miércoles, 24 de noviembre de 2010

Intelectuales, la tierra fértil del kirchnerismo - lanacion.com

Opinión
Intelectuales, la tierra fértil del kirchnerismo
Beatriz Sarlo
Para LA NACION

Miércoles 24 de noviembre de 2010 | Publicado en edición impresa


Ninguna encuesta los registra. Sin embargo, muchos están preocupados porque existen. No es una adivinanza. Es el kirchnerismo de intelectuales, académicos, profesionales, escritores, artistas, periodistas. Si se piensa la política sólo con los grandes números, se obtiene una "opinión pública" en la que ellos están ausentes porque no pesan como fracción encuestable. Se pierde, así, una zona extraordinariamente activa del mapa ideológico.

Cuando se habla de ellos fuera de la discusión política se reconoce la importancia de las capas intelectuales y se reclama que sus ideas sean atendidas. En abstracto, como cuestión de principios, casi todos piensan que los intelectuales y artistas tienen algo que decir sobre la sociedad en la que viven. Incluso en épocas en que la televisión parece definir el mundo y sus alrededores y se ha discutido mucho sobre la crisis del "intelectual tradicional" que le habla a la sociedad y la sociedad escucha; incluso cuando, en verdad, esa figura ya no es la que era en algunos lugares y en otros tiempos, ellos, los miembros de la capa intelectual, han seguido existiendo, pese al vaticinio posmoderno que los daba por muertos.

Afirmar que sus votos no sirven para ganar elecciones es una pobre tautología. Es obvio que, en términos cuantitativos, su número no pesa en los padrones. Pero las cosas no son tan sencillas. De pronto algo, que no es una novedad de las últimas horas, comienza a ser un tema de conversación política. Debería haber ocupado esa conversación antes, porque la experiencia de las últimas décadas indica que grupos minoritarios pero ideológicamente activos, dispuestos a invertir su energía no sólo en las preocupaciones más inmediatas, fueron decisivos en los cambios que finalmente llegaron a la llamada "opinión pública". Ejemplos: quienes rodearon a Raúl Alfonsín cuando, a comienzos de los años 80, marchó para ganar el partido radical; otro ejemplo: las organizaciones de derechos humanos; por si se necesita otro ejemplo: los que primero se ocuparon del medio ambiente y de las cuestiones relacionadas con la igualdad de derechos de las minorías. Ninguno de esos grupos formaba una opinión pública encuestable. Todos, en un determinado momento, lograron anclar en la política.

No tengo idea de qué puede pasar con el kirchnerismo intelectual. Son el resultado de una victoria de Néstor Kirchner que parecía improbable en 2003. Durante el conflicto con el campo, para poner una fecha que, como toda periodización, con el tiempo podrá ser corregida, sucedieron dos movimientos de sentido inverso dentro de las capas medias. Por un lado, las decenas de miles que, sin tener nada que ver con el campo, se movilizaron porque no acordaron con la forma exasperada en que el Gobierno tradujo ese conflicto como un nuevo enfrentamiento de la oligarquía y el pueblo. Por otro lado, quienes interpretaron ese conflicto como el ataque a un gobierno que, después de años de crisis, había restablecido algunos ejes políticos con los que podían identificarse y defendía a los "pobres" contra los "ricos".

Quienes vencieron en el conflicto con el campo se disgregaron; el frente agrario se deshizo, como era muy evidente que sucedería; la súbita popularidad de Cobos ya no entusiasma sino a los cobistas y a las zonas más inertes de la opinión, porque no había nada más allí que el voto de una noche y una pelea entre radicales. Kirchner, que perdió en el conflicto con el campo, ganó a minorías intelectuales activas.

La ley de medios audiovisuales fue el capítulo donde se consolidaron esas adhesiones. Siempre pensé que ganar esas minorías representaba una victoria cultural que no debía subestimarse, porque cualquier gobierno, en cualquier parte del mundo, no prescinde de ellas. Probablemente, hubo un solo momento en la historia argentina en que un gobierno pudo prescindir de (casi todos) los intelectuales: el primer gobierno de Perón, donde la fuerza plebiscitaria era de tal calibre que vencía por fuera de todas las reglas. Pero después de esos años que transcurren hasta el golpe de Estado de 1955, siempre, de Frondizi a Cámpora, los elegidos estuvieron rodeados de una densa trama de discursos producidos por intelectuales. Una de las más patéticas debilidades de Arturo Illia fue precisamente el activismo de una opinión intelectual y periodística golpista y una gran movilización estudiantil en su contra.

El kirchnerismo intervino, creo que sin demasiada conciencia de lo que estaba haciendo, en esa batalla cultural. Néstor Kirchner no era un político interesado en ganarla, hasta que descubrió que esa victoria era importante porque se trataba de gente dispuesta a llevar su línea a los medios, no para convencer al público de los noticieros prime time, sino para consolidar, al costado de los noticieros, una fracción de las capas medias donde ellos, los kirchneristas, hasta ese momento tenían muy poco capital. Visitó las reuniones de Carta Abierta. Habilitó económicamente la utilización de medios públicos para convertirlos en órganos de gobierno. Sobre todo, les dio un reconocimiento material, en términos de salarios y apoyo a la investigación, a los universitarios de todo el país, con una gestión de ciencia y técnica tan buena como fue débil y errática la gestión educativa. Puso dinero y discurso donde había que ponerlos. Nunca los universitarios tuvieron mejores condiciones. Y no fue defraudado. Pero esto no explica la victoria, aunque la refuerce y le dé condiciones materiales. Quizá los grandes nombres de las ciencias sociales estén divididos entre kirchneristas y no kirchneristas; pero, en la segunda línea, la implantación kirchnerista es importante.

El otro rasgo de esta victoria es que ha interesado a gente que antes no había mostrado ni la menor inclinación por la política. No digo esto para señalar un déficit de los recién llegados, sino para subrayar la novedad de esas adhesiones (actrices, celebrities) que amplían el círculo más tradicional de entendidos. Es cierto que la calidad del discurso político no sube con estas incorporaciones. Pero quedarse con este juicio sería mezquino. Los cambios políticos se producen siempre con la llegada de aquellos que antes no estaban. De los dirigentes depende la calidad del ámbito que encuentren.

En un círculo característico, los intelectuales se dieron a sí mismos las razones de su apoyo a Kirchner. Una síntesis de estas razones puede leerse en los documentos de Carta Abierta y sus principales cabezas, que son textos sencillos en los que se desarrollan tres temas: el regreso de la política después de la crisis; el carácter popular de la gestión social de la pobreza; el restablecimiento de una noción de soberanía nacional. Esos tres puntos obviamente no incluyen ni la corrupción institucional, ni las presiones sobre la Justicia, ni los delitos económicos, ni el gerenciamiento clientelístico de la miseria, ni el acuerdo con los representantes más típicos del caudillismo provincial o municipal y el sindicalismo mafioso (los apellidos pueden variar).

La victoria cultural se apoya precisamente en esos olvidos. No es necesario explicar que son significativos porque le dan un orden a lo que se recuerda. Al pasar por alto los rasgos mencionados se establece una jerarquía de valores: lo que importa y lo que no importa. Precisamente, restituir un lugar significativo a la política es discutir esa jerarquía que el kirchnerismo intelectual acepta como límite. Es un gran momento para hacer esa discusión. Están los interlocutores y los temas; no vivimos en una crisis; y, sobre todo, del presente no se sale hacia atrás ni por repetición. No se sale construyendo fetiches historicistas. En algún momento próximo el duelo por Kirchner terminará. Su nombre será el de un gobierno sobre el que es posible hacer balances completamente distintos, criticar o defender. Pero será un nombre que designa el pasado, salvo que la Argentina quiera volver a un escenario poblado por fantasmas y aparecidos. En ese momento, es posible abrir otra discusión.

© La Nacion
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el dispreciau dice: ARGENTINA es una "muestra" extraña que se destaca en el mundo humano por tener expresiones paradójicas, cuasi utópicas y al mismo tiempo ciertas y reveladoras. ARGENTINA país extraño si los hay (lo puedo decir porque he andado por todo el orbe)... pero hoy transitamos una realidad tan extraña como el comienzo de la aseveración... algo se ha terminado en nuestra tierra, o bien está comenzando a hacerlo (terminar)... Muchos intelectuales no figuramos en ninguna parte, somos anónimos, tanto como lo han sido nuestras vidas, vidas donde hemos sido expulsados, denigrados, vituperados, enaltecidos, premiados, aplaudidos para luego ser despreciados en el eterno sube y baja que nos propone cada destino... y nadie dice nada, tampoco se sorprende. Por estas horas hay violentas discusiones entre el mundo político canibalizado por un hambre de poder bien conocido... pero también hay actitudes caníbales y depredatorias en el mundo de las ciencias y la cultura. Razones sobran, tanto como sobran anónimos, expulsados, excluidos, negados y disimulados. ¿Por qué?... porque una gran parte de este nicho de anónimos no quiere regresar a la temible década de los años setenta y sus muertes innecesarias que no le han aportado al país otra cosa que no sea "odios"... porque estos mismos tampoco quieren regresar a la Argentina de los ochenta donde se acomodoban intereses para luego dar lugar a la frivolidad, las conveniencias y la corrupción que nos dominó en los años noventa, exhibiendo un desprecio hartante... porque estos mismos tampoco desean verse envueltos en la trampa del quiebre del 2001 y la deuda interna fabricada para aniquilar a aquella sociedad que nos distinguió... tampoco es bueno verse rodeados (cercados sería la palabra) por un radicalismo pobre, una coalición cívica que sólo expresa las vergüenzas de una mujer enloquecida, un pro que revela lo más bajo en las conductas del poder, haciendo un rivaival de los noventa pero con más empecinamiento y mayor desprecio hacia el ciudadano y sus ideas... y detrás, detrás no hay que olvidar que las aulas académicas fueron tomadas durante treinta años por una clase soberbia que literalmente asaltó los claustros y se apoderó de las cátedras, fabricó concursos y se transformaron en científicos fabricados por las conveniencias de los medios (diarios, canales, radios, etc.) sin tener idea filosófica de lo que significa una ciencia, o bien se transformaron en intelectuales sin haber pasado jamás por una biblioteca, y se convirtieron en doctores sin doctorados sin asumir que los títulos no hacen al conocimiento, mucho menos a la ciencia y sus contenidos, despreciando los talentos y descalificando los dones. Así construimos una sociedad mentida, embarrada, eternamente embarrada. Las divas dominan el mensaje tanto como lo hace la tinelización inducida por las conveniencias, esas mismas que hicieron de la tradicional cultura nacional algo utópico, confundiéndolo con ideologías extrañas, deformando el conocimiento genuino y los saberes auténticos. La clase de intelectuales que tomaron la Argentina por asalto en los setenta para brillar en los noventa, lo hicieron aprovechándose de espacios ganados por el exterminio de las ideas y no por mérito propio... esto es, se fabricaron modas de un pensamiento utilitario, cómodo a aquellos intereses y sus respectivas conveniencias. Tomaron por asalto editoriales y se apropiaron de los libros y sus ediciones, y ganaron mucho dinero con ello, fabricando una vez más "mentiras" dirigidas basadas sobre verdades parciales... tomaron por asalto los medios masivos de información y comunicación y dibujaron un mundo virtual que habla de "resultados" pero que jamás se dedicó a construirlos y que priorizan la destrucción social porque les es útil para vender espacios vacíos... y eso, eso ya no le sirve a la Argentina, mal que les pese a muchos. Argentina ya no puede retroceder... no puede regresar ni a Menem, ni a Duhalde, tampoco a Alfonsín (h), mucho menos a De La Rua, Puerta, Rodríguez Saa, Barrionuevo o cualquier nexo con el pasado desastrozo... tampoco regresará al militarismo de azules y colorados... esos tiempos han terminado y para bien o para mal no regresarán. En la clase política toda aún no asoma una capacidad superadora de Cristina Fernández, quizás no lo haga durante mucho tiempo. Más allá de no estar de acuerdo con ella en muchas de sus conductas y/o decisiones y/o actitudes, justo es darle la derecha porque nadie en la vereda opuesta tiene idea sobre un proyecto social de país y eso es condición extrema, terminal para que alguien, de aquí en más, llegue a demostrar capacidad para reemplazarla. Con la cara no basta, no es suficiente, no alcanza para apropiarse del sillón y la banda presidencial... Después de Cristina Fernández y su estilo, vendrá un socialismo asentado y hasta quizás estructurado en una nueva idea de ARGENTINA. Los intelectuales no somos ni más ni menos que nadie, somos anónimos que aportamos a la reflexión social desde nuestros respectivos ángulos, y la diversidad genuina nutre, en el disenso sincero y humilde... no mediante el apoderamiento de los claustros para que luego en los pasillos te digan "buenos días doctor" y te sientas que sos dueño de las baldosas... ¿se entiende?. Noviembre 24, 2010.-

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