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Maquila de vegetales, oportunidad para campesinos de Guatemala
- El concepto de maquila está relacionado a la acción de producir y procesar cualquier tipo de materia prima, con el objetivo de ser exportada del país productor hacia el país consumidor. La idea de maquilar se remonta al Medioevo español, cuando productores de trigo molían sus cosechas en molinos ajenos y pagaban el uso del mismo con harina ya procesada.
En Guatemala las maquilas están asociadas directamente al sector de la manufactura textil. Lo que producen, usualmente, se exporta directamente hacia Estados Unidos y han gozado de beneficios como la reducción de pago de impuestos bajo la premisa de ser una actividad generadora de empleo para un sector vulnerable de la población.
Debido a que la inmensa mayoría de trabajadores del sector maquilero no sobrepasan los seis años de educación primaria, suelen recibir sueldos bajos y trabajan bajo duras condiciones, por lo que la rotación del personal es constante.
Maquila de hortalizas
La col de Bruselas (Brassica oleracea var. Gemmifera) es una hortaliza pequeña cuyo uso en la cocina se da, mayormente, en Europa y su consumo es mayor durante la época del invierno en esa parte del planeta. Es muy parecida al repollo, pero de menor tamaño, y se suele comer en platillos con carne, estofados, guisos y cualquier preparación típica de invierno.
En Guatemala su consumo no es usual y no es raro que un alto porcentaje de la población desconozca esta hortaliza. “Yo llevo cultivándola unos 30 años y aún no la he probado”, dice Abraham Valiente, un productor de San Lorenzo, departamento de San Marcos, al occidente del país.
La riqueza de suelos y climas que existen en Guatemala es aprovechada por grandes empresas del sector alimenticio, principalmente europeas o estadounidenses cuando se habla de hortalizas o minivegetales como la col de Bruselas.
Esta hortaliza es cultivada en esta zona del país debido al clima frío que predomina y eso permite su correcto desarrollo. Su producción se da mayormente en áreas de altiplano guatemalteco, como lo es el departamento de San Marcos.
Las coles de Bruselas, luego de cosechadas, entre los meses de octubre a enero, se producen en comunidades como San Lorenzo, se cortan los tallos, se realiza el proceso de inspección de plagas y enfermedades, se carga en camiones que viajan hacia las ciudades donde se realiza un proceso de precocimiento, se congela y luego es enviada hacia Estados Unidos.
“En este largo proceso vimos que podíamos generar empleo y darle al cliente un mejor producto”, dice David Mérida, representante de la planta Procesadora de Bethania.
Hace tres años, reunió a un grupo de 15 familias y en una pequeña instalación se dieron a la tarea de, manualmente, agregarle valor a los minivegetales: retirar el tronco de la parte inferior de las pequeñas coles.
Inicialmente, la idea era crear una actividad de generación de ingresos extra para él y el resto de personas involucradas durante unos meses al año. Durante el segundo año de labores el número de personas aumentó a 50 y en 2017, la planta procesadora ya emplea entre 150 a 160 personas durante los 10 meses del año.
“Nuestra siguiente meta, además de seguir empleando a las familias de la zona, es convertirnos en exportadores directos de nuestros productos hacia Estados Unidos”, dice Mérida.
Capacitación y acompañamiento técnico
Lo que comenzó con la iniciativa de un grupo privado, fue creciendo hasta ser identificada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el marco del Programa Conjunto de Seguridad Alimentaria y Nutrición que se implementó cuatro municipios de San Marcos.
Por medio del programa, el grupo de productores se involucra en procesos de capacitación y asistencia técnica para el fortalecimiento organizativo y productivo de los agricultores de la zona, así como en procesos de implementación de buenas prácticas agrícola (BPA) y buenas prácticas de manufactura (BPM), con lo cual se mejoran la inocuidad del producto.
“Hasta enero de 2017, el proyecto brindó asistencia a tres plantas procesadoras en las comunidades de Villa Hermosa, Ojo de agua y Bethania del municipio de Esquipulas Palo Gordo del departamento de San Marcos. Además, se capacitó a los agricultores que también están involucrados en la cadena de producción”, dice Paul Orozco, coordinador temático de FAO en el programa conjunto.
Entre trabajadores en las plantas de procesamiento y en el campo, el proyecto agrupa a poco de unas 1.500 personas.
Mientras la agencia especializada las Naciones Unidas, imparte talleres acerca del correcto manejo y manipulación de los alimentos, normas de salud e higiene básica en una planta de procesamiento de productos comestibles y la facilitación de equipo, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAGA) colabora con la preparación organizacional (representación legal, junta directiva, etc.) para lograr consolidar este modelo de negocio emergente en la zona.
“La asistencia de MAGA está enfocada en todo lo relacionado con el clima organizacional, dar seguimiento a la aplicación de buenas prácticas y el apoyo en la creación de áreas y servicios para los trabajadores”, dice Leonel Cifuentes, extensionista de la institución estatal, ente que participa en el proyecto desde hace unos tres meses.
Cambio de vida
“Tenemos la oportunidad de ganarnos nuestros centavos, así como el tiempo de estar con nuestras familias”, dice Libia Barrios madre soltera y quien ahora comparte espacio laboral con sus dos hijos de 23 y 25 años.
Además del impacto económico en las familias, “se ha generado otro tipo de beneficios en toda la comunidad, ya que el trabajo ha ayudado a unificar a las personas”, dice Jorge Sandoval, técnico territorial en emprendimiento del programa conjunto.
Al ser una zona fronteriza, y estar tan alejado de la ciudad capital, la población rural de San Marcos, entre ladina y maya mam, ante la falta de oportunidades laborales suelen emigrar hacia Estados Unidos, con la idea de brindar a su familia una mejor calidad de vida.
“Tengo tres niños (de 12, 11 y 5 años) y tomé la decisión de irme, principalmente con la idea de darles algo más de lo que podía darles aquí. Sin embargo al estar en México comprendí, después de ocho meses alejados de ellos, que no vale la pena dejarlos y enfrentar todos los riesgos que se corren en esos viajes”, dice Aura Pérez, productora vinculada al centro de procesamiento de minivegetales.
Ella afirma que antes de ser detenida en la ciudad mexicana de Monterrey, había tomado la decisión de no volver a intentar ese viaje “por las cosas que se ven y por todo lo que uno deja atrás”.
La labor de estas maquilas de mini vegetales, que emplean en promedio entre 75 a 125 personas cada una, con ingresos de entre 3.000 quetzales (394 dólares) y 6.000 quetzales (789 dólares) quincenales, permite que menos personas consideren la idea de migrar hacia los países del norte.
“Con los ingresos de nuestro trabajo en la planta y producción de minivegetales se le ayuda mucho a las familias, quienes ahora tienen para los frijolitos y para mejorar sus cosas personales”, cuenta Efraín López, encargado de una de las tres plantas procesadoras de la zona.
Esta oportunidad de empleo beneficia a la gente local, es aprovechada por personas de otras comunidades o departamentos.
En la planta administrada por David Mérida labora, desde 2015, Damaris Ruano, una madre soltera que decidió dejar su natal Jutiapa, un departamento al oriente del país, de condiciones climáticas y culturales totalmente diferentes a las de San Marcos, para asentarse en Esquipulas Palo Gordo gracias a la oportunidad laboral que encontró ahí.
“Don David me dijo que lo único que necesitaba aquí era tener deseos de trabajar y luego de algunas charlas, talleres y sesiones de capacitación acerca del manejo adecuado de alimentos y de higiene personal tomé la decisión de trasladarme para aquí”, dice Damaris.
Cuenta que el trabajo en la planta le ha permitido disfrutar más de su familia, mejorar algunas de sus pertenencias personales y cumplir con los pagos de la educación de su hija.
“Todos estos procesos productivos, además de generar un interesante modelo de negocio, terminan por beneficiar a las comunidades. El ingreso económico estable les permite evitar los riesgos de una migración hacia Estados Unidos y México, mejoran y diversifican su dieta alimenticia y contribuyen al desarrollo de su comunidad mediante el gasto de lo que ganan”, finaliza Jorge Sandoval.
Este arículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO
Revisado por Estrella Gutiérrez
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