Democracias híbridas
Las crisis ya no son oportunidades para la democratización, sino para un giro autoritario
Integrantes del Comité de Desarrollo Campesino (Codeca) en una protesta en el centro histórico de Ciudad de Guatemala. EDWIN BERCIÁN EFE
En comparación con las dictaduras, las democracias tienen una ventaja reproductiva. Sobreviven mejor a las crisis. Tras una fuerte recesión económica, los ciudadanos de una democracia tumban al Gobierno en las urnas, pero los súbditos de una dictadura pueden derribar todo el régimen político en las calles. Es una de las razones por las que, desde la segunda mitad del siglo XX, el número de democracias en el mundo ha ido aumentando. Hasta ahora.
Porque a las democracias les ha salido un rival resistente: los regímenes híbridos. Nacieron en las repúblicas exsoviéticas, sobre las ruinas de dos traumas concatenados: décadas de lento ahogo comunista seguidas de unos meses de rápida inmersión capitalista. Tiranos oportunistas tomaron el poder gracias al apoyo social de una población desmoralizada y al sostén económico de unas oligarquías eufóricas. Y ahí siguen.
Los líderes de los regímenes híbridos mantienen los procedimientos electorales de una democracia. No necesitan pucherazos masivos. Más que las elecciones, manipulan todo el juego político, controlando el poder judicial y los medios de comunicación, intimidando a la oposición y construyendo un capitalismo o sindicalismo de amiguetes.
Los regímenes híbridos se han extendido por todo el mundo, de Siberia al Caribe. Infectan a las democracias más jóvenes, como las africanas; y a las más castigadas por heridas históricas, como las latinoamericanas. De acuerdo con The Economist Intelligence Unit (aunque la mayoría de clasificaciones son muy parecidas), Nicaragua, Honduras, Guatemala, Ecuador, Bolivia y Venezuela son regímenes híbridos. El resto de democracias del continente, con las excepciones de Uruguay, Chile y Costa Rica, presentan deficiencias notables, pero son sustantivamente democracias.
Los regímenes híbridos están invirtiendo la lógica histórica. Las crisis ya no son oportunidades para la democratización, sino para un giro autoritario. Lo hemos visto en Rusia, Turquía o los países promotores del Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América). Ahí la democracia da un paso adelante y dos atrás. @VictorLapuente
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