Opinión Editorial
LA NACIÓN
Otro atropello a las instituciones
Ante una nueva muestra autocrática, congresistas y jueces deben reaccionar como se espera de ellos en una República
Noticias de Opinión: Viernes 8 de enero de 2010 | Publicado en edición impresa
La decisión de la presidenta Cristina Kirchner de remover a Martín Redrado del Banco Central es un nuevo ejemplo del estilo autocrático de quien está al frente del Poder Ejecutivo.
Para la Casa Rosada no hay autonomía del Banco Central que valga. O se coincide con el pensamiento oficial y se lo acata o se es enemigo. Y según esta particular lógica, todo aquel que piense distinto debe ser defenestrado de su puesto, aunque se encuentre en un órgano que no esté sujeto a las órdenes del Poder Ejecutivo.
Adoptada mediante un decreto de necesidad y urgencia, sin la previa consulta al Congreso que exige la legislación vigente, la medida resulta más que cuestionable y trae a la memoria el caso del procurador general del Tribunal Superior de Santa Cruz, Eduardo Sosa, expulsado inconstitucionalmente en 1995 de su cargo por voluntad del entonces gobernador provincial, Néstor Kirchner. Sosa apeló a la Justicia y seis sentencias de la Corte Suprema de Justicia le dieron la razón y obligaron a su restitución en el cargo, algo que hasta ahora increíblemente no se ha cumplido.
La situación de Redrado podría derivar en un conflicto similar. Lamentablemente, los tiempos de la Justicia suelen ser lentos. El gobierno de Cristina Kirchner lo sabe, por lo que con frecuencia recurre a la estrategia de los hechos consumados. Sin que hubiera imperiosidad alguna, dictó un decreto de necesidad y urgencia para crear el Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad. Lo firmó cuatro días después de la finalización del período ordinario de sesiones del Congreso y nunca convocó al Poder Legislativo a sesiones extraordinarias.
Ahora, ha recurrido a otro decreto de necesidad y urgencia con el fin de desplazar al titular del Banco Central, esgrimiendo que el Congreso se encuentra en pleno receso estival.
El apresuramiento con el que el Poder Ejecutivo dispuso ambos decretos sólo se explica por su afán de gobernar al margen de los límites constitucionales, como cuando se emitió la polémica resolución 125 contra el campo o como cuando se forzó el alejamiento de figuras independientes del oficialismo que se hallaban a cargo de organismos de control, tales como la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, o entes autárquicos como la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Pero más allá del natural desprecio por las instituciones y de la tendencia autoritaria que caracteriza al gobierno kirchnerista, el apresuramiento por poner en marcha el rimbombante Fondo del Bicentenario obedece a otra circunstancia. Concretamente, a las dificultades financieras para sostener el creciente aumento del gasto público.
Originalmente, se planteó la creación de ese fondo como una forma de garantizar los pagos a los tenedores de bonos del Estado nacional, con el fin de atraer más adherentes al proyectado canje de deuda en default.
Con el correr de los días, sin embargo, los propios funcionarios y dirigentes del oficialismo se encargaron de develar la verdadera finalidad de ese manotazo a las reservas del Banco Central. Se trataba directamente de pagar parte de la deuda con 6569 millones de dólares de la entidad monetaria, con el fin de liberar una partida similar prevista en el presupuesto nacional de 2010 para otros menesteres.
En síntesis, lo que se pretendía mostrar como una medida tendiente a desatar un shock de confianza termina convirtiéndose en una burla al presupuesto aprobado por el Congreso y en otro golpe contra las instituciones de la República.
Sólo cabe desear que, frente a esta secuencia de atropellos institucionales basados en la lógica de los hechos consumados del Poder Ejecutivo, los congresistas y los jueces reaccionen como se espera de ellos en un sistema republicano. De quienes gobiernan desde Olivos, no cabe aguardar demasiado: sólo que sus actos no sigan empeorando aún más una situación institucional patética y una economía que ofrecía hasta hace poco alguna esperanza de recuperación.
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Ante una nueva muestra autocrática, congresistas y jueces deben reaccionar como se espera de ellos en una República
lanacion.com | Opinión | Viernes 8 de enero de 2010
El escenario
Kirchnerismo explícito
Carlos Pagni
LA NACION
Noticias de Política: Viernes 8 de enero de 2010 | Publicado en edición impresa
Hasta ayer, el conflicto institucional que desencadenó la utilización de reservas monetarias para la creación del Fondo del Bicentenario comprometía a la Casa Rosada y al Banco Central. Pero Cristina Kirchner inauguró otro enfrentamiento: con el Congreso. La Presidenta optó por desplazar a Martín Redrado con un nuevo decreto de necesidad y urgencia (DNU) que le permitiera eludir la consulta a la comisión bicameral prevista en el artículo 9º de la Carta Orgánica del banco. Adujo que ese comité no había terminado de integrarse y que el Congreso está en receso.
Hay dos argumentos que ponen en tela de juicio la solidez de la medida. Uno, que a pesar de que no se hayan cubierto todas las vacantes, la comisión cuenta con quórum para sesionar: la preside Julio Cobos, y los diputados Gustavo Marconato (Frente para la Victoria) y Alfonso Prat-Gay (Coalición Cívica) ya fueron designados. La otra objeción: el Congreso no funciona para la sanción de leyes, pero sí para otras actividades. Por ejemplo: pagar sueldos o velar a Sandro. Muchos legisladores defenderán esta tesis para quejarse por haber sido omitidos en el trámite.
Esta querella excede la controversia sobre el Banco Central y obliga a imaginar si no se trata de la primera demostración de cómo se comportará el kirchnerismo en relación con el Parlamento después de haber perdido allí la mayoría. Es decir: comienza a despejarse la incógnita que abrió la derrota electoral del 28 de junio pasado. Esta es la razón por la cual dos ministros le preguntaron al mismo amigo, ayer, después de firmar el DNU: "¿Y esto cómo termina?". La cornisa legal por la que resolvieron caminar los Kirchner comienza a provocar temor en el gabinete.
La Justicia deberá resolver este diferendo entre poderes. Hay un recurso de amparo presentado por el radicalismo y otro de Federico Pinedo (quien aclaró ayer, contra lo que Redrado dijo a los radicales, que su pedido incluyó la interrupción de la feria judicial). El propio Redrado estudiaba anoche, rodeado de abogados, entre otras alternativas, solicitar a la Corte Suprema que se aboque de inmediato a esta controversia por medio de un per saltum.
Desde la UCR ayer alentaron a Redrado a ir a tribunales. A los radicales no les cayó bien que el funcionario dijera ayer, en la puerta de su casa, que iba a colaborar para la creación del Fondo del Bicentenario, después de haberlos inducido a pedir la inconstitucionalidad de esa caja. Redrado está entre la espada de esa presión y la pared del mensaje que recibió desde Olivos a través de un funcionario: "Martín, deberías renunciar. Nadie tiene los papeles tan en orden como para sostener una guerra". Kirchnerismo explícito.
En el Congreso se estará jugando otro ajedrez. Julio Cobos regresará hoy de sus vacaciones en Chile para que el Senado tenga un rol en esta peripecia. Y el senador radical Luis Naidenoff convocó a la comisión de control de los DNU para que el miércoles próximo dictamine sobre el desplazamiento de Redrado. En la comisión, el kirchnerismo y la oposición están empatados y no se ha designado a un presidente que pueda inclinar la balanza.
Una consecuencia
Es posible que de estas acciones no resulte un desenlace claro. Pero la oposición quiere sacar ventaja de las debilidades argumentales del oficialismo, de su falta de modales institucionales y, sobre todo, de la crisis que se abrió en el Banco Central. Porque la incertidumbre institucional que rodea al malhadado Fondo del Bicentenario ya tiene una consecuencia práctica: Mario Blejer, quien había adelantado que aceptaría reemplazar a Redrado, hizo saber ayer al Gobierno que sólo cumpliría esa función cuando se desenrede la madeja institucional que se ha creado.
Miguel Pesce, por lo tanto, quedó desde ayer al frente de esa transición -si es que se trata de una transición-. Su primera medida fue ordenar al gerente general del banco depositar los US$ 6500 millones en una cuenta a nombre del Ministerio de Economía. Firmaron esa disposición todos los directores oficialistas, hasta Waldo Farías, que desde hacía un año no aparecía por la casa.
Además de una crisis institucional, los Kirchner desencadenaron un conflicto económico. No se sabe qué consecuencias tendrá en el mediano plazo la incertidumbre de los mercados acerca de la autonomía del Banco Central (ayer cerraron a la baja). Muchos observadores, alarmistas, recuerdan que "si el gobierno de la Alianza no hubiera desplazado a Pedro Pou, tal vez no se hubiera terminado en el corralito, ya que el Central habría conservado su calidad técnica". Insidioso comentario para recordar que Blejer era vicepresidente del Central durante esa dramática salida.
Hay un dato sobre el que no cabe dudar. La incógnita acerca de los niveles de inversión a los que podría invitar la tenue recuperación de la actividad económica se despejó ayer de la peor manera: en este entorno político-institucional, es difícil que alguien decida una inversión importante en la Argentina hasta 2011.
Por eso ayer un chistoso preguntaba: "¿Qué fue lo que dijo Valenzuela?" (Valenzuela, Arturo: subsecretario del Departamento de Estado norteamericano, que dijo haber escuchado que en el país reinaba cierta inseguridad jurídica). No fue el único sarcasmo de estas horas. Un financista hizo notar: "Al fin y al cabo, el juez Griesa, que todavía no decidió los embargos, es más respetuoso de las reservas del Banco Central que los Kirchner".
Más allá de maledicencias, Kirchner exhibió otra vez el frenesí que lo arrebata cuando está en presencia de una gran caja. Ya le sucedió con el conflicto agropecuario, que hizo desangrar al gobierno de su esposa por US$ 2000 millones, y con los ahorros previsionales -$ 90.000 millones-, cuya estatización hizo derrumbar el valor de las compañías.
Sin embargo, esta nueva apropiación se da en un contexto distinto: después de la derrota electoral, la Presidenta y su esposo saben que sólo con niveles de gasto extraordinarios conseguirán mantener la disciplina política. Acaso por eso desde la Asociación de Bancos, que preside Jorge Brito, se presionó por la salida de Redrado: tal vez los banqueros crean que los US$ 6500 millones del Banco Central evitarán que los Kirchner echen mano a los excedentes de liquidez de sus empresas. Aunque, según aseguró ayer un socio de Adeba, el pronunciamiento de la entidad se debió a un motivo más inmediato: llamó Kirchner y sugirió el texto.
A la tormenta se le agrega por esta vía un tercer conflicto: el ideológico. El año 2010 iba a ser el año en que el kirchnerismo avanzaría, envuelto en la bandera de la distribución del ingreso, sobre el sistema financiero. Se promovería una nueva ley de entidades bancarias, se impondría un gravamen sobre la renta financiera, se crearía un nuevo Banade. Por ahora las cosas son distintas. El gobierno nacional y popular capturó las reservas del Banco Central para asegurar a los tenedores de bonos -la mayoría de ellos agrupados en Adeba- que ya no tendrán que temer por la solvencia fiscal del Tesoro porque su plata está a salvo.
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El escenarioKirchnerismo explícito
Carlos Pagni
lanacion.com | Política | Viernes 8 de enero de 2010
El análisis
La caja, siempre la caja
Jorge Oviedo
LA NACION
Noticias de Política: Viernes 8 de enero de 2010 | Publicado en edición impresa
Néstor y Cristina Kirchner están convencidos de que nada los perjudicaría políticamente más que tener que hacer un ajuste, y por eso desde 2003 aumentaron el gasto a un ritmo frenético. Pero fue en el momento en que comenzaron a gastar lo que no tenían cuando su prestigio comenzó a caer y a poner en riesgo su poder. Es una paradoja. Seguros de que un ajuste los desgastaría, pagan ahora un altísimo costo por no hacerlo.
No fue por otra causa que la falta de recursos y su negativa a moderar la suba del gasto lo que hizo que los Kirchner se aventuraran en la políticamente catastrófica campaña para imponer la resolución 125 al campo. Por la misma falta de caja se estatizaron las jubilaciones y se confiscaron los ahorros en las AFJP. También se tomó financiación de los bancos estatales, incluido el Central, de la Anses, del PAMI, de las provincias y de cuanto organismo público tuviera dinero disponible.
La administración de los Kirchner perdió hace bastante el superávit fiscal y casi ha agotado la capacidad de financiar el déficit con recursos locales. El venezolano Hugo Chávez, afectado por su propia crisis, no puede ya comprar bonos argentinos y por eso la esperanza es ahora volver a los mercados voluntarios de crédito del exterior. Porque también por razones políticas se quiere evitar por todos los medios acudir al FMI.
Para recuperar la perdida confianza de los prestamistas del extranjero se imaginó el "blindaje" con las reservas del Banco Central, que en primer término permitirían no desatender otros gastos. Y si los prestamistas no recuperaban la confianza y no prestaban, entonces se usarían para pagar los vencimientos.
A los kirchneristas les gusta decir que lo que ellos llaman "derecha" ha estado anticipando catástrofes fiscales que no han ocurrido. Pero sin una catástrofe no habría hecho falta someterse a los altísimos intereses que cobró Chávez por los préstamos venezolanos ni habría que haber incurrido en los manotazos antes mencionados.
En ese contexto, la financiación del alocado déficit de Aerolíneas Argentinas o la carísima estatización de las transmisiones televisivas de fútbol han sido equivocaciones que empeoraron las cosas y que, para colmo, no han logrado, hasta ahora, el objetivo para el que fueron diseñadas: recuperar el apoyo popular mayoritario para el matrimonio Kirchner.
En la Argentina todas las crisis han tenido algún componente fiscal. Muchos gobiernos han caído en la misma tentación de los santacruceños de gastar en exceso.
Cuando el Estado no pudo más, la explosión ocurrió causando gran daño a la fuente de financiamiento. En tiempos de tasas internacionales bajas se recurrió a la deuda externa. Y la crisis trajo la cesación de pagos. Cuando se recurrió a la emisión descontrolada, se llegó a la hiperinflación. Y cuando se exprimió al sistema financiero local, se concluyó con un plan Bonex.
Viejos trucos
Cuando su estrella política brillaba, Néstor Kirchner logró, con gran habilidad, el respaldo de hasta aquellos a los que impuso sacrificios, como cuando licuó los ahorros de los aportantes a las AFJP al "renegociar" la deuda.
Con esa intención se presentó como una ventajosa operación al Fondo del Bicentenario, que esconde la admisión de una emergencia y riesgos de inflación y devaluación. Pero esta vez la estrategia no funciona como antes.
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El análisisLa caja, siempre la caja
Jorge Oviedo
lanacion.com | Política | Viernes 8 de enero de 2010
el dispreciau dice: ya no hay definición de "cracia" (democracia no es, autocracia tampoco, oclocracia no es suficiente...) que pueda expresar lo que contiene este modelo de gestión (atropello, mejor dicho). Más allá de las razones del Ejecutivo, que supongo la habrá bien fundadas, no parece ser una buena opción avanzar sobre las posiciones de los responsables a cualquier costo, que siempre lo paga el pueblo, más tarde o más temprano... Si bien hay argumentos suficientes como para decir que durante los noventa el atropello político era permanente, y ello es verdad aún cuando no nos guste, no justifica que se persista en la conducta. Argentina puede ser distinta, de hecho puede ser substancialmente mejor, esencialmente si más allá de los empecinamientos se ejecutaran sistemas de calidad que propusiesen mejores consensos (aún conteniendo disensos). Me llama poderosamente la atención que el canal Encuentro se la pase recordando al golpe de 1976 y al mismo tiempo a la revolución rusa... Ambos acontecimientos están perimidos y son irrepetibles, para el primero de ellos porque las fuerzas armadas han sido arrasadas ejecutando un contramodelo a lo sucedido en dicha década con las ideologías "extrañas" y sus víctimas por partida doble [usados por los líderes guerrilleros para sus propias conveniencias y victimizados luego por el poder castrense comprando información de los propios guerrilleros a cambio de las libertades de sus jefes]... Para el segundo, porque la revolución rusa exterminó personas inocentes y propuso el bienestar para pocos y la pobreza para muchos (semejante a lo pretendido por el modelo K y el modelo de los noventa). Esta Argentina no le sirve a los argentinos, ni tampoco al mundo... ¿lo entenderá la clase política?... ¿o insistirá en copiar el deformado modelo Chávez?. Enero 08, 2010.-
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