Columnistas
“Atados”
Autor: Diana Sofía Giraldo
13 enero de 2019 - 09:02 PM
¿Nos hemos acostumbrado tanto a las declaraciones altisonantes de Maduro, que subestimamos el paso a una acción bélica provocadora, de consecuencias impredecibles?Bogotá
Nuestro destino como país está inexorablemente encadenado a las decisiones inciertas, no predecibles y desestabilizadoras que adopte el renovado gobierno de Nicolás Maduro, que se posesionó en Venezuela, y que con seguridad las tiene bien pensadas.
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Basta observar las consecuencias de la inmigración que está desbordándose, para comprender que nuestra estabilidad está en manos del antiguo “mejor amigo” del expresidente Santos, y nuevo mejor amigo de gobiernos interesados en desestabilizar el “patio trasero” de los EE. UU. en América Latina.
El cerco diplomático impulsado por Colombia en el Grupo de Lima, donde se desconoce la legitimidad democrática del nuevo mandato de Maduro, es una interesante movida estratégica de 13 países que busca aislar a los miembros del gobierno Maduro. Como lo explicó el canciller Carlos Holmes Trujillo: “no se anuncian sanciones ni al pueblo de Venezuela ni a la nación como tal, son medidas focalizadas en personas cercanas al régimen”. Sin embargo esta decisión que el gobierno de Venezuela atribuye a una jugada conjunta con el gobierno de EE. UU. llevó a Maduro a anunciar que “el que no reconozca la legitimidad de las Instituciones venezolanas le daremos su respuesta recíproca y oportuna, actuaremos con mucha firmeza porque Venezuela se respeta, sea quien sea en el mundo”.
¿Nos hemos acostumbrado tanto a las declaraciones altisonantes de Maduro, que subestimamos el paso a una acción bélica provocadora, de consecuencias impredecibles? ¿A dónde conducirá este reacomodamiento de fuerzas? ¿Qué tan solidario con los intereses de Colombia puede llegar a ser el gobierno Trump, concentrado en conservar su propia estabilidad política interna? ¿Por dónde se romperá la cuerda en esta tensa relación fronteriza? ¿Está preparada Colombia para una posible escalada en los niveles de confrontación? ¿Hasta dónde llegará la solidaridad de los países del grupo de Lima en caso de necesitarla? ¿Puede Colombia darle manejo a una inmigración venezolana desbordada? ¿A qué horas terminó Colombia en el corazón de la trama de un delicado equilibrio internacional?
Son muchos los interrogantes que en otros escenarios podrían parecer descabellados, pero no en el escenario de las decisiones de la dictadura venezolana. Hasta ahora, las democracias vecinas y el mundo parecen haber agotado el método persuasivo del diálogo. El camino transitado sólo ha servido para consolidar la permanencia del régimen. Ellos sí saben exactamente para donde van.
Porque la confrontación, en los términos planteados, no es un episodio local. Desde Chávez, el gobierno venezolano ha venido tejiendo un sistema de alianzas con los países que, de la noche a la mañana, se encontraron con un aliado contra los EE. UU., en un tablero que se creía invulnerable. Esta nueva situación mueve el ajedrez internacional y rompe el antiguo equilibrio de fuerzas.
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Esto le da unas nuevas dimensiones a lo que, de otra manera, sería una diferencia regional sin repercusiones automáticas en la geopolítica mundial, donde la contraparte está unida por un plan estratégico obvio. Saben lo que hacen.
De este lado, ¿Sabemos lo que estamos haciendo?
¿Tenemos claro cuál es el paso siguiente?
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