domingo, 17 de enero de 2010

La Etica en la Encrucijada [LA GACETA]


La Etica en la Encrucijada
Domingo 17 de Enero de 2010 | Por Roberto Rojo.
Para LA GACETA - Tucumán.

El término "encrucijada" nos coloca ante el desafío de pensar o escudriñar sus implicaciones a fin de valorar cuán fértil son sus aplicaciones a distintos campos de la cultura como la ética y la política. No se trata de algo muy sencillo porque definir los términos vacilantes y borrosos de la cultura y del lenguaje corriente significa habérselas con conceptos reacios a la captación intelectual, a diferencia de lo que ocurre con la precisión y exactitud del vocabulario de la Lógica y la Matemática.

Seguir el consejo habitual de consultar previamente el diccionario de la lengua propia y de ser posible los de otros idiomas -y recurrir especialmente a los diccionarios filosóficos- algo ayuda, aunque no mucho en todos los casos, a dar con la respuesta satisfactoria a la pregunta: ¿Qué es esto? Por ejemplo, ¿qué es la justicia? Este el problema con el que aquí me enfrento: esclarecer el sentido y la significación del término "encrucijada", con la presunción de que puede ser una luz que ilumine los costados oscuros de la ética de hoy.

Me pregunto entonces: ¿Qué es "estar en la encrucijada"? ¿Qué tiene que ver este estar en la encrucijada con la significación de la palabra "cruz" con la cual está etimológicamente relacionada, derivada del latín crux? Uno de los sentidos de cruz era el de instrumento de tortura y designaba el patíbulo en el cual el condenado sufría el suplicio de sus manos y pie clavados al madero.

Esta es la enseñanza que nos brinda la etimología latina al derivar de "cruz" no sólo "encrucijada" sino el verbo excrucio con el sentido de "torturar", "martirizar", "atormentar". Lamentablemente no existe un verbo en español relacionado con "cruz" que sea equivalente al excrucio latino.

En uno de los poemas (carmina) de Catulo (poeta latino del siglo Ia.C.), el LXXXV, aparece el verbo excrucio en este sentido: Odio y amo. Quizás preguntes por qué lo hago. No lo sé pero siento que es así y me atormento. El verbo "me atormento" es la traducción de excrucior. El significado que señalé del verbo latino -"martirizar", "atormentar"- aparece alimentando plásticamente la anhelada aclaración de encrucijada.

El otro elemento lingüístico de "encrucijada" es la partícula en de tal forma que este término conlleva la idea de estar instalado en una situación tan embarazosa, difícil y compleja que nos impone opciones, elecciones, esto es, nos coloca ante el problema de adoptar uno de los dos o más caminos abiertos a nuestra decisión. Nos envuelve entonces la perplejidad, el desconcierto, y en ciertas graves circunstancias, hasta somos presas de la consternación por no saber a qué atenernos.

En efecto, la elección que reclama la índole de la encrucijada no es la propia del Asno de Buridán, que se moría de hambre por no saber elegir entre dos haces iguales de heno. No es esta actitud llamada libertad de indiferencia la que reclama la encrucijada, sino que pone en juego la responsabilidad, el estar comprometido, y en ciertas ocasiones llega a rozar el destino de nuestras vidas. Expresado de otro modo, "estar en la encrucijada" es sentir el peso de un tormento, la peculiar carga de un suplicio. Es portar, de alguna manera, una cruz, atada nuestra alma al madero de los suplicios morales.

Ahora bien, ¿cuál es el contenido, el sentido de aquello ante lo cual experimentamos tales actitudes dubitativas? Son situaciones de la más variada índole que pueden dar lugar a una encrucijada política, moral, social, económica, vital. Elijo la moral porque de ella fue la chispa que encendió mi interés para esclarecer la noción de "encrucijada" Y entonces surgió la pregunta ¿Por qué nos vemos, a veces, en la perplejidad de no saber cuál es la decisión correcta que debemos tomar? Esta turbación proviene evidentemente de que no podemos dar con la respuesta salvadora que aquiete nuestro ánimo. En definitiva, todo esto se debe a que la perplejidad reside en el hecho de estar en la encrucijada, en el hecho de que ninguna de las dos opciones, patéticas en sí mismas, goza del favor de la razón, de la necesaria fuerza argumentativa.

Por razones de espacio daré sólo un ejemplo, en este caso literario. En la novela de William Styron, La decisión de Sofía, la mujer, madre de dos hijos -varón y mujer-, acusada por el régimen nazi de colaboracionista, va a parar a un campo de concentración, en donde es sometida al tormento de una encrucijada trágica: elegir cuál de los dos hijos morirá porque su indecisión llevaría a los dos a la muerte. Elige compungida que sobreviva el varón.(1)

Cosas similares a éstas crean el ambiente propicio para que algunas corrientes filosóficas contemporáneas lancen dudas sobre la fundamentación de la ética en su aspecto teórico y práctico. Ahora bien, ¿qué significa negar sustentación, fundamentación, justificación a la ética? Pensemos el problema en forma general. Decimos, por ejemplo, que el discurso de alguien no ésta justificado cuando las razones que invoca son tales que las conclusiones que obtiene no surgen necesariamente de las proposiciones de las cuales parte. Decimos también que algo no está justificado cuando no muestra correctamente su inserción en el ámbito a que pertenece. Decimos así que el castigo impuesto por el juez no está justificado porque no responde a las exigencias del código pertinente.

Es muy grave teórica y prácticamente la negación de los fundamentos porque se considera que los enunciados morales, los principios morales, los hechos morales -a la luz de una concepción escéptica- carecen de la suficiente base racional sobre la cual fundarse. Ni la razón ni la verdad brindan la apetecida sustentación al estar ellas mismas cuestionadas. Se niega, en efecto, que haya enunciados verdaderos, enunciados que sean objetiva y universalmente verdaderos.

Conceptuaciones de esta índole favorecen la idea de que frente a las tradicionales éticas fundadas conviven hoy las que carecen de fundamentación. En general, decimos que un discurso carece de fundamentación cuando se invocan razones que no son convincentes y, por lo tanto, deja subsistir la opinión contraria. Así queda sin dirimirse la cuestión planteada.

Esta ausencia de la justificación o fundamentación que advertimos en las discusiones comunes cobra en el caso de los problemas morales un interés doble: importa no sólo desde un punto de vista teórico con la falta de principios universales, objetivos, reconocidos por todos, sino que importa, y mucho, al tratarse de nuestras acciones voluntarias. Nuestra época está menesterosa de nuevas formas de fundamentación moral, quiere desatar el nudo que nos ata a la incertidumbre de los principios que rigen las acciones.

Basta echar una ojeada a nuestro alrededor para constatar la medida en que los tradicionales principios morales se han debilitado, se han resquebrajado en todos los ámbitos de la sociedad en que vivimos. El aborto, la reproducción asistida, la eutanasia, la clonación, el derecho de los homosexuales, la familia tradicional, la educación sexual son ejemplos que muestran el resquebrajamiento, el debilitamiento de los viejos principios y el alborear de nuevas formas de convivencia a las cuales la sociedad pugna por adaptarse. Mientras llega la aceptación de estas nuevas realidades, la sociedad se siente moralmente aquejada de incertidumbre, sin poderse sustraer al tormento propio de una ética en la encrucijada.
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Roberto Rojo - Filósofo, profesor emérito de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, premio Konex de Filosofía.
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el dispreciau dice: dado que me encantan estas reflexiones (en otra época hubiese recortado la nota y la hubiera atesorado en algunos de mis innumerables archivos temáticos [hoy perdidos para siempre]), la comparto con aquellos que me siguen, en el convencimiento que sí estamos ante una encrucijada que nos ofrece la historia. Vida sin ÉTICA, es equivalente a NADA. Lamentablemente, son muchos los que no entienden este concepto. Pero para nuestro regocijo, muchos más son los que le dan la justa dimensión, aún cuando guarden silencio ante la barbarie. Enero 17, 2010.-
Nota 1: Agradezco este dato al amigo y profesor Atilio Billone.

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