Lucha mundial contra el hambre desde Roma
La FAO inaugura su conferencia bianual en la capital italiana con una llamada de socorro para erradicar el hambre y con especial atención a la crisis de los refugiados
Inauguración de la conferencia bianual de la FAO, en Roma GIULIO NAPOLITANO FAO
Roma
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Cruzar el mar o una difusa frontera en la arena no deja de ser una vicisitud. Quizás la última, la más crucial, pero el futuro de los migrantes siempre ha estado ligado a los despachos. En Italia saben desde hace años de qué va el asunto. Por eso Roma podía parecer elegida a propósito como sede de una reunión que tiene como objetivo sentar las bases de la mejora de las condiciones de quienes pasan hambre, obligados a la fuerza a desplazarse para dejar de hacerlo. No tendría problema en hacerse pasar por una nueva cumbre de emergencia. Y aunque en realidad sea la periódica cita bianual que organiza la organización de la ONU para la alimentación y la agricultura (FAO), viene marcada por la alerta roja.
Será porque están acostumbrados, sus primeros invitados venían con el guion bien aprendido. Que la FAO tenga sede en Roma, que siempre haya sido así y que todo se resuma en una cuestión de protocolo no le resta simbolismo a que fuera el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, el encargado de abrir los discursos. “Es indispensable acompañar un esfuerzo colectivo para ofrecer una nueva perspectiva a quienes se ven obligados a luchar cotidianamente por la supervivencia, sobre todo en África”, dijo.
Horas antes su país le había pedido al resto de socios de la Unión Europea que arrimaran el hombro, abriendo sus puertos para que desembarquen también allí los recién llegados. Alemania y Francia simplemente se comprometieron a que hubiera más controles en Libia y que las ONG se alejaran de las aguas de aquel país. Una singular forma de contener el flujo migratorio.
Para el primer ministro italiano “la acogida humanitaria no basta”. “Debemos crear las condiciones para un desarrollo agrícola rural sostenible al margen de la emergencia, involucrando a la población local, para evitar una situación de alarma”, agregó. Es decir, que si no hubiera hambre, probablemente los desplazados no habrían protagonizado “la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial”. Quedaba abonado así el terreno a los representantes de las agencias de la ONU que se encargan de la alimentación.
Más de 800 millones de personas con hambre, cerca de 2.000 millones sufren malnutrición
El director general de la FAO, José Graziano da Silva, fue el encargado de apretar el botón rojo. “Me gustaría anunciar buenas noticias, pero no es el caso”, expresó nada más tomar el turno de palabra. Adelantó que la cifra de personas que pasan hambre ha aumentado desde 2015, revirtiendo los progresos alcanzados durante años. Las cifras fueron resonando en la sala plenaria durante toda la jornada: más de 800 millones de personas con hambre, cerca de 2.000 millones sufren algún tipo de malnutrición… Un panorama global que tiene un escenario crítico muy concreto. En el noroeste de Nigeria, Yemen, Somalia y Sudán del Sur hay más de 20 millones de personas en serio riesgo de hambruna.
La ONU tiene identificados 19 países en el mundo que viven sumidos en conflictos o crisis prolongadas. Lo que lleva a concluir que el número de refugiados o desplazados internos se haya doblado desde 2007 a 2015. Según los datos de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, la cifra alcanza supera los 65 millones, de los cuales el 30% se concentran en África, el 26% en Oriente Próximo o los países del norte de ese continente y solo el 17% llega a Europa.
El administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Achim Steiner, se encargó de enfatizar esta cuestión. “A pesar de los esfuerzos de la UE, la mayoría no van a Europa sino a países vecinos”, manifestó. Su receta es utilizar “la agricultura como base para que las comunidades puedan sustentarse por sí mismas, es la única forma de huir de la pobreza”.
Tampoco faltarían los llamamientos para poner fin a los conflictos, como el de un habitual colaborador en estas lides, el papa Francisco. Fiel a su cercanía a los refugiados y muy en línea con su discurso social, el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, transmitió en la conferencia el mensaje del Pontífice: “El hambre y la malnutrición no son solamente fenómenos naturales o estructurales de determinadas áreas geográficas, sino que son el resultado de una más compleja condición de subdesarrollo, causada por la inercia de muchos o por el egoísmo de unos pocos”.
En la conferencia, en la que se aprueban los presupuestos de la FAO, estarán presentes más de 70 ministros de 176 delegaciones
Parolin dijo que “no basta la intención de asegurar a todos el pan cotidiano, sino que es necesario reconocer que todos tienen derecho a él”. El Vaticano se comprometió a colaborar en el programa de envío de semillas de la FAO a zonas en conflicto. Y recogiendo ese golpe de realismo, Graziano Da Silva, recalcó: “no podemos esperar a la paz para pasar a la acción”.
Una concreción que queda bien resumida en la meta del Hambre Cero, el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados por los países y que sirve como piedra angular para el resto de buenas premisas para el año 2030. Una cuenta atrás a la que “a este ritmo, la comunidad internacional no va a llegar”, según el presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, Gilbert Houngbo. El responsable de este organismo declaró que “el 80% de la población más pobre del mundo vive en zonas rurales”, para las que dio su lista de recomendaciones: empoderamiento de las mujeres, incentivos para los jóvenes y que el sector privado invierta en aquellos países.
En la conferencia, en la que se aprueban los presupuestos de la FAO, estarán presentes más de 70 ministros de 176 delegaciones diferentes. Era el turno de llamar a la cooperación, para lo que el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), David Beasley, asumió un histriónico papel de agitador. Más en la arenga que en el discurso, el estadounidense -recién nombrado en el cargo- pidió que la comunidad internacional no se quedara “atrapada en el Brexit, Trump o Le Pen, que solo sirven como distracción”.
Se mostró confiado de que el Gobierno de Trump no recortará los fondos en cooperación y pidió al resto de países que colaboren. “Puedo agradecer por su papel al Reino Unido, Alemania o la UE, algunos han hecho grandes aportaciones, pero otros no. Ustedes saben quiénes son, las guerras están en sus regiones, por lo que les pido que acaben con los conflictos y aporten más”, apuntó, sin dar más nombres.
El comisario de Agricultura de la UE, Phil Hogan, presumió de esa aportación: 8.800 millones de inversión en agricultura hasta 2020. Quedaron patentes los esfuerzos en este sentido de El Salvador, Etiopía o Laos, que pusieron su ejemplo en la erradicación del hambre. Signos de esperanza en medio de la llamada de socorro.
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