sábado, 20 de noviembre de 2010

MENTIDAS COMPASIONES - Haití, una tragedia constante que pone a prueba al mundo - lanacion.com

Del terremoto al drama del cólera / Conclusiones del Foro Iberoamérica
Haití, una tragedia constante que pone a prueba al mundo
Ha sufrido por igual la enorme inestabilidad política y las calamidades de la naturaleza

Viernes 19 de noviembre de 2010 | Publicado en edición impresa
José Claudio Escribano
Enviado especial

WASHINGTON.- Mientras viajaba en avión entre Punta Cana y esta capital y revisaba las anotaciones tomadas durante el encuentro del Foro Iberoamérica, nada sonaba más apropiado para el realismo mágico de la novelística con la que América latina sorprendió hace más de cuarenta años en la literatura mundial que el caso de Haití.

¿Existe Haití? Nada de preguntas indecentes y desdeñosas. En el Foro se afirmó, en algún momento, que Haití no existe. Acaso haya sido ése el modo dialéctico de atraparnos por el cuello a fin de que entendiéramos la casi imposible viabilidad de un país que, después del terremoto que segó 240.000 vidas en enero, y del huracán Tomás, que diezmó no poco de lo que continuaba en pie, ahora mismo se debate con los estragos del cólera, una epidemia que lleva ocasionadas más de 1000 muertes y 15.000 contagios. El cólera mata por año en el planeta muchos más seres que el sida.

Ya en 2007, el 75% de la población haitiana era pobre, en el sentido de que carecía de ingresos suficientes para atender sus necesidades básicas. Hoy, la inmensa mayoría de los haitianos son extremadamente necesitados, o sea, inhábiles para atender los requerimientos de nutrición elementales para la vida, aun en el caso de que gastaran todos sus recursos en comida.

Hemos escuchado a Edmond Mulet, un guatemalteco que representa, en medio del reconocimiento general, a las fuerzas de la Organización de las Naciones Unidas en la devastada parte occidental de la isla, la antigua Española. Ese Haití, empobrecido como pocos países en el mundo, comparte la isla con la próspera y dinámica República Dominicana.

Hemos escuchado también al embajador dominicano en Puerto Príncipe, Rubén Silié, y a Ricardo Seitenfus, brasileño, representante especial de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en ese mundo de pesadilla, en el que un millón de personas se hacina en carpas levantadas por la ayuda internacional.

No es que se resignen a esa precariedad de vida, sino que han sido castigadas de tal manera, tienen una memoria atroz tan sin pausas de lo que ha sido el pasado para ellas que no imaginan un futuro mejor fuera de las carpas de la promiscuidad, que garantizan endeble cobertura, pero sobre todo una corriente continua de alimentos y agua, día tras día.

Lo demás es secundario, impensable para estas pobres gentes cuyos mayores rompieron con la esclavitud y reconocieron, primero que otros, la legitimidad revolucionaria y la independencia declarada por quienes fundaron nuestras patrias.

Si alguna vez se habló del concepto de suicidio colectivo, ha de haber sido en relación con Haití, país al que la devastación por siglos de las riquezas naturales ha dejado en vulnerabilidad extrema ante cualquier catástrofe. La Perla del Caribe, tal como se llamaba a Haití dentro la constelación de esas colonias antillanas en el siglo XVIII y principios del siglo XIX por la prodigalidad de los recursos: caoba, cacao, especias, azúcar?

Haití, a la predisposición curiosa y trágica a la vez, de ser objeto de desastres de la naturaleza, suma una crónica inestabilidad política. Esta ha sido ocasionada por la irrupción violenta e incesante de mandones surgidos a lo largo de dos siglos de una negritud con autonomía soberana, interrumpida entre 1915 y 1934 por diecinueve años de intervención de Estados Unidos.

Bajo el peso de tales antecedentes, Haití se encamina, sin saberse bien para qué y entre un exceso de competidores políticos -19, esta vez, contra 34 en la consulta de 2006-, a las elecciones presidenciales del próximo domingo 28.

Nadie imagina qué podría pasar en Haití, país beneficiado con una de las ayudas internacionales de mayor magnitud, si en algún momento próximo, antes de que se reconstruyan las bases mínimas de un E stado posible, se retiraran las fuerzas internacionales que allí se han hecho presentes, incluidas las que ha proveído la Argentina. En medio de un caos orgánico y eterno, en el que el precario Ministerio de Educación supervisa sólo el 15 por ciento de la enseñanza que se imparte en el territorio nacional, funcionan 278 universidades. ¡Doscientas setenta y ocho!

Pocas veces, el verbo "funcionar" ha sido utilizado de manera más burda y caprichosa. Se nos ha informado, en el encuentro anual de intelectuales, políticos y empresarios del Foro Iberoamérica, que se presentaron 365 candidatos para becas ofrecidas por Francia a aspirantes haitianos a desempeñarse en diferentes cargos del Poder Judicial en el país. Ninguno de los 365 aprobó el examen al que fueron sometidos por las autoridades francesas.

Cuando se habla de Francia, los observadores internacionales levantan el ceño. Francia es el país central con mayores responsabilidades sobre la trayectoria histórica de Haití, cuyos habitantes hablan cré ole y francés. Haití ha de ser el único país en el mundo que pagó a otro por su liberación. Las cuentas quedaron cerradas en tiempos de Napoleón III, cuando en Estados Unidos concluía la Guerra de Secesión.

El 90 por ciento de los presos de Haití se encuentran en prisión sin proceso. Los expedientes judiciales, por regla general, se pierden. El promedio de asistencia de los jueces a sus oficinas es de 52 minutos por jornada laboral. Algunos no van. Los mejores jueces atienden el despacho una hora por día.

La reflexión general en el Foro Iberoamérica ha sido que en el mercado internacional se pueden comprar muchas cosas, como tecnología de vanguardia y, en los mercados negros, hasta uranio, pero lo que está fuera de las transacciones de esa índole es la democracia republicana. Esta es el ejemplo paradigmático de lo que se consigue sólo como fruto de la experiencia histórica y no de una operación comercial.

"No se puede pretender de los haitianos que se den de un día para el otro aquello que nosotros apenas nos damos", dijo con buen criterio uno de los observadores internacionales destacados en Haití. Si en países con larga tradición republicana se procura comprar votos en el Congreso de la Nación, ¿qué puede esperarse de un país con crisis de identidad, con crisis de esperanza?

Estados Unidos ha identificado que el 15% de la cocaína que entra en su territorio sale de pistas clandestinas en Haití. Se las destruye, pero vuelven a aparecer poco después como hongos, como si no fuera grande el agujero de los quince puertos marítimos de Haití, desprovistos de autoridad portuaria alguna.
El vudú

Brasil no ha aportado soldados a las operaciones internacionales de salvación en Haití. Lo ha hecho Uruguay, que ha de ser, en relación con el número de sus habitantes, el país con mayor presencia militar involucrada en misiones de paz en el mundo.

Al cabo de siete intervenciones en los últimos años de la OEA, las Naciones Unidas y los marines norteamericanos, concentradas en mantener, a través de redes de seguridad un precario hilo de vida colectiva en Haití, queda un enorme déficit habitacional y de infraestructura. Demandará mucho tiempo resolverlo. Los observadores internacionales dicen que el vudú, maridaje de supercherías y religión que está en el centro de la cultura popular haitiana, no constituye un problema para la reconstrucción del país.

La mala prensa mundial del vudú se debe al dictador "Papá Doc" Duvalier, muerto en 1971, pero heredado en el poder por su hijo Jean-Claude, hasta la expulsión de 1986. El temible "Papá Doc" manipuló el vudú, declarándolo religión oficial del país a fin de afirmar su liderazgo sobre las clases más bajas.

Una de las mayores paradojas de la crujiente actualidad haitiana es que su presidente, René Préval, ha sido el único gobernante que en la historia del país ha concluido un mandato (1995-2000). La otra paradoja es que, a pesar de una tendencia sin remedio a la corrupción y a la violencia política aliada a ella, Haití preserva, al menos para quienes tienen razones de conocerlo bien, la tradición de ser un país seguro, fuera de algún barrio, como la temible Cité Soleil, bajo control criminal.

Los cascos azules que se enfrentan por estos días con ferocidad a las revueltas originadas en la creencia de que la actual epidemia de cólera ha sido traída por soldados nepaleses de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) acarrean, como se comprenderá, marcas físicas y psíquicas que los llevan a pensar lo contrario.

Como en la República Dominicana, Haití adolece, y de forma agravada, de serias irregularidades catastrales, que estallan en conflictos sobre la titularidad en la propiedad de las tierras. Al fin de cuentas, en 1806, dos años después de que se proclamara, primero, gobernador vitalicio, y después, emperador, mataron al padre de la patria, Jean-Jacques Dessalines. La leyenda dice que fue por una cuestión de tierras.

Haití existe. Su existencia penosa pone a prueba la fortaleza y la continuidad de la solidaridad internacional y regional.
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el dispreciau dice: las tragedias que envuelven el mundo humano cada día son manipuladas prolijamente por los medios que utilizan los "bajos instintos" para vender publicidad y armar historias novelescas sobre los dramas ajenos, llenando temiblemente horas de acceso masivo a cambio de zozobra global. Ante dichas tragedias, queda claro que la ayuda humanitaria es apenas una improvisación para salvar responsabilidades primarias, nunca tendientes a resolver los problemas de los afectados directos que sobreviven a las mismas. Esto no quita ni tampoco resta mérito a las organizaciones humanitarias como MSF que hacen lo que saben y pueden... pero ése no es el foco de la cuestión. Los estados están definitivamente ausentes ante la calamidad y sólo asisten para salir en la foto y poner la cara para la posteridad... así ha quedado demostrado en Estados Unidos de Norteamérica y sus huracanes y desde luego, para abajo, cualquier país es despreciable, mucho más su gente. Esto debe entenderse como que, ante el desastre, los estados enseñan sus capacidades de ausencia al no ofrecer alternativas a dichas personas para que puedan recomponer sus vidas... lo que se perdió se perdió. Así es como en nuestro propio país he tenido la oportunidad de escuchar a más de un gobernador, más de un funcionario, más de un intendente, hacer referencia a que lo mejor que puede suceder a un persona ante la tragedia es su muerte, a efectos de evitar gastos que resten caja a los estados... visión deplorable que revela los cinismos en los cuales nos hallamos envueltos los argentinos, donde los dramas quedan irresueltos siempre... Pero Haití padece hoy lo que otras comunidades en el pasado y seguramente en el futuro. El mundo con modelo medieval y perfil de imperio "barato" (por denominarlo de alguna manera suave) enseñan el lado más oscuro de la consideración humana, esto es abandonar al indefenso, librarlo a su suerte, pero negociar sí con su drama para vender espacios de televisión, diarios y luego formalizar discursos con contenidos y promesas que jamás se cumplirán. No es extraño escuchar que Haití no existe... tampoco lo hacen los chinos pobres para su estado todopoderoso... tampoco se ha ayudado a las gentes víctimas del tsunami de 2004 ni tampoco se lo hará a los chilenos de este mismo año... los políticos sonríen para la foto salvando un minero, lo cual es bueno, pero luego nadie acompaña las depresiones y mucho menos las frustraciones residuales a cualquier tragedia. En Naciones Unidas (no muy unidas por cierto) se observa una hipocresía que produce vergüenza ajena... y eso no ayuda a nadie, como tampoco lo hace UNICEF que vende ideas que se traducen en contribuciones mínimas, a efectos de sostener el problema vivo para que siga siendo "caja". Cuando un problema humanitario no se resuelve de una, es aportar más de lo mismo para que los cínicos perduren en el poder a expensas de las víctimas, sólo eso. Les guste o no. El ejemplo que más vergüenza produce a los anónimos y ninguna a los responsables, es lo que occidente ha hecho con África, sin importarle un bledo por nada ni por nadie, al igual que los palestinos por nombrar apenas dos casos paradigmáticos que enseñan que las miserias humanas están por sobre las mentidas "compasiones". Noviembre 20, 2010.-

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