Mentiras virtuales que arruinan vidas reales
Francisco no dio la paliza a la anciana, pero miles de personas con su foto en sus móviles pensaron que sí. Gente común se enfrenta a bulos en las redes que destruyen reputaciones
La Policía Nacional tuvo que desmentir que Francisco fuese el hombre que buscaban por dar una paliza a una anciana. En vídeo, las imágenes en las que supuestamente aparecía Francisco. JUAN CARLOS TORO / ATLAS
Madrid
La foto de Francisco Canas tomada en un calabozo dio la vuelta a España esta semana gracias a las redes sociales. La divulgó gente desde Palma de Mallorca hasta Madrid, usuarios que se dicen detectives y hasta grupos de familiares de guardias civiles. Tenía miles de compartidos: un viral imparable. A su hermano mayor le llegó al grupo de WhatsApp de su trabajo, una gran superficie de Algeciras. Y a su madre se la mandaron las amigas. La leyenda era casi idéntica en todos los mensajes: “Este es el hijo de puta que agredió y le robó el bolso en Algeciras a una mujer de 64 años y las imágenes que han salido en todos los telediarios […] Se encuentra en busca y captura. Pásalo!!”. En casa de los Canas solo se lloraba. No sabían cómo frenarlo.
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Las imágenes en las que supuestamente aparecía Francisco, de 21 años, son salvajes. Una señora está abriendo un portal cuando un hombre la ataca por la espalda y la golpea brutalmente con los puños y las rodillas hasta dejarla en el suelo y robarle su bolso. Pero era imposible que Francisco estuviese ahí ese 15 de abril. Estaba en la cárcel. Precisamente acusado de tres robos con violencia entre el día 7 y 8 de abril, cuando su familia jura que comían pescaíto todos juntos en casa de la abuela. No importaban los detalles porque Francisco ya estaba condenado en la calle y su cara estampaba los muros de miles de usuarios de Facebook.
La Policía, que lidia a diario con cadenas de rumores que suelen generar alarma social, tuvo que pedir en su cuenta de Twitter que se dejase de divulgar el bulo. Tras la publicación de su foto, Francisco, que confía en probar su inocencia, pasó a tener problemas en prisión. “¡Es que estamos hablando de una cárcel que es peligrosa! Es un niño. Ha recibido amenazas y le han intentado agredir”, cuenta su hermano Carlos. Reconoce que el chico es problemático, pero defiende que lo detuvieron injustamente.
Francisco es la última víctima conocida de una fake news, un fenómeno que asociamos a elecciones e intrigas geopolíticas, pero que arruina vidas silenciosamente en el día a día. Le ocurre a profesores transformados en maltratadores en los grupos de WhatsApp de padres y que tienen que dejar sus colegios o a mujeres a las que sus ex las convierten en prostitutas al registrarlas en páginas de contactos.
Si te ha llegado esta imagen, NO la creas ni la difundas.— Policía Nacional (@policia) April 18, 2018
ES FALSO.
Esta persona NO es la que cometió la agresión a una mujer en Algeciras este fin de semana.
No difundas #BULOS. pic.twitter.com/3zi9FKCSCt
En España el impacto de una mentira así – que puede ser castigada con hasta dos años de prisión si se tipifica como una injuria o calumnia – suele tener sus daños limitados al honor de la víctima. Sobredimensionados, eso sí, gracias al poder de la red. Pero en otros países estos rumores trascienden al linchamiento virtual. En 2014, una ama de casa fue asesinada a pedradas en São Paulo, Brasil, después de que alguien dijese en una red social que se parecía al retrato robot de una secuestradora de niños.
“Falta que las plataformas digitales asuman su responsabilidad en la divulgación de mentiras”, reivindica el abogado especialista en redes sociales, León Fernando del Canto. “Estas empresas no tienen una representación legal en España y aunque la tengan les mandas un burofax y ni te contestan. Es imposible que filtren todo, pero si elevas una queja sí deberían ponerle solución”, se queja el letrado. La abogada especializada en nuevas tecnologías Beatriz Patiño lamenta la falta de voluntad tanto de las corporaciones como de los pequeños propietarios de dominios donde se vierten falsedades. “A veces tardan tanto en dar una respuesta que el daño es enorme y tienes que ir a los tribunales a exigir una indemnización”.
Algunos clientes de Luis Gervas, impulsor de la web salirdeinternet.com, no entran ni en Google. “Otros le tienen tanto pánico al daño que les ha hecho un bulo que, por miedo a resucitar el tema, no quieren ni que se publique la absolución que demuestra que lo que se dijo de ellos no era verdad”, cuenta el abogado. "Piensan que nadie les cree". El 44% de los españoles recibe entre uno y cinco bulos por Internet a la semana y el 31% les da credibilidad, según mostró el último informe de www.comunicamaspormenos.com, una consultora de comunicación online. “Cuando se habla de fake news deberíamos ampliar el término. Todo el mundo está en riesgo”, mantiene su director Miguel Zorío. “Siempre se han generado este tipo de falsedades la propagación ahora es inmediata y masiva”. Zorío resume el fenómeno con la frase del escritor Jean François Revel: “La primera fuerza que dirige el mundo es la mentira”.
Otro bulo, cocinado también en Cádiz, obligó a G.D.L, de 48 años, a correr a una comisaría de Madrid. Su familia y sus amigos en Rumanía creían que era un depredador sexual. El 25 de enero una mujer había denunciado una violación en el Puerto de Santa María. Los agentes le mostraron varias fotografías de posibles sospechosos y la víctima señaló una de ellas, la de G.D.L. Esa imagen, que debería haberse usado internamente para localizar al presunto agresor, acabó en un portal de noticias de la región y los justicieros virtuales se encargaron de catapultar la acusación. La historia llegó, con nombres y apellidos, hasta a un periódico de Rumanía. Pero G.D.L nunca había estado en Cádiz y, horas antes de poner la denuncia, la Guardia Civil detenía al verdadero culpable en Sevilla. Hasta hoy, su retrato con el subtítulo de “violador” puede encontrarse en la red.
UN MES CAMUFLADA POR UN BULO DURANTE EL 'PROCÉS'
M.M.
El ambiente polarizado durante el procés acabó traduciéndose en la red en un mentidero de bulos, que se usaron como arma ideológica contra el rival. A veces, sin importar a quien se atropellase por el camino. Jennifer Alejandro Flores, una estudiante de 23 años de Cornellá, fue una de sus victimas. Su foto comenzó a circular en las redes a principios de noviembre. Una captura de pantalla asociaba su imagen a un mensaje que habría sido escrito desde el perfil de Facebook de su madre. “Los tengo tan cerquita que con una pequeña bomba se iban a tomar por culo y no serían 155 sino más de 10.000, que lo único que hacen es dar por culo e intimidar a todos los que trabajamos en el puerto […] Esparcidos los dejaba yo en el muelle […]”, decía la publicación en referencia a los agentes de la Policía Nacional alojados en el bautizado como barco de Piolín, atracado en el puerto de Barcelona.
Ni Jennifer, de la que además se dijo que era mosso d’Esquadra, ni su madre, habían escrito esa amenaza. La web maldita.es, dedicada a neutralizar bulos, lo desmintió y la familia lo denunció a la policía autonómica.
Al día siguiente, la Policía Nacional fue a su casa y le notificó que debía ir a la comisaría a declarar. Hasta se sorprendió de la coordinación de ambos cuerpos para resolver su caso. Pero no. “Estaba yendo en calidad de investigada por aquel mensaje. Me contaron que había sido un bulo con mucho impacto que había llegado a los jefes de la Policía. Me impresionó”, explica.
Los agentes la creyeron y su entorno no tuvo dudas de que ella no quería dinamitar a los policías, pero pasó un mes camuflada. No volvió a usar la ropa con la que aparece en la foto, empezó a usar sombreros, gafas de ver que no necesitaba o gafas de sol. También cambió su peinado y evitaba llevar el pelo suelto con el que aparecía en la imagen. Temía que alguien la atacase por el mensaje que nunca escribió. “Sentí, sobre todo, miedo. No sabía quién podía verlo, quién lo había escrito. Hay mucho loco por la calle, y con todo lo que estaba ocurriendo con el procés, imagínate que alguien me reconoce”, recuerda. Su imagen también continua en los buscadores junto a la falsa publicación.
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