¿Por qué los pesticidas matan a las abejas en Hungría, pero no en Alemania?
Un nuevo estudio sobre los insecticidas de Bayer y Syngenta ofrece sorprendentes datos por países
Los polémicos insecticidas neonicotinoides, de uso frecuente en el mundo en cultivos de girasol, colza, algodón y maíz, vuelven a estar en el punto de mira. El experimento en el campo más ambicioso hasta la fecha ha mostrado que algunos de estos pesticidas pueden tener un efecto negativo en las abejas, algo que estaba en duda por la inconsistencia de las investigaciones previas. La UE los prohibió parcialmente en 2013 aplicando el principio de precaución.
El nuevo trabajo, financiado por los propios fabricantes de los pesticidas, Bayer y Syngenta, ha estudiado el impacto sobre tres insectos —la abeja de la miel, el abejorro común y la abeja solitaria— en 2.000 hectáreas de cultivos de colza de Alemania, Hungría y Reino Unido. En Hungría, el número de colonias de abejas cayó un 24% durante el invierno. En Reino Unido, entre un 67% y un 79%, aunque en zonas sin neonicotinoides el declive también fue singularmente alto, de un 58%.
Los neonicotinoides, aplicados en las semillas, reducen la necesidad de insecticidas de amplio espectro pulverizados
El estudio, elaborado por el Centro para la Ecología y la Hidrología de Reino Unido, está muy lejos de ser la puntilla para los pesticidas. En Alemania, los científicos no han detectado efectos negativos. Incluso “la vitalidad de las colonias de abejas melíferas aumentó cuando las abejas pecorearon en colza tratada”, según ha destacado Bayer en un comunicado.
La investigación, publicada hoy en la revista Science, se ha centrado en campos de colza cuyas semillas fueron tratadas con los insecticidas tiametoxam, fabricado por Syngenta, y clotianidina, de Bayer. El propio entomólogo Ben Alex Woodcock, primer autor del estudio, subraya las ventajas de estos productos. “Se dirigen a insectos que dañan la planta y se pueden aplicar en semillas en muy bajas dosis, pero protegen a toda la planta y reducen la necesidad de insecticidas de amplio espectro pulverizados”, explica.
Los investigadores creen que los diferentes efectos observados en los tres países se podrían deber a otros factores, como la presencia de enfermedades previas en los insectos o la diferente disponibilidad de flores silvestres en las que alimentarse. “Es posible que haya maneras de mitigar los impactos negativos de los neonicotinoides en las abejas, mediante la mejora de la cría de las abejas o aumentando la disponibilidad de plantas con flores en áreas no cultivadas del paisaje agrícola”, apunta Woodcock.
“Los resultados son muy interesantes, pero no son concluyentes del todo”, opina Concepción Ornosa, directora del grupo de Biología y Biodiversidad de Artrópodos de la Universidad Complutense de Madrid. Ornosa, ajena al nuevo estudio, subraya que el equipo de Woodcock solo trabaja con tres especies, criadas artificialmente por empresas para su uso en agricultura, pero “hay miles de especies de abejas silvestres en el mundo”.
La investigadora española subraya que los neonicotinoides no parecen afectar negativamente al abejorro común y a la abeja solitaria el primer año del tratamiento, pero sí el año siguiente. “Es muy relevante, porque pone de manifiesto la importancia de la persistencia de los residuos de neonicotinoides”, señala. El nuevo estudio muestra una menor reproducción de las abejas en las colmenas en las que se hallaron residuos de neonicotinoides.
La bióloga sueca Maj Rundlöf descubrió hace dos años que un compuesto de dos insecticidas, clotianidina y ciflutrina, aplicado a semillas de colza tenía efectos negativos en dos especies de abejas silvestres, pero no en la doméstica abeja de la miel. Para Rundlöf, de la Universidad de Lund, los nuevos resultados de Woodcock “son muy diversos y no son consistentes a lo largo de los tratamientos” con los pesticidas.
La industria ha cargado contra el estudio publicado en Science, pese a haberlo patrocinado
La industria ha cargado contra el estudio publicado en Science, pese a haberlo patrocinado. Bayer arguye que los autores no han tenido en cuenta factores como el tamaño inicial de las colmenas y la diversidad del paisaje circundante entre las zonas tratadas y las no tratadas. “Seguimos convencidos de que los neonicotinoides son seguros cuando se usan y se aplican de forma responsable”, asegura Richard Schmuck, director de Seguridad Medioambiental de CropScience, una división de Bayer.
Peter Campbell, director de Colaboraciones Científicas de Syngenta, destaca los efectos positivos detectados en Alemania. “Esto demuestra que los neonicotinoides se pueden utilizar de manera segura o incluso pueden beneficiar a las abejas en ciertas circunstancias”, sostiene. “Necesitamos entender los factores asociados a los efectos beneficiosos de los neonicotinoides detectados en este estudio, para promoverlos en otros lugares”, opina.
Un segundo estudio publicado en la revista Science añade sospechas sobre el insecticida clotianidina, de Bayer. Un equipo de investigadores de la Universidad de York (Canadá) ha calculado los niveles reales de exposición a neonicotinoides en 11 colmenares de la región de Ontario. Hallaron un cóctel de 26 pesticidas, cuatro de ellos neonicotinoides. Los autores aplicaron entonces las dosis detectadas de clotianidina a abejas marcadas con dispositivos RFID de identificación por radiofrecuencia. Las abejas obreras expuestas a clotianidina en sus primeros nueve días de vida vivieron un 23% menos.
Un segundo estudio sugiere que las abejas expuestas a clotianidina en sus primeros nueve días de vida viven un 23% menos
El estudio sugiere que los neonicotinoides, solubles en agua, se diseminan a partir de los campos de maíz tratados y llegan a otras plantas vecinas, mucho más atractivas para las abejas que el cereal. Para Concepción Ornosa, de la Complutense, la investigación es “interesante”, pero “tampoco es absolutamente concluyente, ya que las condiciones no son reales del todo”.
Lo mismo opina la bióloga sueca Maj Rundlöf. “El experimento, controlado, no es una situación del mundo real, así que siempre es cuestionable si se pueden trasladar estos resultados al mundo real, con muchos otros factores influyendo en las colonias de abejas”, sentencia. Las abejas están amenazadas por la destrucción de su hábitat, por el ácaro Varroa que absorbe sus líquidos internos, por el parásito Nosema apis que perjudica su aparato digestivo, por el cambio climático y por una avispa asiática invasora que ataca sus colmenas. La pregunta es qué papel tienen los insecticidas en este puzle.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) está actualmente reevaluando el riesgo de los neonicotinoides. Una portavoz de la organización explica que, por el momento, sus expertos no van a comentar los nuevos estudios. Su postura se hará pública en un informe completo que se presentará en noviembre. El debate sobre los insecticidas neonicotinoides sigue abierto
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