martes, 9 de noviembre de 2010

DISTINTOS MODELOS DE CORRUPCIÓN

Editorial I
Sin voluntad de combatir el lavado
Tanto Washington como el GAFI cuestionan que el Gobierno no haga nada contra el reciclado de dinero proveniente del delito

Martes 9 de noviembre de 2010 | Publicado en edición impresa

El gobierno argentino ha recibido dos duros golpes por no luchar contra el lavado de dinero.

Por un lado, fue merecedor de un contundente ultimátum del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) para que de una buena vez por todas se comprometa con medidas concretas en el combate contra el reciclado de dinero negro. Por el otro, Washington decidió negarle información sensible sobre operaciones financieras ante la sospecha de que los datos son usados por el Gobierno para sus propios fines políticos.

Ha sido una constante de los últimos gobiernos, pero en especial del kirchnerismo, esta sospechosa pasividad ante un serio problema que prácticamente todas las naciones han encarado con seriedad.

El GAFI, un organismo internacional encargado de combatir el reciclado de dinero negro, proveniente generalmente de hechos ilícitos como narcotráfico, corrupción, tráfico de armas y terrorismo, le ha otorgado a la Argentina un plazo de cien días para aplicar las medidas necesarias y, en caso de que ello no ocurra, nuestro país podría ingresar en la lista "gris" de este organismo, que expresó oficialmente su "decepción y seria preocupación por el fracaso de la Argentina".

De esta manera, nuestro país se hizo merecedor del más crítico de los documentos emitidos por el GAFI desde su creación, en 1989.

El ministro de Justicia, Julio Alak, no tuvo más remedio que admitir que la Argentina "ha ingresado en un procedimiento de revisión y ha recibido recomendaciones para fortalecer el sistema de control y sanción de lavado". El reclamo involucra a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a los gobiernos provinciales, los entes reguladores y al sistema financiero público y privado.

Es tan poco lo realizado en una materia tan sensible que la deuda atraviesa los tres poderes, todas las provincias y el sistema bancario en su totalidad, si bien este último es el mejor preparado para prevenir este delito.

El lavado de dinero no es una actividad reciente, y con el tiempo sus mecanismos se han vuelto cada vez más sofisticados. Una misma operación de lavado de fondos provenientes de la corrupción o la venta de estupefacientes dentro del país puede, a su vez, involucrar a dos o más países, y no sólo a los llamados paraísos fiscales. Ha sido en los últimos años cuando los organismos internacionales han redoblado su combate y han procurado involucrar a la mayor cantidad de países.

En lo que a la Argentina respecta, el hecho de que hasta el momento no haya ni siquiera una sentencia condenatoria por lavado de dinero muestra a las claras, por un lado, la falta de voluntad, que en este caso equivale a permisividad, y por el otro, lo imperioso de introducir modificaciones a la legislación vigente para desnudar y sancionar adecuadamente los delitos en este campo.

Nada han hecho los gobiernos kirchneristas por cambiar este cuadro de situación. Al contrario. Han querido valerse de la colaboración internacional para fines por completo ajenos al combate contra el lavado. Así, como publicó LA NACION, la red de Combate de Crímenes Financieros (Fincen, por sus siglas en inglés), que es la unidad antilavado del Departamento del Tesoro, ha verificado que los datos confidenciales que le había pedido la anterior administración de la Unidad de Información Financiera (UIF) sobre el candidato opositor Francisco de Narváez luego fueron filtrados a la prensa argentina para intentar perjudicar su imagen pública. Esto determinó que la Fincen pusiera fin a su colaboración con nuestro gobierno.

Las únicas medidas que adoptó la administración kirchnerista han sido cosméticas, como la designación de José Sbattella, un hombre sin antecedentes en este campo, al frente de la UIF, un organismo que se ha convertido en una herramienta del oficialismo para perseguir a empresas, empresarios y políticos considerados opositores.

En el campo del lavado no puede haber medias tintas ni mucho menos un dejar hacer que es lisa y llana complicidad y que permite sospechar con fundamento que, entre los funcionarios que deberían hacer y nada hacen, podría haber varios que se benefician con los ingentes recursos que derivan del lavado.

el dispreciau dice: transitamos un mundo super-curioso donde aquellos que inventan procesos de corrupción se transforman en declamadores de la "moral y el civismo", del mismo modo que aquellos que ejercen la pedofilia, luego se suben a los púlpitos a dar extensos sermones sobre la importancia del celibato y la santidad... del mismo modo que las organizaciones "santas" esconden las peores traiciones a la amistad, los afectos, y al propio espíritu. El lavado de dineros de narcotráfico, tráfico de personas, delincuencia, y más, no ha sido inventado por los argentinos, antes bien proviene de aquellos que se visten en palacios sostenidos por depredaciones piratas ejercidas durante siglos... pero además, las tambaleantes naciones del primer mundo y sus insostenibles economías quebradas, apenas se mantienen a flote con los aportes (suculentos) de dineros de lavados, mostrando que empresas técnicamente quebradas están aún de pié ocultando realidades temibles. Este proceso de deterioro ya no es reversible, de allí que se difundan y manipulen los argumentos que intentan revivir recetas perimidas, obsoletas, que darían vergüenza a cualquiera que esté en su sano juicio. Algo anda muy mal en este mundo... y la corrupción de acá no es más mala que la vigente allá, ni siquiera es distinta. Ambas parten de la falacia del acomodamiento y el oportunismo... Aquellos que señalan con el dedo los defectos ajenos, debieran aprender a mirarse en sus propios espejos, antes que sea demasiado tarde y las evidencias dejen en claro que los discursos no sirven para limpiar las propias moradas. Desde luego, lo antedicho no lava las responsabilidades de nadie. Lo que está mal allá, también lo está aquí... y viceversa. Noviembre 09, 2010.-

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