o ningún asesor presidencial advierta que esa acción, además de lesiva hacia elementales principios de una república, no hace más que socavar la imagen del Gobierno y aumentar la percepción general sobre su debilidad.
El día en que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo advierta, el día en que pueda mensurar debidamente las consecuencias que para el país y para su propio gobierno tienen aquellas actitudes, tal vez podamos esperar algún cambio: cierta voluntad por escuchar a los disidentes -pertenezcan éstos al ámbito productivo o a la esfera política-; por convocar a un diálogo sincero, que no sea una mera fantochada, y por buscar acuerdos de largo aliento para resolver algunos de los muchos problemas que sufren los argentinos.
Será mucho lo que deberán hacer las actuales autoridades nacionales, y probablemente las futuras, para devolverle a nuestro país el prestigio internacional que más de una vez insinuó recuperar antes de caer en sucesivos fracasos. Por momentos, parecerían darse señales positivas, como cuando se convocó al diálogo el 9 de Julio último o cuando se anunció la intención de reencauzar las relaciones con los acreedores o con el Club de París. Pero todas esas señales se diluyen rápidamente, como si dentro del Gobierno reinaran la confusión y la indecisión, y quienes nos gobiernan fueran presas del temor a un costo político que siempre termina siendo mayor cuando se dilatan las determinaciones.
Claro que cualquier cambio requerirá unidad para la acción y esto cobra especial importancia en la oposición política, cuyos distintos sectores deberían hacer los mayores esfuerzos a partir de ahora para abandonar cualquier narcisismo y articular sus diferentes propuestas para ayudar a construir una nueva Argentina, donde el orden público venza a los intentos anarquizantes y a la inseguridad, donde la previsibilidad económica y el respeto por las reglas de juego se impongan a la incertidumbre y a la desconfianza para atraer inversiones, y donde, por sobre todas las cosas, reinen las instituciones.
Si quienes representan a la oposición política no colocan delante de cualquier ambición personal ese objetivo, si no se profundiza un fecundo diálogo entre ellos ahora que cuentan con mayoría de legisladores en la Cámara de Diputados, difícilmente puedan reclamar con éxito una actitud dialoguista de parte de un Gobierno que siempre se ha guiado por la irracional lógica del enfrentamiento.
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Editorial ILos desafíos políticos de 2010
Nuestro retraso en materia institucional es en la actualidad tan evidente como nuestro aislamiento internacional
lanacion.com | Opinión | Domingo 3 de enero de 2010
el dispreciau dice: estamos atrapados en la discusión política que trata de desentrañar quién/es tiene/n la verdad sobre el declamado tema del sexo de los ángeles... anudados en una interminable discursiva que no conduce a ninguna parte pero les asegura a los actores una permanencia eterna asociados a los fondos públicos y sus extraños destinos no presupuestarios, o bien presupuestarios debidamente manipulados. Argentina está hoy aislada del mundo, es un hecho indiscutible. Argentina está sumida en la desinstitucionalización que conlleva una invasión extrema sobre el derecho privado y una creciente inseguridad fabricada (inducida) por el propio estado con el solo objetivo de dominar a la sociedad reticente de las ideologías. Esta conducta política no es de ahora, tampoco tiene importancia quién la supo imponer, pero ha sido transitada por toda la generación argentina nacida en los cuarenta y los cincuenta y por ende las siguientes. Es evidente que aquellos votados, llamados "representantes" no representan efectivamente a nadie más que sus propios intereses mezquinos, manipulando conveniencias para ganar un peldaño en la escalera a la fama que ellos mismos diseñaron e impusieron sin que la sociedad se diera cuenta del artilugio. Ahora estamos donde estamos, esto es en un bicentenario que nos encuentra bien desunidos, diseminados, disgregados, excluidos, marginados, tal como la clase política quería... en ello, enfrentamos a los fantasmas de aquellos que pretenden regresar como héroes salvadores de aquello que ellos mismos supieron fabricar e imponer... a lo cual se suman los otros fantasmas, de aquellos que se venden como mesías de falsas premoniciones y falacias extremas que sustentan la mediaticidad de conceptos vacíos, apenas personalistas. Traducido, Argentina está a la deriva mal que nos pese, con todos nosotros dentro, y el puente de mando copado por soberbios, necios e mezquinos (socialmente hablando, claro). Argentina es, a pesar de sus actores, un "sálvese quien pueda"... Enero 03, 2010.-
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