Editorial II
La geografía del hambre en el país
En toda la Argentina comienzan a cerrarse comedores escolares y es allí donde se alimentan la mayoría de los niños argentinos
Noticias de Opinión: Domingo 6 de diciembre de 2009 | Publicado en edición impresa
Es lamentable que la realidad se encargue una y otra vez de refregarnos en la cara que el hambre en la Argentina sigue creciendo, sin que desde el Estado nacional, y desde los gobiernos provinciales y municipales, se den muestras de que se reconoce la existencia del problema y de que se hacen esfuerzos para acabar con él o por lo menos mitigarlo.
Semanas atrás, se conoció el reclamo que un centenar de asociaciones civiles y ONG que trabajan con niños con necesidades básicas insatisfechas le hicieron al gobernador de la provincia de Buenos Aires, por el hecho de que no se están pagando deudas y subsidios de un programa de desarrollo infantil que alcanza a más de 250.000 chicos y que se usa para brindarles comida y asistencia médica. Esos niños se encuentran en organizaciones sociales, "hogares, casas del niño, jardines maternales, centros de día, centros juveniles, de atención integral", según afirman las entidades firmantes del comunicado con el cual dieron a conocer la situación denunciada.
Este justo reclamo que se dirigió específicamente al gobierno de la provincia bonaerense se multiplica en el resto del país, porque son los comedores escolares -ese último baluarte de las familias en situación de pobreza para lograr que por lo menos sus hijos puedan hacer una y hasta dos comidas diarias- los que comienzan a cerrar porque no tienen con qué seguir llevando adelante su misión. Según la 25a. producción conjunta de la organización no gubernamental Red de Diarios en Periodismo Social, que investigó el tema, otra vez son los comedores escolares el termómetro de la crisis que atraviesa el país; en ciudades de Río Negro, sin recursos, esos centros de asistencia están cerrando y algo parecido ocurre en muchas zonas de Córdoba, Tucumán y de Entre Ríos. Es decir, que de Norte a Sur y de Este a Oeste, prácticamente, se está trazando una geografía del hambre en la Argentina que sólo parece ser reflejada en los medios de comunicación.
Según el diario La Gaceta , en Tucumán unos 190.000 niños de los casi 300.000 que van a la primaria comen en las escuelas o reciben un complemento dietario a base de leche. Por su lado, La Voz del Interior informa que, en Córdoba, más de la mitad de los chicos de 5 a 18 años que concurren a escuelas públicas comen en la escuela. En Salta, el diario El Tribuno reveló que son 160.000 los chicos que hacen alguna de sus comidas en la escuela, es decir, cerca del 40 por ciento del total de estudiantes que hay en esa provincia.
Estos y otros datos similares han sido ratificados por el último informe del Barómetro de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) y la Fundación Arcor: de los 12 millones de niños y adolescentes que hay en nuestro país, cinco millones (es decir, el 41 por ciento) se encuentran en tal situación de pobreza económica, que acarrearía el alto riesgo de mortalidad infantil, desnutrición, hacinamiento, deserción escolar y rezago educativo, entre tantos otros problemas.
Ahora bien, no está de más recordar aquí que, para los especialistas en nutrición, el comedor en las escuelas debe constituir un refuerzo y no el mayor aporte calórico del día, como en realidad es ahora en el país. Por otra parte, aunque pudiera desde la escuela brindarse un servicio de alimentación más completo, sería imposible que contemplara cada uno de los requerimientos individuales de cada niño, como es lo deseable.
Es increíble que esta durísima realidad lejos de disminuir siga aumentando. Todos los recursos que desde la sociedad civil se han elevado a las máximas autoridades de la Nación han sido minimizados o desechados y hasta neutralizados -baste recordar cuánto costó que se aprobara el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria "El hambre más urgente" y cómo se vetó el artículo 9 de la ley Donal (llamada también del Buen Samaritano), por lo cual se la invalidó totalmente- de la manera más asombrosa. Una realidad como ésta es, por supuesto, mucho más fácil de esconder o de negar cuando se manejan estadísticas "adaptadas" como las del Indec.
Por lo tanto, ha llegado tan lejos la desidia y la inoperancia que la única salida concebible es que esta situación comience a revertirse. Corresponde al gobierno nacional instrumentar las medidas más convenientes, y urgentes, para que las provincias dispongan de los fondos necesarios (que se les retacean con fines políticos) y así dar solución duradera a una hambruna que debería avergonzarnos a todos como sociedad.
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En toda la Argentina comienzan a cerrarse comedores escolares y es allí donde se alimentan la mayoría de los niños argentinos
lanacion.com | Opinión | Domingo 6 de diciembre de 2009
el dispreciau dice: la realidad que transitamos los ciudadanos está muy lejana de la enunciada por la clase política. Cada día que pasa un poco más... Se declama una cosa pero se hace otra distinta, siempre en contra de las necesidades y las prioridades sociales de los muchos, favoreciendo los intereses y las conveniencias de los pocos. Las conductas tienen factores comunes: sonrisas, mentiras, manipulaciones, más mentiras, discursos, traiciones, etc. Es inadmisible que se asuma como bueno que los niños se alimenten únicamente en las escuelas, pero nadie hace nada para evitarlo, por el contrario se favorece el circo desde todos los ángulos, mediáticos, políticos, jurídicos, académicos... todo sirve para descalificar y denigrar al prójimo, sea adulto o niño, a cada cual en su condición. En este contexto lo único que crece es la pobreza de los sometidos y los que se van incorporando al modelo de sometimiento inducido por cuidadosas políticas de estado. La Argentina hoy está ahogada en la desidia y tal como se ve, ésta crecerá a manos de las incapacidades de los políticos y sus remanidas mentiras. Diciembre 06, 2009.-
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