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- Campesinos en un predio agrícola del pueblo de Sébaco, en el norteño departamento de Matagalpa, en Nicaragua, dentro del Corredor Seco Centroamericano, donde este año las lluvias llegaron generosas, después de años de sequía. Crédito: Wilmer López/IPS
- El buen invierno, la estación tropical de las lluvias, en las zonas agrícolas del norte de Nicaragua, frenó este año la migración hacia la vecina región del Caribe Norte de los campesinos, con dañinas prácticas de talar los bosques para cultivar. Crédito: Wilmer López/IPS
El clima amenaza al Caribe de Nicaragua con más población
Denis Meléndez, facilitador de la Mesa Nacional para la Gestión de Riesgo, aseguró a IPS que anualmente se pierden entre 70.000 y 75.000 hectáreas de bosques situados en la región norte y Caribe nicaragüense, según investigaciones de esta organización no gubernamental que fiscaliza la actuación ambiental del Estado.
El fenómeno, explicó, ocurre principalmente por la incidencia del cambio climático en el Corredor Seco, una vasta zona de 37 municipios del centro y el norte nicaragüense, que comienza en occidente, en la frontera con Honduras, y concluye en los departamentos de Matagalpa y Jinotega, limites naturales de la oriental Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN).
“Son campesinos que ignoran que la mayoría de los suelos del Caribe son de vocación forestal, pero ellos talan los árboles, queman los pastizales y siembran y meten ganado, destruyendo el ecosistema": Denis Meléndez.
El Corredor Seco Centroamericano es una franja árida y de tierras bajas que atraviesa, cerca de la costa del océano Pacífico, desde Guatemala, pasando por Honduras, El Salvador y Nicaragua hasta penetrar Costa Rica.
En la ecorregión centroamericana, donde viven 10,5 millones de personas, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se presentan fenómenos cíclicos de sequía, extremados por el cambio climático y a los que se suma la devastación gradual de los recursos por las poblaciones locales.
En Nicaragua, incluye zonas que se aproximan a la RACCN, un territorio con población mayoritariamente del pueblo indígena miskito, de más de 33.000 kilómetros cuadrados y sede de la mayor reserva forestal de Nicaragua y América Central: Bosawas.
Desde esos territorios usualmente secos, precisó Meléndez, se produjo hacia la RACCN una invasión de campesinos (muchos de ellos mestizos y a los que los pobladores autóctonos llaman despectivamente y sin distinción, colonos), que huyen de los rigores del cambio climático y se asentaron en zonas indígenas de esa región caribeña.
“Son campesinos que ignoran que la mayoría de los suelos del Caribe son de vocación forestal, pero ellos talan los árboles, queman los pastizales y siembran y meten ganado, destruyendo el ecosistema”, denunció.
Si la pérdida de bosques prosigue a su ritmo actual, en 2050 el Corredor Seco llegará a la propia costa caribeña, alertó.
IPS visitó algunas localidades rurales del norteño departamento de Matagalpa, con su capital del mismo nombre, donde se ubican cuatro de los 37 municipios del Corredor: San Isidro, Terrabona, Ciudad Darío y Sébaco.
En este último municipio, la lluvia ha sido generosa hasta ahora desde que comenzó la estación húmeda, en mayo, lo que hizo olvidar a los campesinos las penurias de los últimos años.
Hay verde por todos lados, entusiasmo en los campos y caminos de las zonas agrícolas que desde 2013 y hasta entrado 2016 habían sufrido pérdida tras pérdida en sus cultivos por la sequía.
“Ha estado bonito el tiempo este año, teníamos largo rato de no gozar de estas aguas que son como bendición de Dios”, dijo a IPS el agricultor Arístides Silva, de 67 años.
A Silva y otros productores de Sébaco y las otras localidades cercanas no les gusta hablar del desplazamiento hacia comunidades costeras del Caribe, “para evitar conflictos”.
“Conozco a dos o tres familias que fueron a trabajar a la costa, pero porque los propietario de tierra les llaman porque nosotros sabemos hacerla producir. No vamos allá a invadir tierras de otros”, se explayó Agenor Sánchez, quien produce hortalizas en Sébaco, en tierras alquiladas a un pariente.
Pero organizaciones de derechos humanos, de asuntos sociales y ambientalistas destacan al igual que Meléndez la fuerza del desplazamiento de población del Corredor Seco a zonas costeras caribeñas desde 2005.
El ecologista Jaime Incer Barquero, exministro del Ambiente, aseguró a IPS que ese problema no es de ahora. “Llevo 40 años advirtiendo el desastre ecológico del Corredor Seco y el Caribe, no me hacen caso las autoridades”, se quejó.
El científico destacó que el avance de la frontera agrícola desde el Corredor Seco hacia el bosque caribeño y sus ecosistemas costeros amenazan los cuerpos y fuentes de agua que abastecen a más de 300.000 indígenas de la zona, porque al talar los árboles del bosque, el agua no se infiltra y se escurre provocando deslaves y escorrentías.
“Hay miles de colonos devastando la reserva de biosfera de Bosawas, que es el último gran pulmón de América Central y está acechado”, denunció.
Abdel García, oficial de Cambio Climático del no gubernamental Centro Humboldt, dijo a IPS que durante los casi cuatro años de sequía que afectó al país, aumentó el riesgo de devastación ambiental más allá del Corredor y extendió sus efectos hacia el Caribe.
A su juicio, la expansión de las prácticas de producción agrícola del Corredor hacia el área caribeña representa un grave problema, ya que en estas zonas los suelos son pocos productivos y no soportan la agricultura de cultivos tradicionales que predominan en el Corredor.
Mientras en los suelos del Corredor el ciclo de producción de las tierras tiene una vida fértil de hasta 20 años, en el Caribe los suelos de vocación forestal pueden durar apenas un ciclo de dos o tres años.
Eso lleva a los campesinos a avanzar bosque adentro para seguir cultivando, con su tradicional método: “tumbar” el bosque, “rozar” la pequeña vegetación con el machete y quemar los restos para preparar la tierra para sembrar.
Según García, en el caso del Caribe, la extensión del Corredor impactaría los ecosistemas que la conforman y presionarían las áreas protegidas, como Bosawas.
Para el ambientalista, en el Caribe ya se presentan problemas ambientales del mismo tipo, que los del Corredor, como la variación del régimen de lluvias, el aumento de los vientos y la invasión de aguas marinas a zonas costeras que antes estaban pobladas de bosques de pino o manglares que han sido cortados en los últimos 10 años.
El monitoreo climático del Centro Humboldt, una de las instituciones más reputadas y beligerantes en la supervisión y defensa del ambiente en el país, determina que el promedio de lluvias del Corredor es de 1.000 a 1.400 milímetros por metro cuadrado, pero en 2015, la pluviosidad cayó a la mitad.
La migración campesina del Corredor, donde viven unas 500.000 personas, hacia el Caribe, ha tomado ribetes de derechos humanos, ya que las regiones caribeñas son por ley territorios protegidos por el estado, pero la presencia foránea en sus territorios ha generado una serie de abusos y violencia entre indígenas y colonos.
Así lo subraya María Luisa Acosta, directora del Centro de Asistencia Legal de Pueblos Indígenas, quien ha denunciado esta violencia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Para ella, más que un asunto de cambio climático, lo que existe en la invasión de colonos al Caribe es un negocio de grandes intereses promovido y respaldado por agencias del gobierno para explotar los recursos indígenas del Caribe en impunidad.
Por su parte, el gobierno niega oficialmente el conflicto por la afluencia de mayor población hacia la RACCN, pero toma medidas para reforzar la seguridad alimentaria en el Corredor Seco y contener de esta forma la migración hacia el Caribe.
Nicaragua cuenta con una población de 6,2 millones de personas, de los que 29,6 por ciento vive en situación de pobreza general y 8,3 por ciento en pobreza extrema, según la última actualización del Banco Mundial, efectuada en abril.
Editada por Estrella Gutiérrez
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