La OCDE advierte del desapego hacia las instituciones en América Latina
El organismo alerta de que la desconfianza en los gobernantes hunde la recaudación fiscal
Bruselas
Manifestantes gritan consignas contra el presidente Temer en Río de Janeiro ANTONIO LACERDA EFE
América Latina recuperó el pasado ejercicio la senda del crecimiento tras dos años de recesión. Los grandes organismos financieros, del FMI al Banco Mundial, sitúan el despertar de su economía en el entorno del 2% para este 2018, tasas cercanas a las de la UE y Estados Unidos. Pero la vuelta a la bonanza lidia todavía con la amenaza de la debilidad institucional en medio de un fuerte desapego hacia los organismos que rigen la vida democrática. Así lo advierte la OCDE en un informe presentado este lunes en Bruselas: tres de cada cuatro ciudadanos de América Latina tienen poca o ninguna confianza en sus gobiernos. Y alrededor de un 80% creen que la corrupción está extendida en las instituciones públicas, según el texto. Comparar los resultados con los de hace ocho años deja una conclusión desoladora: la desafección hacia las autoridades cotiza al alza, y tiene consecuencias económicas.
El mayor ejemplo de su coste para el erario público llega cuando los ciudadanos deben cumplir con sus obligaciones tributarias. El estudio cifra en el 52% el porcentaje de latinoamericanos que en 2015 se mostraba dispuesto a evadir impuestos si fuera posible. Eso quiere decir que más de la mitad de los contribuyentes fantasea con la idea de escapar de sus deberes fiscales. La OCDE atribuye ese deseo a la falta de confianza en la gestión de esos fondos: "Los latinoamericanos están disconformes con sus gobiernos y los servicios que prestan, y por ello son más proclives a justificar la evasión de impuestos y a potencialmente no pagarlos".
El dinero que dejan de ingresar las arcas públicas repercute negativamente en el Estado de Bienestar. Y el endeble músculo fiscal de la región no cuenta con ingresos para suplir ese agujero. La recaudación tributaria representó en Latinoamérica el 22.8% del PIB de media en 2016 —el promedio de la OCDE es de 34.3% del PIB, y supera el 40% en la zona euro—. "La gente no pagará impuestos a menos que piense que obtendrán algo a cambio. En algunos países latinoamericanos la presión fiscal es del 10 o 12%. ¿De verdad se piensa construir así una sociedad moderna? Hay que generar confianza para que la gente sepa que el dinero no va a terminar en el bolsillo incorrecto", ha reclamado durante la presentación Christian Leffler, del Servicio Europeo de Acción Exterior.
El informe, elaborado conjuntamente por la OCDE, la CEPAL y el Banco de Desarrollo de América Latina, ha contado con la colaboración de la Comisión Europea, y ha puesto este año el foco en las instituciones y su relación cada vez más distante con los ciudadanos. Son varios los indicadores que alertan de una inquietante frustración democrática en la región: poco más de la mitad de la población apoya la democracia como forma de Gobierno según el último Latinobarómetro, y el think tank alemán Bertelsmann Stiftung avisó hace solo un par de semanas de que la legitimidad de la democracia pierde apoyos cada día. "La creciente desconexión entre la ciudadanía y las instituciones públicas [...] está poniendo en riesgo los avances socioeconómicos de los últimos 15 años", coincide el informe presentado este lunes en la capital belga.
Si el diagnóstico está sobre la mesa, también lo están algunas de las soluciones. La OCDE apunta hacia una burocracia más competente, más coordinación entre los diferentes niveles de Gobierno, menos barreras y clientelismos a la hora de acceder a la función pública, y más evaluaciones y cursos de formación para los funcionarios. En definitiva, la meritocracia como baremo y el fin de la politización de las administraciones. Eso se concretaría, por ejemplo, en evitar los despidos de los funcionarios con cada cambio de Gobierno por motivos políticos. Con excepción de Chile y Uruguay, la imparcialidad de la administración pública suele estar por debajo de los niveles de la OCDE en los países de la región, lo que no ayuda a crear una atmósfera de independencia. El margen de mejora es amplio: la presencia de mujeres en puestos públicos es ligeramente superior a la masculina, pero no sucede lo mismo en los puestos más relevantes. La proporción femenina en cargos ministeriales apenas alcanza una media del 23.8%.
La OCDE dibuja un escenario de luces y sombras: el 23% de los latinoamericanos aún vive por debajo del umbral de la pobreza, y alrededor del 40% pertenece a la clase media vulnerable, pero la expansión de la clase media es un hecho, en esa categoría entraba en 2015 el 34,5% de la población, muy por encima del 21% de 2001. El escrito, titulado Repensando las instituciones para el desarrollo, alerta de la baja productividad y el estancamiento de los ingresos de la clase media. Y advierte de las amenazas futuras que planean sobre la economía, como los cambios en el sistema de comercio internacional —en gran medida promovidos por Donald Trump, al que no menciona— o el impacto del cambio tecnológico en el ámbito laboral, con la robotización de la industria como el horizonte anticipado por los expertos.
Para el organismo, sin embargo, la normalización de la vida económica pasa primero por acabar con la brecha cada vez más amplia que separa al votante de sus representantes. "Sin confianza, los ciudadanos se desvinculan de sus deberes cívicos y encuentran menos incentivos para involucrarse en asuntos políticos o pagar impuestos. Con el tiempo, esto daña la legitimidad de los gobiernos y su capacidad para financiar y prestar servicios públicos de buena calidad, en un círculo vicioso que deteriora la satisfacción ciudadana y erosiona aún más el contrato social", concluye el informe.
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