EE UU y China se adentran en una guerra comercial a gran escala
Las dos mayores economías del mundo se retan con aranceles a productos por valor de 50.000 millones de dólares cada uno. Trump y Xi Jinping se han mostrado próximos en otros terrenos, pero la disputa económica transcurre por otro cauce.
Washington / Pekín
Los bombardeos apenas han comenzado, pero la guerra ya ha sido declarada. Estados Unidos ha anunciado aranceles sobre la importación de 1.300 productos chinos por valor de 50.000 millones de dólares y China ha contratacado poniendo sobre la mesa su propia lista, por un montante similar. La Bolsa se resiente y las industrias afectadas en cada lado del Pacífico contienen el aliento, aunque las consecuencias del enfrentamiento de las dos mayores economías del mundo son globales. Dicen que en las peleas de elefantes, la que más sufre es la hierba que hay debajo.
La relación entre Washington y Pekín es compleja. Donald Trump siente debilidad por los líderes autoritarios y ha expresado sus simpatías por Xi Jinping, de quien elogió su decisión de perpetuarse en el poder mediante una reforma constitucional. Ambos líderes, además, han conseguido coordinarse en un conflicto tan envenenado como el norcoreano, aceptando China subir la presión sobre Pyongyang y dando lugar a una posible cumbre histórica entre el presidente estadounidense y Kim Jong-un para negociar la desnuclearización de su hermético país. Pero la promesa trumpista de reducir el déficit comercial discurre por otro cauce y el republicano no está dispuesto a ceder.
El Gobierno norteamericano detalló el martes la lista de 1.300 productos chinos sometidos a aranceles del 25% y que apunta a bienes de alto valor añadido, como los aparatos electrónicos, la maquinaria industrial o los productos químicos y farmacéuticos. A las pocas horas, el Gobierno chino respondió con una lista con el mismo gravamen para solo 106 productos estadounidenses pero del mismo montante económico, ya que suponen las joyas de la exportación: aviones, automóviles, productos químicos, soja. China no especificó cuándo entrarán en vigor sus tasas y las condicionó a los movimientos de Washington, que difícilmente cambiará de parecer.
EE UU es el segundo mayor exportador del mundo pero su déficit comercial (la diferencia entre lo que importa y vende al exterior) alcanzó los 556.000 millones de dólares (452.000 millones de euros) en 2017, el máximo desde 2008. China está detrás del grueso de este desfase, con 375.200 millones, y aprovecha unas reglas de juego que Washington no ve justas. Además de operar con unos estándares laborales y sociales lejanos a los de EE UU, Trump les acusa del robo sistemático de propiedad intelectual y de adueñarse de tecnología ajena.
“No estamos en una guerra comercial con China, esa guerra se perdió hace muchos años por las personas tontas o incompetentes que representaban a EE UU”, dijo Trump en Twitter. “Ahora tenemos un déficit comercial de 500.000 millones al año, con robo de propiedad intelectual de 300.000 millones. ¡No podemos permitir que continúe!”, agregó.El régimen chino limita estrictamente los sectores en los que los extranjeros pueden invertir en el país e impone la asociación con una empresa local en otros. EE UU asegura que las empresas estadounidenses son forzadas a entregar su tecnología a los rivales locales a cambio de tener acceso al potente mercado, algo que Pekín niega. Washington, la UE y Japón sumaron fuerzas contra China en la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Buenos Aires el pasado diciembre.
Víctimas colaterales
Pero esta vez Trump actúa solo, activando una guerra comercial que en una economía globalizada deja víctimas colaterales más allá de las potencias implicadas. Hace unas semanas, en su giro proteccionista, llegó a anunciar aranceles al acero de socios como la Unión Europa, Canadá y México, aunque luego los eximió.Con la publicación de la lista, China ha querido dejar claro cuáles serán sus cartas si Trump opta por la vía dura. También espera que la nada arbitraria selección de productos obligue al presidente estadounidense a buscar una solución negociada: la mayoría de importaciones en la diana, especialmente la soja o los coches, se producen en Estados de mayoría republicana.
“Ningún intento de poner a China de rodillas a través de amenazas e intimidación ha tenido nunca éxito y tampoco lo tendrá en esta ocasión”, aseguró el portavoz del Ministerio de Exteriores, Geng Shuang, informó AFP. China, dijo, está dispuesta a dialogar en materia comercial, “pero la oportunidad de consultas y negociación ha sido omitida por EE UU una y otra vez”, en referencia a las varias solicitudes recientes que el país ha enviado a Washington a través de la OMC.
Wilbur Ross, secretario de Comercio de EE UU, quitó hierro a la escalada arancelaria y dijo el gravamen chino tendrá muy poco efecto, ya que solo representa el 0,3% del Producto Interior Bruto (PIB).
La ofensiva ya ha empezado. En los últimos días, China y EE UU ya han oficializado subidas de aranceles a mercancías por 6.000 millones de dólares (3.000 por cada banda) que incluyen los impuestos al acero y aluminio chinos de Washington, por un lado, y la carne de cerdo, ciertas frutas, vino y tubos de acero que impuso Pekín, por otro. Son cifras mínimas teniendo en cuenta que el comercio bilateral alcanzó el año pasado los 630.000 millones. Pero la entrada en vigor de esta segunda ronda de tarifas supondría agudizar el conflicto.
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