Némesis
Los políticos tienden a percibir cosas que los demás no vemos y a llamarlas de maneras que no entendemos
La nebulosa del Cangrejo. GETTY IMAGES
Algunas de las imágenes más hermosas y magnéticas de nuestro tiempo no son obra de la imaginación artística, sino del poderío exterminador de la naturaleza. Pocas son tan bellas como la nebulosa del Cangrejo, retratada de forma espectacular por el telescopio espacial Hubble, pero cuya relación con nuestra humilde especie hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Para ser franco, confesaré que yo no veo allí un cangrejo por ninguna parte, pero ya puestos diré que tampoco veo un guerrero en la constelación de Orión, ni un pez en Piscis ni un escorpión en Escorpio. Lo del cangrejo, en realidad, fue una ocurrencia decimonónica del terrateniente irlandés William Parsons, tercer conde de Rosse, político profesional y astrónomo aficionado. Su telescopio se llamaba Leviatán de Parsonstown, en otro ejemplo de su chispa lexicográfica. Ya saben que los políticos tienden a percibir cosas que los demás no vemos y a llamarlas de maneras que no entendemos.
Parezca o no un cangrejo, lo cierto es que la nebulosa, que a menudo puede observarse con unos simples prismáticos, es el testigo de un acontecimiento cósmico de violencia extraordinaria, la explosión de una supernova. Es la forma en la que eligen morir las estrellas muy grandes, al menos en nuestro universo. Una estrella es un reactor nuclear: la enorme cantidad de energía que produce se origina en la fusión de dos átomos de hidrógeno (un protón cada uno) para producir uno de helio (dos protones). Este es un tipo de proceso que queremos imitar en la Tierra, pero ni siquiera una estrella gigante dispone de una reserva infinita de hidrógeno; cuando ese combustible se agota, la estrella se colapsa por la atracción gravitatoria entre sus partes y genera una brutal explosión convirtiéndose en una supernova.
Hoy sabemos que la nebulosa del Cangrejo es el residuo de una de esas explosiones, la supernova que observaron los astrónomos chinos y coreanos en 1054, hace poco menos de un milenio. Unas pinturas rupestres descubiertas en Arizona y Nuevo México indican que la supernova fue observada también por los indios americanos. El brillo de la explosión fue tal que pudo verse a plena luz del día durante varias semanas. Un cataclismo cósmico en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea.
La explosión de una supernova cercana al Sistema Solar es una de las pocas formas en que la vida podría extinguirse de la Tierra, por la evaporación completa de los océanos. En el fondo, Donald Trump no es más que una molesta mota de polvo en la infinidad del espacio. Paciencia.
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