Nadie puede ganarle en “catalanidad” a este emprendedor de 72 años que lleva trabajando toda su vida para crear riqueza y empleo. Por dos razones.
Porque tiene lo mejor de Cataluña: el ‘seny’ y la laboriosidad, con la que ha levantado un referente en el mundo de la moda: la marca Amich, con 158 tiendas que dan trabajo a medio millar de personas.
Y porque tiene no sólo los 8 apellidos catalanes de la famosa película, sino 27 apellidos (en este caso). Juan Carlos Amich, es catalán por todos los costados imaginables. Pero a la vez se considera profundamente español.
Afirma que el golpe de Estado de Puigdemont y sus compinches de ERC y los antisistema de las CUP es una traición a la legalidad constitucional y una grave amenaza para la economía (la de esa región y la de toda España).
“Cataluña se está haciendo el harakiri” afirma en la conversación que ha mantenido con Nicolás de Cárdenas, redactor jefe de Actuall, y que te adelanto como suscriptor del periódico.
Juan Carlos Amich ha sido noticia estos días, porque se ha atrevido a romper la ley de silencio que pesa sobre los catalanes desde que el nacionalismo los tomó como rehenes para su delirio separatista.
Y lo ha hecho agradeciendo públicamente a las Fuerzas de Seguridad (Policía Nacional y Guardia Civil) el acoso vivido tras el referéndum golpista perpetrado por Puigdemont el 1 de octubre.
Ha puesto un anuncio en la prensa nacional en el que puede leerse lo siguiente: «Gracias por mantener la serenidad cuando parece que los acontecimientos nos sobrepasan. Gracias por hacernos sentir más seguros sólo con vuestra presencia. Por pasar sueño, hambre, frío o calor para que nosotros podamos vivir más tranquilos. Por evitar que nos hagan daño. Por dar la cara siempre, pase lo que pase. Gracias por defender nuestros derechos y libertades».
También ha abierto una página web https://graciasporestar.es/ para que quien lo desee manifieste su apoyo a policías y guardias civiles por el inestimable trabajo que están haciendo para defender a los ciudadanos y preservar la unidad de España y la legalidad constitucional.
Hace falta tener coraje cívico y valentía personal para hacer lo que ha hecho Amich.
Un empresario que ama a Cataluña, y al que le duele no sólo el daño económico que la aventura secesionista causa, sino sobre todo el veneno que inocula en la convivencia. “Los vecinos están divididos. Los compañeros de trabajo están divididos, toda la ciudadanía está dividida” afirma.
Y lo que es peor, las familias están divididas.
Tengo amigos catalanes cuyas familias optan por no hablar de política en las comidas, los cumpleaños o las reuniones navideñas. Imagina la escena: no se habla de otra cosa en todo el país y los hermanos, tíos o cuñados, recurriendo a la meteorología durante una velada para no herir sensibilidades.
Pero la culpa no la tienen ellos, sino los de siempre: la clase política.
En primer lugar, los políticos de la Transición que cedieron ante el chantaje nacionalista y diseñaron un Estado de las Autonomías con dos comunidades privilegiadas -Cataluña y País Vasco-; y una ley electoral que beneficiaba a los partidos nacionalistas.
Posteriormente, PP y PSOE alimentaron desde el Gobierno central al tigre nacionalista a cambio de un puñado de escaños. Y el tigre no sacia, siempre pide más. En el caso catalán primero fue dinero y ahora es la independencia.
Y en segundo lugar, una elite corrupta (CiU y su clon PDeCat) que para librarse de la lupa de la Justicia huye hacia adelante embarcando a la sociedad catalana en la aventura secesionista. Así como fuerzas de la izquierda (ERC) o antisistema (CUP) que sueñan con una República totalitaria.
Por desgracia, el Gobierno central no está a la altura de las circunstancias. PSOE y PP hicieron la vista gorda durante 40 años, ante la manipulación de la Historia en los manuales escolares que se enseñaban en Cataluña. Y ahora, el Ejecutivo de Rajoy está actuando con irresponsable lentitud y tibieza ante el mayor desafío a la unidad de España desde el 23-F.
De ahí el valor que tiene la sociedad civil, los ciudadanos que espontáneamente salen a la calle enarbolando la bandera de España, como hicieron el Dos de Mayo de 1808 ante el vacío de poder dejado por los gobernantes de entonces ante.
Con la ventaja de que -esta vez- sí que hay un Rey que responde, y que ha marcado la senda, con el decisivo y oportuno discurso en el que puso en su sitio a los golpistas y reclamó la restauración de la legalidad constitucional.
La amenaza es muy grave, pero los golpistas tienen enfrente a un vieja nación, forjada a lo largo de cinco siglos de historia única en el mundo. Y eso no se borra tan fácilmente. Sobre todo si tenemos a personas valientes como Juan Carlos Amich. Como él mismo dice en la entrevista de Actuall: “Llevamos 500 años unidos y empujando en la misma dirección”.
Muchas gracias por seguirnos.
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